EL CONFLICTO Y LA PAZ
Por: AGUSTIN
ANGARITA LEZAMA
Desde hace
un tiempo se viene desarrollando en Cuba la mesa de negociación de paz entre el
gobierno y las FARC. Ese proceso estuvo precedido de acercamientos muy
sigilosos para abonar caminos. El mismo gobierno, mirando en retrospectiva,
organizó sus acciones y su agenda legislativa en torno a lo que se discutiría
en los diálogos, ejemplo, ley de víctimas, restitución de tierras,
reconocimiento del conflicto, desarrollo agrario, agenda internacional, etc. La
decisión de iniciar los diálogos implicó tomar riesgos, pues serían unas
conversaciones en medio del conflicto… Es decir, en medio de la guerra, con los
fusiles activos, con bombardeos y cilindros bomba actuando, con enfrentamientos
y actos terroristas al orden del día.
Estos
diálogos iniciaron en medio de opiniones divididas. Unos, la mayoría,
escépticos. Otros, optimistas y otros decididamente en contra. Según datos
oficiales las conversaciones han avanzado a buen ritmo. Pero la guerra ha
continuado. Y esto ha dado pie para que los enemigos del proceso enciendan las
hogueras, se rasguen las vestiduras y enfilen baterías de desprestigio contra
el gobierno, la mesa de conversaciones y la paz misma. Es como si les
interesara que continúen indefinidamente los ríos de sangre y de lágrimas. Como
si quisieran que la confrontación no cesara.
La
decisión de dialogar en medio de la guerra tiene estos inconvenientes. Cuando
las fuerzas armadas tienen éxito y dan de baja a combatientes de la guerrilla,
incluidos cabecillas o mandos medios, las noticias se asumen como positivas y
la ciudadanía se alegra. Pero cuando es el contrario, cuando es un ataque
terrorista, o pierde la vida un uniformado en enfrentamiento con las
guerrillas, parece que sólo se escucharan las voces de los detractores de la paz. Y es que la
guerrilla, que está debilitada, tiene que hacer actos de violentos para
mostrarse fuerte y con una posición dominante en la mesa de negociación. Es lo
usual en toda negociación de un conflicto…
Pero eso
no puede mermar la credibilidad de un proceso de paz. El país no puede seguir
como una rueda desbocada que aniquila gente inocente a su paso, como lo es esta
guerra que ya cumple medio siglo. Prácticamente todos los colombianos hemos
vivido en medio de esta guerra fratricida que parece no tener fin. Una guerra
que si bien es cierto que ha enriquecido a algunos, ha sembrado miles de
muertos, viudas, huérfanos, desplazados, aterrados y pérdidas materiales.
Me llama
la atención que a los que les gusta la guerra, les gusta poniendo el pecho a
las balas con los hijos de otros. Al que le gusta la guerra debe estar
dispuesto a ponerse él y sus hijos en el frente de batalla. Un ex presidente
guerrista y belicoso, eximió de pagar servicio militar obligatorio a sus dos
hijitos, hoy millonarios… Y me sorprende que el presidente actual, que busca
afanosamente la paz, haya enviado su hijo a cumplir su deber patriótico de
pagar su servicio militar al batallón de lanceros en Tolemaida y no como
estafeta en el batallón presidencial. Las responsabilidades deben ser para
cumplirlas no para sacarles el bulto…
Duele que
este conflicto se agudice. Pero más que sea utilizado como bandera política
para ganar votos con la sangre de los colombianos que son inmolados en una
guerra estúpida que debería cesar pronto.