PERIÓDICO EL PÚBLICO: abril 2014
Por: Carlos Orlando Pardo
Entre el silencio y el llanto de quienes tanto la amamos, vi partir el carro fúnebre que llevaba el cuerpo de nuestra amiga entrañable hacia los jardines de paz. Terminaba su ciclo en la tierra que jamás fue en vano y nos dejaba el calor de su entusiasmo y la suma de no pocos hermosos recuerdos. La evoco ahora cuando la conocí hace 45 años y estábamos todos tan jóvenes como nuestros sueños. Se trataba de la estrella fulgurante y principal de la obra La orgía, de Enrique Buenaventura que llevó a su grupo de teatro el fogoso director Antonio Camacho Rugeles. Ya casi todos los actores de entonces están muertos y casi todos los escritores que comenzábamos, unos más avanzados que otros como los inolvidables Roberto y Hugo Ruiz y por ahora enfermos en tránsito final del poeta Vìctor Hugo Triana. Por eso ahora que Maria Victoria Doza se detuvo en las profundidades del último sueño para alcanzar descanso merecido, no deja el pensamiento y la mitad del corazón en estacionarse conmovido ante tantos caminos conllevados a lo largo de la existencia. Lo hicimos desde nuestra primera juventud junto a su esposo, el poeta y periodista Víctor Hugo Triana y mi hermano Jorge Eliécer. Eran los años setenta del siglo pasado donde nos hermanaba la poesía, el cine, el teatro, la literatura, la radio y los periódicos.  Disfrutamos admirando su poesía secreta entonces, su estelar actuación en las obras que montaba para teatro Antonio Camacho Rugeles y ante todo su voz inolvidable y dulce en los programas radiales que dirigió de manera ejemplar. Su larga carrera en las emisoras de la ciudad convirtieron sus tonalidades e informaciones deliciosas en una compañía indispensable para sus innumerables oyentes, así como fueron oportunas su eficacia en la secretaría de extensión cultural de la Universidad del Tolima, dirigida entonces por el legendario escritor Eutiquio Leal o la de prensa en el Instituto Tolimense de Cultura donde tuve el orgullo de su compañía. Jamás se le vio derrotada ni en los momentos más difíciles y desde sus ojos brilló continua la esperanza. Creía en la literatura y el arte y en un mejor país por lo que luchó a su manera.  Los años de confraternidad se mantuvieron intactos en un camino largo de más de cuatro décadas y es imperativo reconstruir algunos de los capítulos de su historia. Había nacido en Ibagué en 1952 y se graduó en el Liceo Gregg. Fue socia fundadora de la Casa Popular de la Cultura, radio-actriz participante en festivales nacionales e internacionales de teatro y trabajadora más que destacada de la cultura. Como si el tiempo se mordiera la cola, terminó actuando y leyendo obras en la casa Antonio Camacho que tan bien dirige Gloria, su hermana soñadora. Fue tímida respecto a publicaciones suyas pero que aparecieron en antologías poéticas y revistas literarias, habiendo dejado inéditos un libro de cuentos y su libro de poemas titulado Juegos interiores. Algunos de sus muchos amigos nos reunimos a despedirla y a sentir que las oraciones de los de su iglesia ayudaban a una paz interior que nos permitieron un consuelo. Sabemos que su nombre y su trabajo permanecerán en la memoria de quienes recibimos sus acciones y que seguirá su ejemplo como una bandera victoriosa. Paz en la tumba de la amiga y en la locutora y poeta que se despidió discretamente para terminar con su dolor y alcanzar, como se lo merece, la felicidad de la eternidad.
Por: Carlos Orlando Pardo
Siete años después de su muerte, la Universidad Distrital publica para esta Feria Internacional del libro en Bogotá, la novela póstuma del escritor tolimense y universal, Hugo Ruiz Rojas. Con 984 páginas, quien había nacido en Ibagué en 1941 y murió en la misma ciudad en el 2007, resurge de sus cenizas triunfalmente. Para la nota de contratapa que sale inexplicablemente sin mi firma y recortada por razones de edición comprensibles, escribí que Los días en blanco, primera extensa parte de una trilogía que conformó el proyecto denominado Balada muerta de los soldados de antaño, es la  obra mayor de Hugo Ruiz no sólo por la búsqueda de totalización de un mundo, sino por la cuidadosa estructura y el perfil perfectamente delineado de su historia. Y qué mejor para definirla que el epígrafe de Horacio que menciona un siglo pestilente que todo lo corrompe y que refiere la perversidad de la edad de los padres y peor la de los hijos que engendrarán una progenie más corrompida. Porque de muchas maneras, entre las virtudes y los defectos de sus protagonistas, lo que sobresale es la miseria y el fracaso interior como si todos estuvieran condenados irremediablemente a la derrota. La novela tiene tres planos cuyos bloques intercalados van desde el correspondiente al espacio rural -sólo este fragmento alcanzó el Premio Nacional de Novela Ciudad de Pereira-, y la que nos remite a los acontecimientos de lo urbano, entre cuyas dos voces narrativas surge una tercera irregular que complementa el universo de lo que no puede ser contado o sabido en las que se mencionan. Se trata de los aconteceres de una saga familiar y el medio que le rodea, donde todo irá entretejiéndose para dar una visión del mundo entre las costumbres, pensamientos, medio histórico y manera de actuar de personajes que cubren más o menos el siglo XX. Es este un viaje terrible por el ser, un viaje hacia el infierno. Pareciera que las batallas emprendidas tuvieran sólo la salida del fracaso y la destrucción, pero surge airosa la novela que por decir lo que dice y por hacerlo como lo hace, es la única triunfadora sobre el lodo de la miseria que descubrimos y nos confirma cómo, la voz de este escritor, es una de las pocas realmente memorables en la literatura colombiana.
Los días en blanco  es el resultado de un trabajo minucioso y paciente a lo largo de más de veinte años, en los que, naturalmente, el autor tuvo pausas como para escribir ensayos, cuentos, hacer investigaciones, cumplir con viajes al exterior, vivir allí  o dirigir revistas y durante los últimos años el Taller Literario de la Universidad del Tolima. En la subrayada aquí como parte rural, arrancan los sucesos apenas concluida la guerra de los mil días en Colombia y terminan en la madrugada siguiente al nueve de abril de 1948, cuando es asesinado el dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán. La parte urbana, donde el protagonista es un periodista y escritor, es la historia de un día de embriaguez entre el treinta  y el treinta y uno de diciembre de 1999 con las naturales referencias a su pasado y a su presente, donde queda el interrogante final de si tiene o no una enfermedad, el cáncer, que podría llevarlo a la muerte. El espacio en el que se mueven los protagonistas está entre Ibagué, Bogotá y Cartagena. La primera sólo se nombra una vez en la novela y la historia ha de mostrarnos el periplo de Clodomiro, con toda la carga de sus defectos bajo presupuestos patriarcales de lo cual es un resultado y con las naturales virtudes de un ser que se mueve entre contradicciones.

“La cultura, como la literatura, dijo, es como un perro rabioso que va por la calle mordiendo a quien se le de la gana sin pedirle permiso a nadie.”
Carlos Orlando Pardo

Hace ya 19 años, para octubre 26, cuando Gabriel García Márquez estuvo en Ibagué, tenía tan sólo 68 primaveras. Llegó al hotel Ambalá invitado por Jorge Alí Triana que rodaba algunas escenas para la película Edipo alcalde, basados en su historia. Se cumplieron en la legendaria hacienda de el Vergel. Allí pudimos verlo mediante una cita concertada y disfrutar el conversar con él por varias horas mientras rendíamos, sólo para los dos, una gran botella de whisky de etiqueta negra servida por un mesero alto de corbatín que atendía diligente el llamado. Era la V de la victoria en apariencia pero se trataba de los dos amarillos para darle sabor a la entrevista. Ahora, cuando ha cumplido su cita con la muerte en medio del registro de pesar en el mundo, evocamos aquellos memorables momentos, desde las nueve de la mañana, inclusive hasta las cuatro de la tarde cuando ya permitió la entrada de algunas personas, entre ellas mi esposa, una adoradora de su obra, Augusto Trujillo Muñoz y Arnulfo Sánchez López, saliendo al rato para consentir, preguntándome primero quién era, un par de preguntas al sacerdote Javier Arango que con cámara de reportaje se desplazó a esperar con paciencia de monje antiguo el instante privilegiado, lo mismo que personas jóvenes y viejas que corrieron a agotar algunos de sus libros para alcanzar una firma en la primera página y hasta goterear inmortalidad con fotos de ocasión.  Durante aquella larga jornada donde me sentía transportado al igual que los católicos sectarios viendo al Papa, la conversación se extendió desde los lejanos años cuando lo había conocido, la dedicatoria que me hizo en la primera página de Cien años de soledad al obtener el Premio Nacional de Minicuento donde él era jurado junto a Daniel Samper, Enrique Santos Molano y Nicolás Suescún en 1982 y las escenas de otros momentos donde pude estar cerca recibiendo resplandores de su grandeza merecida. Como era natural, nuestra charla versó sobre literatura y era más lo que preguntaba que lo que decía, hasta que llegó el momento de mis interrogantes para escucharlo embelesado. Parte de aquella entrevista la escribí entonces para el suplemento literario Voces, de Tolima 7 días que dirigía.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Michel Foucault, filósofo francés, dentro de los temas que trató, destaca el de la microfísica del poder. Pensaba que el poder no es algo material que se transmite y se ejerce. Sino que está inmerso en las relaciones entre las personas. Y que nace desde abajo, desde la relación más simple y mediada por su estrecha vinculación con el saber.
Esta microfísica se hace evidente cuando un ciudadano cualquiera se enfrenta con la burocracia. Suceden entonces, hechos que dan grima. Como el caso del simulacro de evacuación en caso de desastres en un centro comercial, se requería la presencia de los bomberos. Ellos llegaron y se acomodaron en el parqueadero del establecimiento para actuar cuando se los necesitara. Todo funcionó a las maravillas. Salvo cuando los bomberos fueron a retirarse alegres por la labor cumplida, y los funcionarios del parqueadero exigieron el pago respectivo. No valieron explicaciones, que ellos habían sido llamados para colaborar en un simulacro, el funcionario, impertérrito, exigía el pago del parqueo. Y los bomberos no tenían con qué pagar…
Por: Carlos Orlando Pardo

Cuando Jorge Alí Triana me confirmó por teléfono que el escritor me recibiría a las nueve de la mañana del otro día, un escalofrío recorrió mi cuerpo como si recibiera la mejor descarga de toda mi existencia. Caminé de un lado a otro del apartamento antes de contarlo a mi mujer con la voz invadida de emociones. No fue fácil dormir a pesar de mi repaso para hacerlo cuando en vez de ovejas conté todos y cada uno de sus libros hasta que estuve en el callejón mágico del ensueño con los ojos cerrados y las manos vueltas puños. Fue temprano en la mañana de hace 19 años que tuve la sensación de no haber dormido nada, puesto que aquella noche gloriosa conversé con García Márquez durante toda la noche sin parar, mientras apurábamos unos whiskies y soltábamos carcajadas como un par de adolescentes desprevenidos y asombrados ante no se qué sumatoria de maravillas. 
Dedicatoria de Gabriel García Márquez
A pesar de los retenes y la policía que acordonaba la no interrupción de ningún extraño al equipo de la película, el carro que preciso estrenaba aquel día y hasta iba sin placas y el aviso de libre tránsito, rodó sin que nadie se atreviera a detenerlo. Sentí que demasiados ojos cayeron sobre mi cuando abrí la puerta y una mujer joven que había sido mi alumna, me dijo que estaba esperándome y ya había preguntado por mi ante su manía de la puntualidad. Ella había terminado de asistente de guión en el largo metraje que rodaban sobre Edipo Alcalde y que Jorge Alí Triana, su director, había escogido entre sus escenarios la hacienda de El Vergel en Ibagué. Caminamos hasta la parte interior de la casa y al fondo lo vi como si alguien gigantesco estuviese parado iluminando el paisaje. Estiré la mano aunque hubiese querido abrazarlo, pero no podía darme el lujo de las zalamerías con quien las condenaba y mucho menos dármelas de confianzudo ante el honor que me hizo de recibirme sin ánimo de entrevistas que siempre detestó, sino para conversar de la vida y la literatura. Cuánto soñamos con Germán Vargas tenerlo en el Tolima, le dije de entrada. Él era bien particular, respondió, se iba a los pueblos más inhóspitos y lejanos a descubrir escritores y darles consejos o llevarles libros. Imaginé que me hablaría de Darío Ortiz Vidales con quien habíamos ido al Chaparral a presentar uno de sus libros o a Alberto Machado Lozano a quien acompañamos a conocer con el crítico norteamericano Raymond Williams al legendario Líbano. Por ejemplo, le digo. Fue uno de los que me descubrió a mi, redondeó para terminar y le hizo señas a un mesero de corbatín que al fondo esperaba su orden mientras en la pequeña mesa había una botella de sello negro, una hielera y tan sólo dos vasos. Cuando el hombre llegó yo había prendido el primer cigarrillo y me hallaba nervioso al igual que estuve en mi adolescencia cuando le hice la declaración de amor a mi primera novia. Brindó conmigo y de una me interrogó al querer despejar dónde era que nos habíamos conocido antes. Le repasé una a una de las cinco circunstancias donde había estado cerca y hasta de la dedicatoria que me hizo en el año 1978 en la primera página de Cien años de soledad como parte del primer premio al concurso nacional de cuento que me ganara en el diario El Tiempo, organizado por Daniel Samper Pizano y del cual fue jurado. No, no fue en ninguna de esas circunstancias, lo dijo con seguridad. Fue en otra momento y recuerdo que hablamos mucho pero no sé tampoco precisarlo. Tras dos horas y media de haber disfrutado de su conversación y donde resulté un reportero reporteado y luego de haber bebido por lo menos seis whiskis, le dije que él podría ser causante de mi divorcio si no me permitía que entrara mi esposa a conocerlo y accedió en medio de sonrisas y preguntar su nombre. También le hablé de mi entrañable amigo Augusto Trujillo a quien había avisado y del periodista Arnulfo Sánchez. Diles que sigan si eso quieres. Ya la tertulia se agrandó durante dos horas más hasta que llamaron al almuerzo y la magia daba lugar al fin. Será en otras notas donde comentaré en detalle de la conversación, pero lo único cierto se descubrió cuando con Jackie, Augusto y Arnulfo nos fuimos al celebrar el encuentro en mi refugio y pude advertir, de manera plena, que lo que el gran García Márquez no pudo explicar de dónde nos habíamos conocido ni yo tampoco, estaba claro con otros tragos más, donde seguía levitando por la gracia de haberlo disfrutado bien y acompañado, al descubrir que, como en un capítulo macondiano, había sido nada menos que en el sueño.
Por: Alberto Bejarano Ávila
Señor Presidente del H. Concejo Municipal, Señor alcalde. En tiempo no lejano y acatando conductos regulares sugerí a ustedes y sus antecesores varias iniciativas sin obtener siquiera acuse de recibo. Ahora, abiertamente, esbozo dos propuestas cuyos objetivos son: crear contrapesos al poder corporativo para que el ciudadano no sea más vulnerable e indefenso “trompo de poner”, aclarar la perspectiva financiera del inmediato futuro de Ibagué y, por efecto colateral, ayudar a enmendar esa aberración del orden del sentido democrático que hace ver como normal que las personas deban velar por el éxito del político y su partido y omite que los políticos y sus partidos son los obligados a velar por el progreso comunitario. Estas iniciativas, en el poco probable evento de ser aceptadas, obviamente tendrían que ser ampliadas y discutidas en escenarios diversos.
Propuesta 1: ASOCIACIÓN DE USUARIOS DE SERVICIOS PÚBLICOS. Es odioso el contraste entre

martina_mussolini_carta_a_maduro_3abr2014Bisnieta de Mussolini envía carta a Maduro: Usted no sabe qué es realmente el fascismo

3 Abril, 2014
ND / María Alejandra Rivas / 3 abr 2014.- La bisnieta de Benito Mussolini, Martina Mussolini envió una carta abierta al presidente Nicolás Maduro donde asegura que éste no sabe qué es realmente el fascismo y lo acusa de ser un “oportunista”.
Mussolini quién vivió su adolescencia en Venezuela afirmó que en el país “ya no hay respeto por la vida y los que deberían garantizar la justicia muy a menudo son los primeros que la traicionan”.A continuación la misiva completa:Mi nombre es Martina Mussolini y mi abuelo Vittorio era el hijo de Benito Mussolini, fundador del fascismo, término que últimamente usted nombra constantemente. He entendido perfectamente, por su manera de comportarse, que no sabe muy bien qué es realmente el fascismo, pero tampoco sabe qué es el comunismo; su oratoria populista sin raíz política, solo oportunista y deseosa de poder, ha llevado a Venezuela en el caos total. 

Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Desde hace varios años he vivido cerca a las organizaciones sindicales. He conocido sus luchas, reivindicaciones, persecuciones, derrotas y victorias. En general creo que se mueven motivadas por el odio de clase. Hay una clase que defender y apoyar, y hay una clase a la que hay que atacar, a la que hay que arrancarle los derechos que les han conculcado, a la que no hay que mendigarle nada sino ganarle en franca lucha cosas para mejorar condiciones de vida.
Las relaciones siempre son vistas como de enemigos, entre contradictores irreconciliables: entre patrones y trabajadores. Y cuidado con tener cercanía con los patrones. Porque es vista como una traición, una genuflexión patronal, con ser una apóstata o un renegado de clase.
Existen íconos famosos como el dirigente sindical Teófilo Forero, oriundo de Natagaima, quien fuera concejal de Bogotá varias veces, diputado de Cundinamarca y asesinado junto a su esposa. Cuenta la leyenda popular que cuando entraba a las negociaciones con los patrones, su cara era casi de piedra, su mirada se clavaba en los contradictores y nunca cedía. Sólo sonreía cuando triunfaba en sus pretensiones. Muchos sindicalistas pretenden emularlo.
Hoy el sindicalismo ha perdido muchos adeptos. Para un grupo de patrones sindicato es sinónimo de complicaciones y dolores de cabeza para su empresa. Para algunos trabajadores el sindicato es una oportunidad para que unos líderes saquen provecho personal y utilidades particulares. Creo que los sindicatos son necesarios y cumplen una valiosa función social. Pero no pueden seguir guiados por los criterios de odio de clase y de luchar hasta las últimas consecuencias, incluso sacrificando las empresas.
Trabajadores y empresarios japoneses, quienes han creado modelos empresariales exitosos, como los de “Justo a tiempo” y “calidad total” en los que ganan ambos, piensan distinto en la manera como operan los sindicatos. Creen que los sindicatos no deben presentar pliegos de peticiones, porque son visiones egoístas de los problemas laborales, en las que si ellos ganan la empresa pierde y viceversa. Piensan que hay que evolucionar a procesos donde ambos ganen. Donde los trabajadores obtengan mayores beneficios y la productividad y ganancias de la empresa mejoren.
La idea es presentar pliegos de ofrecimientos, no de peticiones. Ejemplo. Los trabajadores ofrecen: si la empresa produce mil bultos de producto diario, qué les ofrece la empresa si ellos aumentan su producido a mil doscientos. O qué les ofrece la empresa si los trabajadores de una fábrica de confecciones se comprometen a mejorar la producción en un 10 o 15 por ciento. Esto es muy distinto a los pliegos de peticiones actuales en los que los trabajadores exigen aumentos de salarios, primas extralegales por enfermedad, matrimonio, nacimiento o muerte de un familiar. Prebendas para estudio o descanso. Pero siguen laborando igual y sin mayor compromiso.

Conozco muchos trabajadores que lucharon hasta que se acabó su empresa y hoy deambulan por las calles sin empleo, sin futuro y mascullando un pasado glorioso que no volverá. Considero que hay que fortalecer el sindicalismo, pero de nuevo tipo, de entendimiento, productividad y humanismo. Esto es válido para patrones y trabajadores.

Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Un ex senador, después de pasar varios años en la cárcel, al recuperar la libertad se fue a pasar larga temporada fuera del país. Es posible que allí, sintió la angustia y la orfandad que sufren la mayoría de los que ya no disfrutan del poder. Y urdió una estratagema para retornar a él.
Me imagino que se miró muchas veces al espejo y se dijo: yo soy el salvador del Tolima. Y qué mejor que ser elegido gobernador para hacer de este departamento el sueño que seguramente en sus amargos meses de reclusión pudo crear. Y se puso a la tarea. Experiencia en el asunto tiene. Tanta que la madre de un ex senador recientemente fallecido lo describió con aguda certeza: es un electorero bravo, que conoce a fondo la mecánica de los votos.
ALBERTO BEJARANO AVILA
  Las personas informadas, coherentes y firmes en sus ideas políticas tendrán que coincidir en que la elección congresal del 9M fue vacía y viciada y que cada lunar del politiqueo se hizo más virulento. Vean ustedes: la metamorfosis del sentido político en delirio narcisista se hizo epidemia; entró en apogeo el insano entreguismo de traidores de región a caciques foráneos; argucias y compra de votos “engalanan” el paisaje electoral; la ausencia de ideas y propuestas serias y sustentables es palmaria; no hay clima favorable para que emerja un proyecto político de región; mudez y abulia de las fuerzas vivas son elocuentes. De este nebuloso cuadro solo se puede inferir que vamos de mal en peor, que la legitimidad de casi todo elegido está en entredicho y que solo la abstención y el voto blanco parecen adquirir sentido y ganar su razón de ser.
-38 millones de déficit mensual para funcionamiento
Por Luis Eduardo Chamorro Rodríguez
 “La situación del Conservatorio es crítica, desde el punto de vista del funcionamiento”, es la exclamación que hace el rector encargado del Conservatorio de Música del Tolima, James Enrique Fernández Córdoba, en momentos en que los estudiantes han comenzado a protestar, reclamando el nombramiento de un rector en propiedad y la disminución de los costos de las matrículas. Son protestas que los estudiantes hacen al ritmo de la música con la cual realizan sus procesos de formación musical en los programas de pregrado de Licenciatura en Música y de Maestros de Música.