PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: Carlos Oralndo Pardo R.
La región en particular tiene una orfandad notoria en la falta de nuevos narradores aunque no de poetas, sobre todo en una larga última década que parecía estar reclamando otros nombres. Es aquí donde bien vale la pena reseñar el libro iniciático de Omar Alejandro González Villamarín, un joven escritor que apenas sobrepasa los 30 años y dirige el taller literario de la Universidad del Tolima. El licenciado en Lengua castellana que ahora cursa su magister en literatura, ya venía empujando su nombre al ganar concursos de cuento y poesía, escribir notas críticas en revistas y periódicos o agitar debates sobre su tema en el seno de su institución.

Música de parcas es entonces un libro de cuentos de diversa extensión que ofrece un trabajo ricamente imaginativo con apalancamiento en un bien manejado lenguaje literario, dominio de la técnica, conocimiento del oficio, economía de palabras y temas novedosos, sin que deje de advertirse un juego de re-creación bajo textos de maestros del género. Se advierte aquí un oficio en la tarea lejos de la improvisación y que deja al final el grato vestigio de cómo enfrentamos a un futuro escritor de gran aliento y que sin duda hará ruido en los años venideros. La brevedad es muestra de conciencia, mucho más cuando se ilumina y se devela todo un universo bajo la presión de la dificultad  de lo conciso. No es fácil aunque pareciera y allí reside parte de su magia.

 Lo asuntos nos remiten al encanto de la captura sensible del tránsito del momento en algunas horas quietas, el ilusorio entresijo del juego de espejos, finales sorpresivos, el goce de lo aparentemente insignificante y el relámpago iluminador sobre la  fugacidad de la existencia. Todo parece pasar sin que pasara nada y sucede de todo en la intimidad de aquellos personajes. Paneado este mundo se olfatean las continuas reflexiones, la búsqueda del ser y del amor, del conocimiento y la aventura en detalles que sólo a un escritor le es dado examinar, al igual que están impregnados de cierta dosis existencialista, algo de nostalgia y un sabor de muerte. Parecieran en apariencia sondeos de lo que pudieran ser textos más amplios, borradores de un ejercicio, gimnasias verbales, inquietudes filosóficas y religiosas, encuentro con la entelequia y ante todo la captura de lo cotidiano bajo mundos monótonos alterados por una mirada, un encuentro fortuito, la revelación imprevista de cosas de familia e inclusive la atrayente y expectante historia de un crimen bajo una historia insólita.

En el certero e inteligente prólogo que le escribe otro escritor reciente como Carlos Arturo Gamboa, es fácil develar cuáles son y enumeradas con argumentos académicos, algunas de las virtudes de este libro. Llegamos como lectores a identificarnos en la importancia de resaltar ¨la reflexión constante sobre el oficio de la escritura, la confrontación entre mundos oníricos, irreales y reales…¨, al tiempo que con la coincidencia feliz de que aquí se advierte un camino esperanzador.

Vale la pena detenerse en un libro que como Música de parcas nos deja deleitar de lo puramente literario, precisamente en un país donde la anécdota con cualquier lenguaje se convierte cínicamente en obra y hasta con el mote de exitoso. Con razón Omar Alejandro González obtuvo distinciones con su trabajo y las seguirá ganando con la mejor de ellas que es dejar lectores satisfechos y no desencantados.