PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: Alberto Bejarano Ávila.

¿Por qué los problemas sociales tienden a agravar y no a corregirse? La implícita tesis del título de este escrito podría dilucidar la incógnita. Desde luego para los “made in” RCN, El Tiempo y la retórica presidencial, el país marcha hacia a la “prosperidad democrática” y de ahí que la teoría del defecto constructivo sólo la considerarán quienes aceptan que la inequidad social es endémica y buscan explicaciones cuestionándose acerca de qué es y para qué sirve la política.

En su delirante y manido discurso electoral el político tradicional promete solución a toda crisis social, promesa que además de falsaria es fantasiosa, pues él ignora (escribí antes) que no es crisis lo que es decadencia, extravío, ineptitud política y demás causas del subdesarrollo que al ser sopesadas históricamente y con rigor analítico demuestran, como bien dijo Einstein, que “no es posible resolver los problemas del presente con la misma mentalidad con que fueron creados”.

¿Por qué está nuestro país mal construido? Porque su modelo económico es monopólico, primario y depredador. Porque su modelo geopolítico es centralista y clientelista hasta la medula y no admite que regiones débiles y sin peso político se empoderen y decidan su futuro. Porque sus sistemas de salud y educación se convirtieron en negocio neoliberal y no en servicio social. Porque amparando el interés transnacional y oligopólico los sucesivos gobiernos renuncian a construir un Estado de Bienestar y causan desigualdad (la mayor en América Latina). Porque la infraestructura, a más de rezagada, es inexistente en municipios, corregimientos y veredas.


Porque su organización política es anacrónica y reformista y no estructuralista y moderna. Porque el politiqueo permeo al sistema de justicia y el sistema penal colapsó. Porque la tenencia de la tierra está en pocas manos y campesinos y pueblos originarios son desplazados y excluidos. Porque “más del 32% de los menores de 30 años no tiene contrato de trabajo”. Porque emigraron más de seis millones de colombianos sin oportunidades. Porque la pobreza y miseria afecta a más del 50% de la población. Porque la inseguridad y el salvajismo “crecen como mata de ahuyama”.

Que el país debe ser reconstruido es verdad que una persona inteligente y bien informada no negaría y por ello cuesta entender por qué, a veces, esa misma persona se implica en episodios electoreros, caudillistas y excluyentes que causan o encubren la inequitativa construcción del país y descalifica y se opone a vías alternativas y pluralistas que producirían resultados diferentes a los que produce la política irracional, clientelista, centralista y generalmente deshonesta.

Quien causa atraso no edifica progreso. Tan obvio juicio supone nuevos enfoques políticos cimentados en causas dignas, de las cuales (subyacen aun) son el municipalismo y el regionalismo; supone cohesión social por principios y no por alucinación banderiza; supone aceptar la diversidad de ideas y supone, en la realidad tolimense, una lucha decidida por la autonomía regional.


Es necesario que el Tolima, Ibagué y 46 municipios más, intenten una nueva acción política diferenciada de la vieja política por su autoridad e idoneidad al plantear como norte ideológico, de cara a las elecciones regionales del 2015 y el 2019, teorías de desarrollo regional y local y como vía alternativa y transicional para que el voto sea verdaderamente útil, movimientos significativos de ciudadanos avalados por firmas y coordinados por la federación de colectivos pluralistas y cívicos que den cabida a jóvenes y adultos inconformes, indignados y auténticamente progresistas.