PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Desde hace tiempo se viene haciendo evidente lo que algunos denominan “la puerta giratoria”. Se trata de funcionarios públicos, generalmente de alto rango, que reciben toda la capacitación y formación que el estado ofrece para el desempeño adecuado de sus cargos, conociendo entonces, todos los asuntos de su puesto, incluidas las debilidades y falencias. Si el trabajo es, por ejemplo en un organismo de vigilancia y control, se percatan de aprender todos los vacíos y posibles hendiduras en el andamiaje institucional. Después estos personajes, al retirarse de sus cargos, buscan a los vigilados para ofrecer sus servicios, que generalmente consisten en como burlar los controles y pasarse por la faja la ley.
Así se conocen personas que, por ejemplo, trabajaron como cobradores en la DIAN y luego venden su conocimiento para que sus nuevos patrones esquilmen al estado. Igual ocurre con ministros del medio ambiente que luego trabajan para empresas que ellos vigilaron y que se dedican a explotar sin cuidar el ambiente. Como conocen al dedillo la norma, aprovechan para meter por las rendijas que deja la ley, todo lo que favorece a sus contratantes y a sus bolsillos, sin importar el daño al país y a sus habitantes. Al revés también funciona. Hay personas que vienen del sector privado y al entrar en el estado se constituyen en puntas de lanza de intereses particulares, en infiltrados al servicio de intereses distintos a los colectivos.

Se sabe de abogados que cuando prestan sus servicios al estado se dedican a dejar cabos sueltos, brechas abiertas, para luego, cuando son retirados generalmente por corruptos, aprovechar su “siembra” demandando al gobierno por los errores que ellos cometieron adrede y camuflaron. Promueven invasiones, reclamaciones y todo tipo de trampas, posando de ser los oráculos de la ética, la honradez, el buen proceder y la moral. Siempre encabezan las procesiones, se pelean por cargar los baldaquines con imágenes religiosas y si es del caso,  invocan en público el santoral completo para ocultar sus fechorías. Son unos completos macarras.
Otros aprovechan la información privilegiada a la que tienen acceso para hacer uso de ella en beneficio propio, para disfrute privado. Una forma de privatización del estado es la entrega de cuotas políticas. La persona que entra a un gobierno por ser recomendado de un jefe político, no va a trabajar por el estado y para el bien público sino para su jefe y sus intereses.
La corrupción vive alerta inventándose a sí misma, creando formas cada vez más sofisticadas y difíciles de detectar. Sin embargo las clásicas persisten. Hay jefes que le ponen una tarifa mensual que le debe entregar de su sueldo el funcionario que nombran. La cuota varía según el salario devengado. Es frecuente encontrar en los escritorios de estos jefes, imágenes religiosas o libros sagrados y en las paredes crucifijos o cuadros piadosos. Me imagino que al finalizar el mes, una vez que reúnen los dineros con los que sangran los bolsillos de sus empleados, dan gracias al cielo por los favores recibidos. Santurrones.
La honradez y la rectitud son premisas en el alma y la conciencia de los individuos. No un discurso. Si la gente en lugar de rezar a toda hora se comprometiera a cumplir con los diez mandamientos, este país sería otro…