PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: AGUSTIN RICARDO ANGARITA LEZAMA
El ambientalismo social es una propuesta centrada en el ser humano. Es una mirada integral, donde el ser humano y su entorno son parte de un todo, no están separados ni aislados. Tradicionalmente se mira al ambiente como lo que rodea al ser humano, por lo tanto, se aísla al ser humano del ambiente y se mira este simplemente como un medio, como un objeto, como un  instrumento a usar, a utilizar. Esta concepción de ambiente como separado del ser humano, instrumentaliza al ambiente y lo mira como algo para explotar, para sacarle beneficio. Nunca para cuidarlo.
El capitalismo es un sistema económico fundamentado en la ganancia, en la obtención de rentabilidad y lucro. Para el capitalismo todo es una mercancía que se compra y se vende, incluyendo el entorno social, el ambiente.
Un gobierno serio asume como propia la responsabilidad de que toda intervención que se ejecute puede tener consecuencias sobre los seres humanos, y que esto se debe evitar o por lo menos mitigar. Pero siempre asumiendo que se debe conservar, proteger y preservar el ambiente para hoy y para el futuro.
La minería informal, por sus características, no cuida el ambiente. Genera muchos problemas para hoy para el futuro. Es una fuente de contaminación muy peligrosa. El gobierno pasado, de la seguridad democrática, basaba su proyecto de desarrollo en la confianza inversionista.

El gobierno de la Prosperidad democrática ha tomado como una de las banderas para el desarrollo la locomotora de la minería. Esta locomotora minera tiene como fundamento la gran minería, la minería de extracción a gran escala, que supuestamente supera los conflictos de contaminación y daño ambiental de la minería artesanal y genera progreso y bienestar.
La minería a gran escala es una propuesta del capitalismo. Una propuesta basada en el lucro, la ganancia y la acumulación de riqueza. Para la minería a gran escala la naturaleza es una mercancía, igual que las personas y todo lo que existe. Es la esencia del capitalismo.
En Ibagué estamos asistiendo a una explosión de la minería en la que prácticamente todo nuestro territorio ha sido pedido como concesión minera. Pero esto ha sucedido sin que la ciudadanía se entere. Es como una avanzada clandestina de la megaminería en el territorio ibaguereño.
Este avance silencioso ha creado una gran desconfianza. Además la socialización de los intereses de la megaminería no ha sido clara. Para los ciudadanos ibaguereños hace falta mayor claridad en los alcances de los intereses y responsabilidades de la megaminería.
La megaminería aumenta la vulnerabilidad ambiental, social, económica e institucional del municipio. Por lo tanto, la megaminería debe resolver todas las dudas, todas las inquietudes y convencer con argumentos sustentados que de verdad respeta y protege al ambiente.
Debemos dar un paso adelante. Pasar de la confianza inversionista, en la que se dan todas las garantías a los inversionistas, a la confianza en los inversionistas, en la que las garantías se le entregan a la comunidad. Los inversionistas deben darle a los ciudadanos todas las garantías en lo que tiene que ver con el respeto y el cuidado del ambiente para el presente y para el futuro. Si esto no sucede es porque los inversionistas no quieren responsabilizarse de los posibles daños a la naturaleza y los humanos somos naturaleza.