Por: Alberto Bejarano Ávila
A diferencia de las
personas que inexorablemente envejecemos, una región tiene que rejuvenecer
porque cada día la avivan nuevas generaciones, saberes, invenciones,
tecnologías, referentes, etc. Si la región avejenta, grave mal de orientación
sufre y sus allegados tendrían que prestarle pronta y severa atención, so pena
de que la mayoría de vecinos sean condenados a vivir a perpetuidad en el raro
mundo de la paradoja, donde lo creativo, sagaz e industrioso de cada quien debe
cohabitar con el atraso en razón a que, teniéndolo todo, esa región fue incapaz
de vivificarse y prosperar.
¿Por qué el desarrollo ha
sido arisco con el Tolima? ¿Por qué no hemos podido ingresar al “club de
regiones progresistas”? Sin duda el tolimense, además de causas, conoce
obstáculos que impiden mejor suerte, pero, así cada quien se indigne a su modo
por el poco o ningún progreso del Tolima, digamos, en los últimos 30 años, lo
cierto es que nunca intentamos hacer esfuerzos intencionados y convenidos para
desencadenar una reacción colectiva que nos permita salir del atolladero.
El subyacente y compartido
anhelo de épocas mejores, sumado al reto de no ser inferiores al clima
pacifista que hoy vive el país, anima a decir que no es utopía pensar que el
nuestro es territorio abonado para que quienes tienen el indelegable y hasta
hoy diferido deber de construir desarrollo, examinen errores del pasado y se
decidan a reinventar visiones, estrategias y acuerdos que hagan efectivo
nuestro desempeño social, político y económico hacia el futuro.
Aludo a intelectuales,
academia, asociaciones de empresarios y trabajadores, colectivos sociales,
medios y al ciudadano raso y, por qué no, al político que quiera fungir como
promotor confiable de un proyecto de prosperidad. Converger de manera tácita o
acordada hacia nuevos enfoques de desarrollo sólo es posible a partir de
lecturas consensuadas de la realidad y, por ello, deseo invitar a un atisbo
crítico de lo ocurrido en los últimos 30 años (al joven sobre vivencias más
cercanas).
La idea es que cada quien
“haga un paneo” sobre problemas puntuales y sabidos y juzgue si estos ya se
enmendaron, están en vía de solución o han agravado con el pasar del tiempo. El
ejercicio facilitará una percepción amplia y honrada (lectura consensuada) de
si estamos progresando o si cada día retrocedemos y nos arruinamos en todo
sentido. Elegir camino en en esta encrucijada es de vital importancia para
precisar si seguimos en las mismas o nos decidimos a cambiar.
Este el listado parcial de
problemas que Usted podrá ampliar: desempleo, subempleo, indigencia,
drogadicción, corrupción, trabajo infantil, gota a gota, inseguridad,
desatención en salud, debilidad de inversión pública, fuga de talentos,
inmadurez democrática, politiquería, anarquía urbana, daño ambiental, abuso
tarifario en servicios públicos, baja calidad y cobertura educativa, apatía
social, declive del empresariado endógeno, abandono rural, decadencia cultural,
bajón deportivo, saqueo de recursos naturales, deterioro del contrato laboral,
retraso en turismo, ruindad moral.
Si el examen muestra que
vamos bien, admitiré que soy crítico visceral y necio, pero si dice que vamos
mal, entonces seguiré porfiando en que el análisis de contexto no debe ser
coyuntural sino histórico, como histórica debe ser la solución. Con lenguaje
efectista y “obras urgentes” (así sean buenas) no construimos desarrollo
sostenible, son emprendimientos estratégicos multisectoriales los que, por
interacción sinérgica, hacen concurrente, coherente y posible la vía correcta
hacia el progreso. A problemas sabidos, soluciones inéditas, compartidas y
audaces.