¿ASOMAN OREJAS DE ZORRO?
ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Hace varias semanas y de modo sistemático vienen produciéndose noticias nada alentadoras respecto al INSTITUTO IBAGUEREÑO DE ACUEDUCTO Y ALCANTARILLADO IBAL, noticias sobre antiguos y sabidos problemas que pudiéndose resolver con facilidad, cosa anormal y extraña, nunca se han encarado con decisión, pero si se usan para aguijonear predisposición en la comunidad para que exija soluciones desesperadas. La última noticia sabida, bastante discutible por cierto, es la baja calificación otorgada por Fitch Ratings Colombia (?) por la decreciente generación operativa, la injerencia política y la dependencia de recursos externos. Recordemos que de tiempo atrás vienen martillando sobre cortes, turbiedad, bocatomas, falta de recursos, pero, y he ahí la paradoja, con esa misma persistencia ni se urgen ni se ventilan soluciones concretas y sobre todo soberanas.
No es paranoia el que estemos viendo como empiezan a asomar orejas de zorro acechando el recurso más valioso que poseemos los ibaguereños: el agua. Nada de raro, habidas experiencias, es que se pueda estar montando la película de la inviabilidad del IBAL para enajenarlo a alguna de aquellas trasnacionales de codicia insaciable que todo lo quieren para ellas sin importar la miseria que causen a comunidades tradicionales como la nuestra. Debe recordarse que, con la complicidad de sofistas vende regiones que sostienen que “no importa quién presta un servicio público con tal de que lo preste bien”, ya pasaron a manos foráneas la recolección de basuras, la electrificadora, la telefónica, y muchos otros bienes públicos y privados. “Aquellas” vienen por todo, por nuestros bienes, nuestra dignidad, nuestra soberanía, nuestra esperanza y a cambio solo dejan miseria e incertidumbre. Es hora del ¡no más! del ¡paren ahí!, es el tiempo de un Tolima soberano.
El agua es “el mejor negocio del mundo” porque es el recurso más vital del mundo y, el IBAL, es uno de los pocos “monopolios” económicos admisibles que hay. Capta, trata, distribuye y factura sin competencia alguna, excepto los acueductos comunitarios y por ende no puede ser inviable ni tiene excusa para la ineficiencia técnica y administrativa ya que sus proyecciones financieras no están amenazadas por un competidor, sus estructuras de costos pueden racionalizarse, la tercerización laboral no es necesaria, los controles se pueden ejercer y, desde luego, puede tecnificarse y profesionalizarse. Claro, es imperioso ahuyentar la politiquería que convirtió al IBAL en su caja menor, es necesario rediseñar su modelo empresarial y es conveniente que su junta directiva y sus auditajes cuenten con actores capaces y probos de la sociedad civil ibaguereña.
¡Pilas pues! No debemos confiarnos, el recurso agua es “mil veces” más precioso que el oro porque es insustituible, porque es futuro y, en Ibagué, el agua rebosa, pero está amenazada por la megaminería y está amenazada también por multinacionales del agua, por zorros con acento enredado que ya empiezan a asomar sus puntudas y grandes orejas.