PERIÓDICO EL PÚBLICO

PINTOR, CINEASTA, MUSICO, POETA Y ...........

PUBLICADA HOY EN 
La responsabilidad es básica en Coaching, tan fundamental que sin responsabilidad no hay Coaching. El actor debe asumir su parte de responsabilidad para tomar las acciones adecuadas para influir en su cambio.
La excusa típica "yo no soy responsable" es válida muy pocas veces. Somos mucho más responsables de nuestro destino de lo que nos pueda parecer. Siempre podemos preguntarnos ¿podríamos actuar de otro modo? casi seguro que la respuesta es siempre un sí rotundo.
Cuando uno ve las tremendas historias de superación personal, es muy difícil pensar que no es posible asumir la responsabilidad y afrontar el cambio tal y como venga.
La responsabilidad, una vez asumida, ayuda mucho porque descarga nuestro pensamiento, nos libera de la culpa por las consecuencias de las acciones y nos permite encarar el futuro. Enfrentados a una situación, pensemos en qué parte somos responsables, asumámoslo y tiremos para adelante.
El "yo no fui" nos ancla en lo más profundo del comportamiento pueril, desde ese enfoque será imposible el mejorar, echaremos la culpa a otros y esto no nos permitirá progresar. Frase típica "el vaso se ha roto"... que yo sepa ningún vaso sale andando y se cae por el precipicio... use este tipo de expresiones lo mínimo, sea valiente y diga mejor "coloqué el vaso demasiado cerca del borde..."
El Coaching sólo será posible desde la responsabilidad autoasumida, otro tipo de actuaciones no serán Coaching.
A UN CLICK DE SER PARTE DEL PLAN DE DESARROLLO
PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN FORMULACIÓN DEL PLAN DE DESARROLLO, TAMBIÉN PUEDE SER VIRTUAL

Además de los talleres comunitarios para la formulación del Plan de Desarrollo Municipal, los ibaguereños  también podrán participar en el proceso a través de la página web www.alcaldiadeibague.gov.co
Con el objetivo de ampliar la participación de la comunidad como actores fundamentales para el gobierno del 'Camino a la Seguridad Humana' en el proceso de formulación del Plan de Desarrollo, fue  habilitado en la página web institucional el link ´Participe en la construcción del Plan de Desarrollo' ubicado en la parte superior.
Los cibernautas allí encontrarán documentación relacionada para la construcción del plan de desarrollo 2012 - 2015, y pueden escoger con un click entre 24 áreas para realizar los aportes. Para esto, tan solo deben suministrar unos datos personales básicos como el nombre o el correo electrónico, con el fin de establecer comunicación entre la Administración Municipal y las personas interesadas en participar del proceso



EL EDUCADOR
PEDRO JOSE LEAL QUEVEDO

Miguel Ospina dijo adiós (1934-2012).
Por: Carlos Orlando Pardo
MIGUEL OSPINA GÓMEZ
Cuando mi libro Los adelantados se encuentra a pocas horas de impresión y ofrezco los últimos ajustes para dar el visto bueno, me sorprende mi hijo, a quien celebramos el cumpleaños, con la noticia de la muerte inesperada del compositor y poeta Miguel Ospina Gómez. Como siempre ocurre en estos casos, la confidencia produce un escalofrío inesperado y un dolor por su ausencia repentina, por cuanto no existía ninguna señal que nos hiciera prepararnos para el infortunio. La semana anterior, apenas a seis días, nos encontramos casualmente en la cafetería Juan Valdés, donde nos saludamos con el mismo afecto de ya no pocos años. Tenía el mismo tono fresco y cantarino de su voz melodiosa, la infaltable compañía de Deysi, su sombra inspiradora y sin la cual no era fácil verlo por la calle y aquella amabilidad proverbial y caballeresca que lo vistió por siempre. Conversamos poco amenazándonos con que pronto deberíamos dialogar largo para contar de nuestros sueños y hablar del libro inédito de poemas que conservaba. Finalmente lo vi alejarse por la avenida hasta que se perdió. Ahora se me vienen en tropel las historias que me contara cuando lo entrevisté para el libro Músicos del Tolima Siglo XX y los años en que fuera mi profesor de filosofía en la Universidad, su época de rector en la misma institución, sus viajes a los Estados Unidos para especializarse en educación superior y el último cargo que tuvo como rector del Conservatorio de Música. Igualmente las noches de bohemia, algunas en su casa, donde nos contaba cómo no había cumplido aún los seis años cuando Miguel Ospina, el viejo, le regaló el primer tiple que tocó en su vida. Era uno de esos pequeños  y ensoñadores instrumentos  que construía Saturnino Madrigal  en la vereda   Santa Marta  del Municipio  de Coyaima, por allá  a finales  de la  década  del treinta. Remontarnos a los orígenes de la historia musical de Miguel Ospina es regresar a la Coyaima  de su infancia  donde nació  un 22 de  noviembre de 1934  en  medio  de una familia de músicos  con los que aprendió, antes que las primeras letras, las primeras canciones de ese inacabable repertorio con el que llenó  más de medio  siglo de su existencia. Al lado de su padre, un viejo jugador de gallos que tocaba el tiple, aprendió  a reconocer y a querer los rumores del río Saldaña  en las tardes  cálidas  de pesca, el amor entrañable por la música y las primeras melodías  que juntos cantaban  desde el vaivén  grato de una  enorme  hamaca  mientras  su madre, Eugenia Gómez, le enseñaba  con amorosa paciencia  las primeras  letras un par de años antes de cumplir  la edad necesaria para entrar a la escuela.Miguel  Ospina, el viejo, el “Cantor del Pueblo”,  se  fue un día con su música hacia la eternidad y entonces la familia, luego de vender la casa por cien pesos,  se marcha para Ibagué donde el  niño Miguel inicia la primaria en la Escuela Boyacá.  Allí  conoce al maestro Darío Garzón, su profesor de música y el iniciador definitivo de su quehacer artístico,  hace parte de todos los conjuntos musicales  y participa en eventos inter-escolares para ser seleccionado como representante en el programa que por esos tiempos presentaba  La Voz del Tolima, donde actúa como solista  y luego en dueto acompañado en la segunda voz  de José María Ruiz. Al terminar la primaria, gana por concurso una beca  de la Secretaría de Educación  e inicia  el bachillerato  en el Colegio de San Simón  en el año de 1948. Nuevamente Darío Garzón aparece  en  su  camino musical  como maestro  y director del coro estudiantil.  En  esa época conoce a Álvaro Villalba  y es su compañero de curso  Pedro J. Ramos;  y  todos juntos  asimilan las enseñanzas  y el estilo  del maestro mientras Miguel perfecciona la ejecución del tiple  al lado del también profesor de música Alfonso Viña Calderón.  Finalizado el bachillerato en  1953, comienza su carrera como docente en el Colegio Cooperativo junto a Carmenza Rocha, plantel en el que trabajó dos años para luego ingresar al  Conservatorio de Música  del Tolima  en las masas corales por los días en que era su director el maestro Italiano Nino Bonavolonta.  En el 56, y gracias a una beca del concejo municipal que gana otra vez por concurso, ingresa a la Universidad Nacional de Colombia  para estudiar filosofía y letras, carrera que sigue impecablemente, siempre con matrícula de honor.  Combina sus estudios superiores con las clases de latín en el Colegio de la Presentación de Chapinero, en uno de los periodos más fértiles de su producción artística en los géneros de  poesía y música.  Ofrece por esos días recitales como canta-autor  en la Menéndez  y Pelayo de la  Universidad  Nacional  y en la  emisora Nuevo Mundo  de Bogotá  en el programa  de  Tocayo  Ceballos, así  como también en Ondas  del Puerto de Girardot,  La Voz del Espinal,  La Voz  del Gualí, en Honda, La Voz de Bogotá  y Ondas de Ibagué en el año de 1958.  Al año siguiente es acogido por la Universidad Nacional  para representarla en el Primer Festival Nacional del Folclor en Ibagué, y en el mismo año, 1959,  es galardonado  por el presidente  Alberto Lleras Camargo  con la Medalla Tiple de Oro en el concurso de Composición  e Interpretación  Universitaria,  haciendo dueto con Luis Enrique Parra,  dueto que ellos bautizaron Los Ibaguereños  y con el que se convirtieron  en los embajadores  del departamento en Bogotá,  ofreciendo recitales  en los clubes  más importantes  de la capital,  entre ellos  el centro Social  Tolima  Grande  y el Club  del Comercio. A comienzos de la década del sesenta, Miguel Ospina publica fragmentariamente su obra ensayística y poética en diferentes suplementos literarios, en el periódico La República con notas de la escritora Dolly Mejía,  siendo director Silvio Naranjo Villegas y en otros medios de comunicación  escritos.  Ese mismo año regresa a Ibagué llamado por el gobernador Rafael Parga Cortés que lo nombra director del departamento de  extensión cultural  del Tolima, adscrito a la Secretaría de Educación Departamental,  cargo en el que reorganiza la Biblioteca Mutis  y la trastea definitivamente del Conservatorio al primer piso de la Gobernación, mientras que en la sala Alberto Castilla  realiza gran variedad de eventos, entre ellos el primer recital de poesía tolimense  donde participan  Juan Lozano y Lozano, Luis Enrique Sendoya,  José Pubén,  Jorge Ernesto Leyva, Luz Stella,  Liborio Aguiar  y el mismo Ospina leyendo y recitando sus poemas así como  el Encuentro  Nacional sobre la Violencia en Colombia  con la presencia de  Orlando Fals Borda,  Gerardo Molina  y el sacerdote revolucionario Camilo Torres. Al renunciar al cargo  en Extensión Cultural,  se vincula a los colegios de San Simón,  Oficial de Señoritas,  Jiménez de Cisneros,  San Luis Gonzaga y Normal de Varones como docente, hasta su nombramiento como catedrático de la Universidad del Tolima en el año de 1961. 

En la Universidad funda  el departamento de Humanidades, es decano de estudiantes, director  del Instituto de Artes Básicas  y Ciencias,  jefe de Extensión Cultural,  decano académico,  representante del Ministro de Educación ante el Consejo Superior, en una inagotable actividad  humanística y profesional  que lo llevó a pensionarse luego de 33 años de servicio.  Entre 1975  y 1977  fue rector  del colegio de San Simón.  Magíster de la Universidad de Michigan, E.U.,  vicerrector académico  del Conservatorio  de Música del Tolima, editorialista  del diario El Nuevo Día,  delegado de Sayco para el departamento y catedrático en la Universidad Cooperativa de Colombia, son, entre otras, algunas de las tantas actividades  que Miguel Ospina realizó  en su largo período intelectual, incluyendo al final la dirección del Conservatorio de Música donde estuvo por algún tiempo.

En su vasta producción musical, donde letra y melodía nacen simultáneamente como una devoción sin fronteras por su amada tierra, Miguel Ospina evoca sus horas infantiles al arrullo melodioso del Saldaña  en su danza Dulce Coyaima Indiana, consagrada como el himno de su pueblo e inmortalizada entre otros intérpretes por el dueto de Garzón y Collazos.  Otras danzas suyas son Ortega tierra guerrera,  donde se hace perpetuo el espíritu de Quintín Lame;  Natagaima  o la evocación a Cantalicio Rojas,  La ibaguereña,  Danza madre tierra,  Son de cuna coy   y  Lamento Campesino,  los bambucos Pasión indiana,  Brilla el fuego de tu amor,  Desvarío,  Compadre Gumercindo,  Calentanita tolimense  y  Stella Márquez;  Los pasillos Como mueren las tardes, Chinita campesina,  Venadillo Manurá,  homenaje al cacique de ese pueblo  escogido como el Himno Municipal;  Qué mas quieres de mí,  ganador del primer premio  Centauro de Oro  en el Festival de la Canción Colombiana  de Villavicencio  en el año de  1976. 

También se encuentran entre su producción los boleros  Rosas y Sueños,  Confesión,  Preludio,  Amor eterno, Lamento;  el torbellino  Opitorbellino  y otras páginas inspiradas en su terruño, en la mujer tolimense o en nuestras fiestas tradicionales, recogidos en los largas duración Dulce Coyaima Indiana  que interpretan Garzón y Collazos, Como mueren las tardes  de los Hermanos Casallas,  Qué mas quieres de mí, grabado por el dueto Viejo Tolima y por Guillermo Giraldo, Venadillo  Manurá  y Negra mía. Otras canciones de grata recordación son Ibaguereña primaveral  y el bambuco fiestero Noche de San Juan, declarado  fuera de concurso en el Tercer Festival Nacional  del Bunde en el año de 1975;  o las más recientes  La tarde y tú , nacida  en un atardecer  mientras viajaba con su esposa  Daissy,  con la que estuvo casado desde  1960  y que fue fuente permanente de su inspiración  musical  y Cómo me duelen los hijos, recordando a Claudia Patricia,  Miguel Ángel y Alexandra, sus hijos amados.

Entre otros,  ha recibido  Miguel Ospina  el Primer Premio del Festival Nacional  de la Canción Colombiana  de Villavicencio  en 1976  y en el mismo año la Orden del Bunde  en el Espinal  y la Orden del Pacandé en Natagaima;  pergamino  y Medalla de Oro  Venado de Oro, en Venadillo,  1980,  y la Orden Ciudad Musical un par de años antes en la ciudad de Ibagué; el Diploma al Mérito  SAYCO, Bogotá, 1982;  La Medalla Alberto Castilla en 1983;  la Orden Garzón  y Collazos  en  1989;  la condecoración  que lleva su nombre otorgada en Coyaima en el año de 1990 y la Medalla Cacique  Calarcá  de la Gobernación Departamental.

    Agrupaciones como el trío América de Medellín y el dueto Los Inolvidables, han interpretado temas de su autoría como Qué más quieres de mi, y la danza Cómo me duelen los hijos, incluida también por el grupo Tierra buena fue su último trabajo discográfico.Luego vendría una etapa importante como delegado social de Sayco, en donde logró la afiliación de sus asociados a un régimen de salud, un proyecto que asegura parte del futuro de quienes alimentan la historia musical del departamento.En noviembre de 1999 asume la dirección del Conservatorio del Tolima con el objetivo de modernizar la institución y buscar una educación cada vez más personalizada, pero pronto se retira de sus claustros.Como el título de su libro inédito Una canción vital profunda, igual  fue hasta hoy la existencia de Miguel Ospina Gómez, un verdadero “Pijao de gran altivez”,  como lo define en la danza Dulce Coyaima Indiana. Así fue  Miguel  Ospina, el hijo de Coy  y el hijo  del Cantor del Pueblo, el mismo que desde sus canciones nos ha enseñado a querer por igual los remansos vespertinos del Saldaña  y el paisaje todo de ese Tolima que respira siempre en cada nota musical.
COLOMBIA REQUIERE DE UN PROYECTO DE AUTÉNTICA UNIDAD NACIONAL
Por: Jorge Enrique Robledo
Ninguno de los países que han construido economías con ingresos per cápita altos o en vía de alcanzarlos pudo lograrlo sin un proyecto de unidad y desarrollo nacional concebido como un plan de largo, mediano y corto plazo, en el que la nación, con los sectores que la componen, acordó propósitos comunes de progreso y bienestar. Un caso que puede ser clásico en este sentido es el de la llamada Revolución Meiji (1867-1912), que consistió en que la élite del Japón medieval, con emperador y todo a bordo –luego de conocer la Europa de la Revolución Industrial–, decidió llevar el país por el sendero del capitalismo y la industrialización. Que pocos lustros después desapareciera el analfabetismo ilustra el tipo de propósitos de un auténtico proyecto de unidad nacional.
Alguien pensará que esa es la “unidad nacional” de Santos, porque congrega al 95 por ciento del Congreso y a las cúpulas de los gremios empresariales. Pero si se miran los resultados de sus políticas, y las de los gobiernos anteriores, que son las mismas, por lo menos desde 1990, cuando embarcaron al país en el libre comercio, se verá que no hay proyecto de unidad y progreso nacional sino un acuerdo entre ciertos sectores y personas para favorecerse ellos mismos, pero no a la nación colombiana como un todo, con algo que lo empeora: es cada vez más excluyente el grupito de poderosos beneficiarios de las determinaciones oficiales.
La primera muestra de que no hay un proyecto de unidad nacional –que le sirva a toda la nación, que es de lo que se trata– lo da que Colombia es el tercer país más desigual del mundo y que la pobreza martiriza a la mitad de la población, mientras en Estados Unidos, Europa y Japón ronda por el diez por ciento. ¿Proyecto de unidad nacional con esa desigualdad? ¿Donde la política económica no tiene como prioridad el empleo y mejorar las condiciones de vida y de trabajo, para constituir un vigoroso mercado interno? ¿Con un sistema de salud en el que pierden pacientes, médicos, enfermeras, clínicas y hospitales y solo ganan los intermediarios financieros? ¿Si los bancos amasan utilidades que asombran, el crédito se concentra entre poquísimos y a los demás colombianos que logran conseguir uno les cobran tasas de interés muy altas? ¿Cómo es de unidad nacional el objetivo de concentrar la construcción de obras públicas en las trasnacionales y los financistas, mientras se excluye o somete a formas de subcontratación leoninas a la ingeniería nacional? ¿O una concepción educativa que toma a las inteligencias nacionales y las deja sin formación o a poquísimas las forma con un relativo buen nivel, mientras a las restantes las somete a una educación de calidad tan mediocre que las aliena?
¿Cómo puede ser de unidad nacional un proyecto en el cual se firman acuerdos internacionales que obligan a Colombia a importar los alimentos que puede producir, dejando sin como emplear productivamente a millones de colombianos y de hectáreas? ¿O como el suscrito con México y los TLC con Estados Unidos y el que pretenden con Corea, que destruyen la industria que sobrevive, cuando se sabe que sin industrializarse Colombia no podrá salir del atraso y la pobreza? ¿O una política cambiaria y de libertinaje de los capitales foráneos calculada para lucrar la especulación financiera, que revalúa el peso y especializa al país en la minería de las trasnacionales?
Si los colombianos no construimos un sueño colectivo de progreso, no simplemente a partir de sumar aspiraciones individuales, incluidas las que le hacen daño al país, la nación no podrá desplegar todo su potencial, que es enorme, como ocurre hasta ahora. El evidente fracaso de las orientaciones económicas y sociales que se le han dado a Colombia indica que hace falta armar un proyecto político de auténtica unidad nacional, con trabajadores, campesinos y empresarios y sin sectarismos políticos.
Coletilla hasta cómica: fue un sainete el acto en el que hace unos días Santos les “entregó” una finca a unos campesinos en Ayapel, Córdoba. Porque la Dirección Nacional de Estupefacientes le había pasado esa propiedad al Incoder en 2005 y este se la adjudicó provisionalmente a los labriegos en 2006, ¡hace seis años! Lo nuevo fue que en diciembre concluyó el proceso legal de la extinción de dominio (http://bit.ly/ycCjMY). Este espectáculo, y el de Barranquilla, sirven para silenciar que este año solo se les restituirán tierras a 2.100 víctimas de la violencia, de las 160.000 que prometió el gobierno (http://bit.ly/Ahieqd), de un total de 350 mil. Nada permite prever que esta promesa se cumplirá.