PERIÓDICO EL PÚBLICO

ESTADÍSTICAS, POLITIQUERÍA Y GOBERNANZA
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
El mundo de las cifras ha ganado importante terreno en la credibilidad de las personas, lo que no quiere decir que sean verdaderas o reales. Es frecuente usar las cifras como indicadoras, como evaluadoras o determinadoras de caminos a seguir. Por eso las estadísticas han tomado un vuelo inusitado y se usan para casi todo. Una utilización que se va haciendo permanente es la de medir el trabajo y el impacto de los gobiernos.
Se parte de creer, equivocadamente, que los datos tienen existencia propia y que están ahí, esperando que los investigadores los recojan o los registren. Como recuerda Atilio Boron, los datos no hablan por sí mismos. Ellos sólo hablan cuando una formulación teórica les aporta el don del lenguaje, por lo tanto, no son un producto neutro, ni un límpido espejo en el que se refleja la realidad social, sino el resultado de una concepción teórica y de una metodología de los que los construyeron y les dieron vida. Por eso se dice que las estadísticas obedecen a los intereses de los que elaboran los formularios y las encuestas, determinan las variables y construyen los datos. Otros más dramáticos señalan que las estadísticas serían una forma científica de decir mentiras.
Hasta aquí el problema sería meramente una discusión académica. No obstante, son muchos los gobernantes que se dejan seducir por las encuestas y pretender gobernar a punta de ellas. Con sondeos de opinión miden popularidades y se esfuerzan, no en gobernar bien sino en satisfacer los aspectos que indican esos sondeos. De esta manera laconcepciónsistémica de un gobierno se rompe y se traslada a acciones puntuales, aisladas y efectistas.
Más que preocuparse por las encuestas, lo que deben tener en cuenta los gobernantes es que en cada acto de gobierno se reproduce y se recrea el estado. Sucede que el estado no es una estructura que está ahí, ordenada por leyes y expresada en personas y bienes muebles e inmuebles, sino que es una estructura generada permanentemente por los actos de gobierno. Es decir, si no hay actos gubernamentales no hay estado, porque el estado aparece en el movimiento, en la dinámica de gobierno, en las acciones que se ejecutan. Pero no es hacer actos de manera desarticulada y no planeada. Es tener una visión integral de gobierno, donde cada acto obedezca a una planificación que genere procesos y por tal motivo, que esos procesos produzcan toda una dinámica que materialice al estado.
Además, los actos deben ir más allá de la eficiencia y la eficacia en la ejecución de recursos y dejar, en cambio, réditos en calidad de vida, en generación de confianza en los ciudadanos, en movilización ciudadana, en satisfacción colectiva con sus gobernantes, en interlocución honrada y fluida donde se pretenda decir siempre la verdad, en esfuerzos permanentes por entender y hacerse entender, y, sobre todo, en desarrollo social.
Los gobernantes para combatir la politiquería y sus vicios de gobernar con mentiras deben establecer canales de comunicación que permitan exponer de manera abierta y detallada los argumentos que justifican sus acciones, entregando datos confiables para evitar suposiciones y creencias que desvirtúan las realidades. Los consejos locales de gobernanza son un vehículo privilegiado para dialogar con la ciudad, con el municipio, con sus gentes. Gobernar con la gente es mejor que un sondeo de imagen o ganar una encuesta.

Creada alta comisión oficial para celebraciones del natalicio de Palacio Rudas.
Por: Carlos Orlando Pardo
El ejemplo que en su vida y por su obra dio para el país Alfonso Palacio Rudas, no podía generar menos que acciones trascendentes de parte del gobierno del presidente Santos, discípulo suyo y a quien con regularidad evoca en sus conversaciones públicas y privadas. Por eso, con motivo de la conmemoración de su natalicio, acaba de constituirse por decreto 0872 del 27 de abril, la Comisión para estos efectos que ya publicó la página de la Presidencia de la República. Me parece aleccionador lo que acaba de darse gracias a una idea luminosa surgida de Jairo Rivera Morales no sólo para integrar la comisión preparatoria sino para buscar eco que se concretó hace unas semanas en Honda, adonde tuvimos el privilegio de estar y participar. Es una nómina de lujo donde de 17 miembros se cuentan diez y dos más con ascendencia en Honda como Clara López y Ernesto Samper y los demás tuvieron una estrecha relación con el maestro.  Ahí están las altas puntas del gobierno y de entidades nacionales y académicas. El ex presidente Ernesto Samper, el Ministro de Hacienda y Crédito Público, nuestro paisano Juan Carlos Echeverry, la Contralora General de la República, el Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre, el Gerente del Banco de la República, el ex presidente de la Corte Constitucional, Mauricio González Cuervo, el ex Procurador General, Alfonso Gómez Méndez, la ex alcaldesa de Bogotá, Clara López, el ex gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, así como la presencia del Gobernador del departamento y del Alcalde de Honda, junto a los destacados intelectuales Néstor Hernando Parra, Augusto Trujillo Muñoz y Jairo Rivera Morales y los ex gobernadores Ariel Armel y Yezid Castaño. Sus nombres son elocuentes para garantizar la ejecución de las propuestas que se iniciaran brillantemente por el mejor senador del Tolima que es Juan Lozano. Son hasta ahora cuatro meses de acción y seguro una gran apertura para Honda con el entusiasmo que pone su alcalde. Ahí estamos todos los tolimenses porque se trata de un trabajo colectivo en donde todos debemos participar. Para el próximo 12 de junio en que se cumplen los cien años del natalicio del hombre que no tragó entero, del exministro de hacienda y del exsenador de la república, del exconstitucionalista del 91, del periodista y del diplomático, del pensador y el que desarrolló la ciencia económica del país, comienzan en grande los actos con esta comisión especial. Esperemos entonces la Ley de Honores que aprobarán todos los parlamentarios donde se sentarán las bases del estímulo y del desarrollo de la ciudad natal de Palacio y del norte del Tolima. 
El pianista que llegó de Hamburgo
La nueva novela de Jorge Eliécer Pardo
Por: Carlos Orlando Pardo
La novela que la reconocida editorial colombo mexicana Cangrejo acaba de publicar de mi hermano Jorge Eliécer Pardo, deja la agradable sensación del aparente regreso de un ya consagrado novelista que llevaba dos décadas de prudente silencio en este género. Se trata de una de las cinco que integran su Quinteto de la frágil memoria, una saga familiar sobre el amor y el desplazamiento permanente a que hemos estado sometidos los colombianos desde tiempos pasados y que en estrecho maridaje con la historia ficciona las diversas guerras del país y América Latina. El pianista que llegó de Hamburgo, hermosa edición que inaugura una serie para el mundo hispano, se presentó como una novedad en la Feria Internacional del Libro y desde luego en noviembre en la de Guadalajara, en México, al tiempo que en otros cercanos y remotos lugares. Sin duda, los numerosos lectores y críticos de Pardo, vuelven al encanto de sus fábulas desencantadas frente a la brevedad de la vida y la gracia perenne de lo permanente del amor y la memoria, el cofre donde reposa la presencia de capítulos que han estremecido a la sociedad y tocan en mayor medida a sus protagonistas, vueltas por fortuna literarios bajo el hálito de la poesía y la palabra justa.  Desde luego que fui un lector privilegiado al conocer de primera mano las diversas versiones que escribiera sobre cada uno de ellos a lo largo de quinquenios. Pude así gozar de la magia de las transformaciones y cambios siempre para ser mejoradas y finalmente la alegría por saber que empieza ese extraño camino de los libros en busca de capturar la atención del lector. No se trata, por fortuna, de un volumen más en medio de la turbulencia de obras que inundan el mercado, sino de una bien particular, porque en medio del universo creado alcanza a penetrar de manera punzante en el alma de sus protagonistas para descubrir sus más íntimos secretos y sentimientos alrededor del amor y la muerte, el placer y las evocaciones, la reconstrucción de existencias en lucha constante por sobrevivir. Es el drama del peligro de existir entre el bullicio del riesgo y la violencia que asoma su cara terrible en cada esquina para cambiar destinos.
Como lo hizo ya con las Weismann, El pianista que llegó de Hamburgo es la historia de otro alemán,precisamente Hendrik Pfalzgraf, judío-alemán, sobreviviente de las guerras quien huye de los nazis en su tierra y llega a Colombia, en concreto a Bogotá en búsqueda de paz y libertad para poner su escuela de música y su venta de pianos, tropezándose con la mala fortuna que por aquí, se inician los incendios y la violencia porque han asesinado al líder popular Jorge Eliécer Gaitán y la capital del país es destrozada, destruyéndose bajo las llamas implacables su escuela y sus pianos, todo en la fecha fatídica del 9 de abril de 1948, conocida como El Bogotazo.
La historia transcurre de 1920 a 1985 y se puntualizan aquellos 65 años sin que aparezca la paz pero sí el amor, la música y el siempre añorado retorno. El trasegar de ese inmigrante que huye de la Segunda Guerra Mundial para deslizarse y hundirse en la violencia de mitad de siglo, lo deja sin espacio en el mundo como un errante solitario y triste que busca inútilmente por las calles y casas desmoronadas el amor imposible que igualmente ha derruido y carbonizado su ánimo, pero nunca la esperanza de encontrar a la mujer de la flor amarilla que encarna el paraíso perdido. Todo es un ritual dramático que con alto lirismo de diamantes poéticos y existenciales adorna sus sueños y sus terribles pesadillas, guiándolo hacia los abismos insondables de losconciertos y la caída final. Entre tanto, Hendrik-Nosferatu, poeta romántico moderno, interpretará el Concierto Número Uno de Johannes Brahms, una ejecución sin fin que deambula por el barrio de La Candelaria, los Llanos Orientales y las selvas del sur del territorio adonde lo empujan sin remedio las circunstancias atorrantes de huir para no llegar a parte alguna dónde resguardarse del infierno.

El pianista que llegó de Hamburgo, refleja sin piedad los acontecimientos que corresponden a la memoria de los derrotados en el conflicto colombiano. Así pasan las páginas sin que por un solo minuto asome el cansancio porque la tensión permanece y el deseo de saber el final nos conduce hasta su última palabra. Pero aquí no se trata sólo de la historia que resumida puede parecer sin encanto, sino de la eficacia del lenguaje, la solidez de la estructura narrativa, la simbología que encierra cada acto por inocente que parezca.

La novela de Jorge Eliécer Pardo logra crear un personaje inolvidable que en el remolino de la desolación nos enseña la trascendencia del amor en los peores momentos y de qué manera aunque el corazón nos pierda, también nos salva bajo el aire inclemente de la guerra y el abandono, como si la peor orfandad ofrecida por la ausencia y la derrota nos permitiera encarnar la última bandera para llegar al final de nuestras vidas bajo el sopor del onirismo.  
CARLOS ORLANDO PARDO RODRIGUEZ
DECLARACIÓN DE FE A UNA MAESTRÍA
40 años de la Fundación Pijao

Por: FERNANDO AYALA POVEDA
Amado padre en la literatura, amigo del buen ejemplo y buen hijo del consejo sabio: Hoy vives en el reposo fugaz como el buen guerrero. Yo quiero, debo y puedo espiritualmente decir en tres minutos, pronunciar con la lengua de los hombres trescientas palabras. Los hombres buenos, nobles y de verdad de verdad pero de verdad que yo quiera en este mundo, se encarnan en tu voz porque has extendido tus manos de buen hermano para los escritores de Colombia. Es impensable este país sin tu labor y tu yunta. Has abierto surcos, sembrado árboles colosales y desafiado tormentas junto con Jorge y Pablo Pardo. La cultura colombiana sería de verdad una tradición pobre, un territorio esclavo del analfabetismo, un país sin poesía y novela, sin historia y sin proceso creativo. Qué gran autor eres. Si me preguntaras como lo hizo el emperador a Virgilio: “Si no fuera rey, quién sería yo?” Qué respuesta difícil. Pero la respuesta de Virgilio fue exacta: “Serías panadero, porque les das pan a la humanidad. También eres rey porque pan le has propiciado a los lectores, del Tolima Grande; pan de palabra, memoria y de vida a tantos caminantes que leen tus libros a la orilla de los caminos donde el Pijao duerme. No has arado en el desierto. Maestro mío y de todos, pedagogo, narrador, el mejor cuentista corto del mundo, compositor de tantos cielos donde fuimos tan felices Germán Vargas Cantillo, Eduardo Pachón Padilla, Héctor Sánchez, Carlos Perozzo, Gustavo Álvarez Gardeazábal, y miles de miles en este elogio humilde donde ninguno falta. No sólo te has ocupado de los escritores sin casa, sin rumbo, sin lápiz, sino de los que se fueron y vendrán. Cómo te respetamos. Nuestro valiente capitán de la frente en alto, nuestro escritor del humor creador, amante de las anécdotas desconcertantes y la risa en espiral, corazón planetario de la familia Pardo, confidente de su pueblo, narrador oral del Líbano, cronista con música de Rodrigo Silva, jovial hasta reír en colores de las flores de tu casa o en tragedia griega, eres tú de muchos modos. Como no eres retórico, sino visceral y tu dolor por tu país es una herida que duele, entonces, los niños, los jóvenes, los menos adelantados, los que tejen el algodón y comen el arroz del sabor de Rayuela, te brindamos nuestro sudor porque eso fue, ha sido y será, lo que nos enseñaste a trabajar. No tenemos poder, riqueza, sólo sudor para trabajar las artes, con fe, sin desmayar. Eres un hombre libro, la biblioteca universal que forman las páginas de los innumerables tolimenses, músicos, historiadores, economistas, periodistas, constitucionalistas. La historia te acompaña y tu habla son las lenguas del viento y la escritura de la piedra. Que hoy te acompañen cuarenta años más los perfumes del Combeima, tu Jacky amada, tus hijos que escalan cimas. Eso es todo y es el principio de este primer de mayo donde marcho tras los pasos de José Eustasio Rivera en Casanare.

LA MALLA VIAL… FEA EXPRESIÓN DEL SUBDESARROLO
Por: ALBERTO BEJARANO ÁVILA
Por estos días en Ibagué se debate (?) sobre el endeudamiento para atenuar, entre otros problemas, el deterioro creciente de la malla vial. Por enésima vez plantea la solución a medias, casuista e inconsulta, propias de un equivocado y anacrónico estilo de gestión que empeora los males para salir de apuros e impide la apertura de espacios al debate histórico-político, al liderazgo fecundo, a la imaginación y al rigor analítico, caminos indicados para encarar con perspicacia, no un problema, sino toda la problemática del subdesarrollo de la cual el asunto de la malla vial es apenas una de sus tantas como feas manifestaciones.

El endeudamiento sin calcularle su bondad o asegurar el retorno de la inversión es como pedir un préstamo a seis meses para hacer el mercado de un mes, es un modo cándido y primario de encubrir problemas del presente y agravarlos hacia el mediano y largo plazo. Históricamente así es como hemos enfrentado nuestras responsabilidades y por ello es que estamos como estamos. El endeudamiento es opción de transición o apalancamiento, nunca solución de fondo y por ello, “si yo fuera la opinión pública”, juzgaría que el objetivo no es salir de apuros sino alcanzar la prosperidad y, tal vez, toleraría una “hipoteca más sobre el futuro ibaguereño” sólo si antes me hubiesen respondido con claridad estas dudas:

¿Cuándo romperán los dirigentes su raro silencio sobre el PIB negativo del Tolima, indicador irrefutable de que hace muchos años entramos en recesión económica? Resulta lógico pensar que el PIB Ibaguereño representa cerca del 50% del PIB departamental,

¿Cuál es el modelo de desarrollo para Ibagué, cuál es el modelo fiscal y cuáles son las estrategias para hacer del nuestro un municipio próspero, pudiente y autosuficiente?

¿Algún día habrá espacio para los grandes intereses de los tolimenses e ibaguereños en ese egoísta, insaciable y descontrolado aquelarre de pequeños y espurios intereses?

¿Creemos necesario, justo y hora de que surjan auténticos lideratos para que Ibagué pueda frenar su deterioro y erguirse para alcanzar modernidad, dignidad y equidad social?

¿Estamos conscientes de que sin transparencia jamás podrá prosperar la confianza, el civismo, la solidaridad y el trabajo comunitario probo y desprendido?

¿Diferenciamos bien entre la educación impartida para el rebusque y la educación que debería impartirse para alcanzar civilizada convivencia y verdadero desarrollo?

¿Conocemos cómo se gestionan los impuestos, si existe control a la evasión, si hay justicia contributiva y si hay planes de ampliación (sin más impuestos) de la base tributaria?

¿Qué retribución o exigencia de reinversión hacemos a las empresas transnacionales a las que día a día los Ibaguereños y Tolimenses les aportamos cuantiosas utilidades?

¿Cuáles son los planes de modernización, las proyecciones financieras, los flujos de caja y los índices de rentabilidad proyectados para el Ibal, Infibagué y demás “empresas comerciales” del municipio?

¿Para subsanar el deterioro de la malla vial, además del insuficiente empréstito, se han examinado, discutido y propuesto otras acciones posibles? Ejemplos damos: Verdadera gerencia de infraestructura; encargo fiduciario para acopiar recursos de diferentes fuentes; precisar por comuna los km a pavimentar y su costo para direccionar estrategias; donación o aportes de grandes empresas nacionales y trasnacionales deducibles o no de impuestos; adquirir o potenciar plantas de asfalto; convenios con empresas cementeras; transferencias del gobierno central; una ley especial; proyecciones sobre las regalías; aportes del programa Ciudades Amables; construcción de un tranvía; proyección de aportes del Gobierno Departamental; fondo cívico alimentado por contribuciones generosas de ciudadanos e ibaguereños pudientes en la diáspora; vías tuteladas por las comunidades y/o las empresas circunvecinas; estímulos tributarios para la construcción de parqueaderos elevados; trabajo comunitario; y, ahí sí, endeudamiento bien calculado  y eventual tasa de valorización.

Pijao editores, cuatro decenios de palabras palpitantes
Por: Ángel Castaño Guzmán*
Samuel Riba, personaje de Dublinesca, una de las novelas más recientes del escritor catalán Enrique Vila-Matas, pertenece a una especie en vía de extinción. Él lo sabe y esa certeza es el germen de un malestar existencial, de una pérdida de coordenadas, que a la postre termina llevándolo a cuestionar su oficio. Samuel Riba es un editor literario. Lo es aunque lleve dos años alejado de la imprenta porque, así como al escritor se le juzga exclusivamente por su obra –a fin de cuentas dice la sabiduría popular: por sus obras los conoceréis– el catálogo de un editor constituye una parte importante de su personalidad. No es extraño, así a simple vista lo parezca, iniciar el artículo sobre una editorial colombiana que llega a la edad de la madurez –los 40 años– mencionando una ficción obsesiva con el tantas veces anunciado sepelio de la galaxia Gutenberg; el fin del libro como vehículo del pensamiento y de la cultura, recipiente de aquello digno de salvarse del paso de los calendarios. La civilización occidental hunde sus raíces en tres textos, a saber: la biblia judeocristiana, el díptico homérico, y la Enciclopedia o diccionario razonado de las artes y las costumbres, intento de sistematizar el conocimiento y ancestro remoto de Wikipedia. ¿Qué relación tiene todo esto con Pijao Editores? Mucho, ya se darán cuenta. Los libros, incluso los religiosos, han servido de catalizadores para las mutaciones sociales más importantes. En la redacción de la Ciudad de Dios, San Agustín afianzó los cimientos de la filosofía cristiana, la única permitida por el poder –primero por los emperadores romanos, luego por los Papas y después, de nuevo, por los emperadores–, hasta bien entrada la edad media. La traducción de la Biblia al alemán, cruzada del monje agustino Martín Lutero, le arrebató a la jerarquía católica el monopolio de la interpretación y por ende de construir la realidad a su antojo. En síntesis, el libro es un dispositivo que bien podría servir de parámetro del grado de progreso alcanzado por una sociedad.
Casi toda historia emplea la figura de los hermanos para la representación de distintas situaciones. Caín, enfadado con Abel, le asesta un golpe con una quijada de burro al predilecto de Yavé. El hambriento Esaú le vende barato el derecho de primogenitura a Jacob. Rómulo y Remo fundan la ciudad a la cual todos los caminos conducen. El mundo no sería el mismo sin el trabajo de los hermanos Orville y Wilbur Wright, pioneros de la aviación moderna, y sin el de Louis y Auguste Lumière, inventores del cine. Esta crónica, desde luego, no es la excepción: Jorge Eliécer y Carlos Orlando Pardo, el año en que Cien años de soledad ganó el Rómulo Gallegos, imprimieron Las primeras palabras, cuentario de nombre profético para las muchas cuartillas editadas por ellos a la fecha. Una anciana usurera, y es imposible a esta altura no recordar a la víctima de Raskolnikov y a sus sucesivas reencarnaciones, le compró al dúo a precio de huevo sus salarios de maestros de escuela. Los mil ejemplares del primer tiraje, repartidos entre condiscípulos y colegas del magisterio, costaron dos mil pesos. Las artes tipográficas se realizaron en los talleres de Editorial Latina, propiedad de Pedro Rivera, agrónomo tolimense radicado en Bogotá. En la roja contracarátula se reproducen las fotografías de los autores. Mirada fija, negro copete de lejanas reminiscencias elvispreslianas, Carlos Orlando. Sonrisa amplia y pose desenfadada, Jorge Eliécer. Del primero, la nota biográfica informa lugar y año de nacimiento: Líbano, Tolima, 1947. Oriundo del mismo municipio, Jorge Eliécer nace dos años después. Los relatos El regalo de bodas, Las primeras palabras, Ojalá salgas bien y Los resultados, pertenecen al mayor de los Pardo. Mientras El descenso, Decidí contarle a Julián lo del viejo Santamaría, Mejor será salir a caminar aunque esté lloviendo, Esperemos a que escampe, son del benjamín de la dupla. En total, ocho textos, 103 páginas. Refiriéndose a la obra, escribió Policarpo Varón: “Su tema es la violencia. No sólo la violencia política, sino la violencia en sus manifestaciones más aterradoras”. El libro, dedicado a los progenitores de los ficcionistas, fue comentado con entusiasmo por dos literatos de nombradía nacional: el novelista boyacense Fernando Soto Aparicio y el periodista costeño Germán Vargas Cantillo, quien sería fundamental para la consolidación de la naciente empresa editorial.
Los bajos índices de lectura en Colombia hacen de la idea de editar de un tirón 50 novelas una iniciativa rayana con el suicidio económico, una suerte de haraquiri financiero aplaudido por los cada vez menos numerosos amigos de los libros pero censurado por los tiburones del comercio. Los porqués sobran: el capital invertido no regresa con la requerida velocidad para llevar el trabajo a los terrenos seguros de la ganancia, la aludida indiferencia del colombiano promedio por los objetos culturales hace de la propuesta un asunto de minoría, y un etcétera tan largo como la lista de las empresas editoriales colombianas en bancarrota. Pero no. Unos personajes capaces de invertir hasta el último centavo para editar un libro, el acariciado sueño de todo escritor merecedor de tal nombre, no se dejaron amedrentar por la conservadora vocecita del sentido común, el adjetivo lo endilga Saramago. Observando los títulos de las 50 novelas colombianas, colección lanzada en 2008, se cae en la cuenta de varias cosas. Menciono dos: 1) Los Pardo procedieron de una manera reivindicativa. Formaron la colección con autores que por razones ajenas a la calidad de sus trabajos y la pertinencia de sus voces son ignorados por la industria mediática. Es cierto, brillan algunos nombres: Manuel Zapata Olivella, Eutiquio Leal, precursor de los talleres literarios en esta esquina del continente americano; Gustavo Álvarez Gardeazábal, Óscar Collazos, famoso por su debate con Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa; Fernando Soto Aparicio, Adalberto Agudelo y Eduardo Santa, de quien Carlos Orlando escribió una biografía. Pero la constante es otra. Enrique Cabezas Rher, Flaminio Rivera, Alberto Esquivel, Roberto Ruiz, Humberto Tafur, Carlos Bastidas Padilla, Jairo Restrepo Galeano, Carlos Perozzo, Fernando Ayala Poveda, Fabio Martínez, son seguramente novelistas conocidos en sus respectivas regiones, no así para la gran audiencia, la masa, el pueblo o como quiera llamársele a ese sector de la población que lleva un título al podio de los más vendidos. 2) El todo o nada de los Pardo consistió en, si bien no olvidarla por completo, no poner a Bogotá como eje gravitacional de sus oficios editoriales. El Encuentro Nacional De Escritores Luis Vidales, de Calarcá, por ejemplo, sirvió de marco para presentarle la colección a la opinión pública. Por supuesto, se hizo una velada similar en la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Sin embargo, y como dice Luz Mary Giraldo en una reseña alusiva a las 50 novelas, la propuesta se hace desde la provincia. Este proyecto, entre otras cosas, sirvió de trampolín para sacar a flote Caza de libros, la compañía de Pablo, el tercer hermano Pardo. La familia Pardo, en consecuencia, pertenece al selecto grupo de linajes que muestra orgulloso no uno sino dos sellos editoriales. Si me preguntan, caso único en el país.
En 1970, Germán Vargas Cantillo fue invitado a formar parte del jurado encargado de seleccionar los ganadores del Concurso Nacional de Cuento Ciudad de Ibagué. Una coincidencia afortunada: uno de los miembros del ya entonces mítico grupo de La Cueva arribó al Tolima, a la sazón un ambiente de prometedores cuentistas. Una noche de bohemia, pasado algún tiempo no especificado por Carlos Orlando en las continuas entrevistas virtuales para este texto, los Pardo y el periodista buscaban entre libaciones espirituosas la línea temática de los narradores tolimenses. La conclusión saltó como el conejo de la chistera: La Violencia. De esa conversación germinó La violencia diez veces contada (1976), antología hecha y prologada por Vargas Cantillo. En las líneas finales de la presentación, dice el amigo de Gabo y del Nene Cepeda: “el centro de la narrativa colombiana, que antes estuvo en Antioquia, con Tomás Carrasquilla, con Efe Gómez (…) y después en la costa atlántica con José Félix Fuenmayor, con García Márquez (…) hoy está en el Tolima”. La afirmación es comprensible. En el volumen de 218 páginas, hay cuentos de Germán Santamaría, Policarpo Varón, autor del asombroso conjunto de relatos El festín; Héctor Sánchez, Eutiquio Leal, Eduardo Santa y los hermanos Pardo. Sin soslayar la importancia de trabajos previos como la edición de Marilyn, compendio de narraciones premiadas del reportero Germán Santamaría, también nacido en El Líbano, Tolima, el aporte de Germán Vargas Cantillo al catálogo de Pijao Editores es la archiconocida patadita de la buena suerte –y perdonen el populismo jorgebaronesco–, el pistoletazo de partida.
La psicología contemporánea a mediados del decenio pasado erigió un postulado sencillo: las personas alcanzan el equilibrio afectivo a los cuarenta años. Son pocas las cosas importantes hechas en el arte antes de que sus autores cumplan dicha edad. Como todas las premisas con pretensiones generales, seguramente ésta esconde una pizca de verdad y toneladas de especulación. Mientras los hermanos Pardo apagan la velita en forma de 40 puesta en el pastel hecho por amigos y conocidos, la editorial no ceja en su empeño de contribuir con el estudio de la cultura del Tolima grande. La serie Palabra viva es el proyecto actual que ocupa la atención de los homenajeados: cinco documentales bio-bibliográficos sobre los escritores Eduardo Santa, Benhur Sánchez, Héctor Sánchez, William Ospina y Jorge Eliécer Pardo. Además preparan el complemento de las 50 novelas colombianas con la no menos ambiciosa colección 50 cuentarios y una antología. Alejados de las especulaciones sombrías de Samuel Riba, Jorge Eliecer y Carlos Orlando le suman a la pasión juvenil por los libros cientos de millas de experiencia y maduración empresarial.
*Periodista. Editor de la revista Santo & Seña