PERIÓDICO EL PÚBLICO

LAS EXCENTRICIDADES OBAMA
Hace unos días que el diarío El Mundo publicaba un artículo sobre las excentricidades de Obama y bueno hemos querido dejar pasar unos día por si el propio Obama desmentía la noticia, pero no... al parecer el tema de las prostitutas y el servicio de seguridad que ha copado los titulares en todo el mundo es un tema muy menor comparado con el nivel de dispendio y del desprecio con el que el señor Obama ha tratado a sus iguales Latinoamericanos.
Colombia es el principal valedor de EEUU en la zona y al parecer el señor Obama se negó a tener un detalle tan nímio como comer los alimentos ofrecidos al resto de jefes de Estado, todo se lo trajo de EEUU (incluida la fruta, hace falta ser majadero para considerar que la fruta de EEUU es mejor que la de Colombia), luego el gasto acometido fue simplemente increible, al parecer llegaron 17 aviones cargados con el séquito estadounidense, 28 coches de lujo, incluyendo el bunker acorazado, noches en los hoteles más lujosos...
Esto es más grave pues un simple vistazo a la web que escrutina la deuda y déficit de EEUUsirve para comprender que la situación de EEUU es límite en cuanto al nivel de gasto público y que si un país en el mundo precisa de austeridad ese es EEUU.
Adicionalmente los desaires que Obama ha realizado a propios y extraños no tienen justificación, sobre todo aquel para recibir el premio Nobel (que no merecía haber  ganado nunca) en el que apenas si pasó unas horas en la capital sueca (a costa eso sí del contribuyente estadounidense) y con críticas generalizadas a su poco reconocimiento del premio... todo ello por no hablar de las caras vacaciones de su mujer, que causan escándalo, sobre todo cuando uno analiza el enorme coste, de nuevo, para el pagador de impuestos estadounidense
Obama ha sido un muy mal gestor en lo económico y ahora, cuando se acerca la hora de las elecciones tendrá que explicar al electorado todo este compendio de sin sentidos

RESPONSABILIDAD Y CARÁCTER
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
William Ospina
Hace unos años nuestro escritor William Ospina publicó un texto denominado “Lo que le falta a Colombia”. Con la agudeza y deliciosa prosa que lo caracteriza, desnudó uno de los problemas que con mayor frecuencia aparece en la vida pública y privada de las personas: la falta de responsabilidad y de carácter.
Cuando a un funcionario público o de una empresa particular se le llama a que responda por algún tema que se considera no fue atendido con la diligencia que le correspondía, es muy usual que presente una larga disculpa pero no que asuma la responsabilidad del hecho. Para él lo importante no sería encontrar solución al problema, tampoco corregir yerros cometidos, sino evitar un regaño o un llamado de atención presentando una buena disculpa. Al parecer la óptica para enfrentar una dificultad en el trabajo o en la vida cotidiana ha cambiado radicalmente y ahora lo único valioso es tener a la mano una disculpa. La más fácil e inmediata es echarle la culpa a otro…
Cuando en la calle ocurre un accidente de tránsito, lo común es que cada conductor se baje energúmeno de su vehículo pretendiendo culpar al otro. Es raro aceptar la culpa. Si hay muerto o herido, fue por la imprudencia de él que ocurrió el incidente. Cuando en un hospital o clínica un enfermo se complica por no recibir un medicamento, lo que abundan son las explicaciones pero no las responsabilidades: que la enfermera se olvidó, que el médico de turno no formuló, que el de la farmacia no envió, que el del aseo no permitió entrar, que la familia no avisó, que el enfermo se estaba bañando o que no se deja, y un largo etcétera que facilita que el responsable quede indemne, más allá que el enfermo se recupere o no, porque para el caso es lo que menos importa.
El carácter es parte integral de la personalidad de los individuos. La responsabilidad hace parte del carácter. El padre de familia que les hace las tareas a sus hijos para que tengan buenos resultados en sus colegios, no está contribuyendo a forjarles una personalidad con responsabilidad. Existen  muchos, que como dirían los abuelos, exigen a grito pelado que se entreguen remedios para las enfermedades, pretendiendo ocultar su falta de gestión para prevenirlas. Otros exigen que se pavimenten las calles sin importarles sin las alcantarillas estén en buen estado, presionando a funcionarios irresponsables para que apliquen una carpeta asfáltica sobre un terreno debilitado por las corrientes subterráneas de agua negras que dañaran, inexorablemente, el trabajo realizado sobre ellas.
La corrupción es el rostro de la irresponsabilidad. Hay corruptos que para disimular sus comportamientos y creyendo que así mitigan sus culpas espirituales, rezan, van a misa y a procesiones con cara compungida, invocan a Dios o a la Virgen cada minuto o tienen imágenes sagradas en sus salas u oficinas. Entienden mal el mensaje divino. Ellos no aman al prójimo sino el dinero del prójimo. Su verdadera responsabilidad es con su propio bolsillo nunca con los demás. Por eso quedan las obras mal hechas y los corruptos millonarios.
Si cada uno asume sus propias responsabilidades, sin disculpas, y las cumple a cabalidad, estaríamos dando el primer paso, firme y decidido, para transformar nuestro país, nuestra región, nuestra ciudad, nuestra misma vida.

EL NUEVO LIBRO DEL PADRE DE LA CIENCIA FICCIÓN EN COLOMBIA: ANTONIO MORA VÉLEZ
Carlos Orlando Pardo, Cecilia Caicedo y Antonio Mora Vélez.
Por: Carlos Orlando Pardo
Antonio Mora Vélez se ha convertido desde hace ya no pocos años en el padre de los relatos de ciencia ficción en Colombia y en un autor del país con trascendencia internacional. Alcanzó la fama cuando ganara con Glitza el concurso nacional de cuento promovido por el magazín dominical de El Espectador. Después ha sido incesante la carrera de este autor nacido en Montería con una docena de libros publicados, uno de ellas publicado por Pijao Editores en su colección 50 novelas colombianas y una pintada.  Ahora, la colección de Bocachico Letrado de su ciudad natal, un grupo literario que él dirige, publicó La gordita del Tropicana, volumen de cuentos donde por vez primera el clásico de la ciencia ficción deja transcurrir sus historias en la tierra. El también directivo de la Academia de Historia de Córdoba, me hizo la honrosa invitación para que prologara su libro, texto que comparto con los lectores de El público.


Palabras de entrada

Seré verídico para que no me crean
Tomás Carrasquilla

La patria del hombre es su infancia, sentenció alguna vez León Tolstoi y es de aquella fuente inagotable donde Mora Vélez bebe para entregarnos este nuevo libro poblado por historias de inocencia, tan extrañas aunque bellas hoy como cuando a Aureliano Buendía su padre lo llevó a conocer el hielo. Y avanza hasta los tiempos de la pubertad encabritada donde el instinto comienza a alargarse y los sueños húmedos alcanzan su pedestal para transformarse, con el paso del tiempo, en la emoción de recrearlos en la literatura, sin que la vida se detenga ahí sino vaya inclusive a las horas que cruzan hasta que el sol comienza a iluminar nuestra espalda. Épocas fantasiosas y de maravilla por la candidez en que crecimos con los sueños intactos y nos permiten resucitar antiguas emociones bajo la magia de la palabra justa, pero ante todo por el de la turbación creativa que no deja morir escenas de momentos que marcan nuestra vida y son más o menos comunes a una generación que hoy se erige en plena madurez. 
Salvo para la grata curiosidad del mundo literario, el origen remoto o próximo de una fábula vertida al relato no tiene la importancia que refleja a la hora de la verdad cuando se lleva al texto escrito. Sus razones desde la evocación para hacerlo no pasan de ser un lugar frecuente a buena parte de los escritores en el planeta. Lo que sí resulta noticioso, en este caso, es el cambio repentino, tanto en su novela A la hora de las Golondrinas como en este nuevo libro de cuentos de Antonio Mora Vélez, del escenario usual de sus ficciones que circulan por las carreteras intergalácticas a las avenidas donde uno se tropieza con situaciones ubicadas precisamente en este mundo, en que su búsqueda continua y creativa por cambiar de atmósferas y temas, hace su aparición lejos de aquellos nidos estrellados y asteroides remotos.
Entre uno y otro, por fortuna, lo que permanece intacto es su talento en el narrar, la creación de ambientes que viajan hacia el centro de los sentimientos encontrados, dosificación inteligente de la anécdota, economía de lenguaje y estructura que lleva sin duda a atrapar al lector entre las fauces poéticas y a veces desencantadas de las pasiones evocadores de un tiempo diluido que rescata y resucita en su lucha tenaz contra el olvido.
Sin duda, el lector hallará en estas páginas la lucha del ser por reconstruir viejos pasajes instalados en la memoria que dejan florecer emociones y aprendizajes alrededor de la fugacidad de la existencia. Reconforta estacionarse en libros como este de Antonio Mora Vélez que nos permiten vivir estremecimientos y nos deja la impresión no de haber leído un libro sino de haberlo sentido, la indiscutible magia de los escritores verdaderos.
Desde la valija de sus evocaciones, el autor nos remite a un universo desdeñado y desconocido hoy que parece extraño al de la era de la tecnología y creyera removido sólo de su imaginación pertinaz ya reconocida internacionalmente, porque se juzgarán extrañas y hasta de la escuela del realismo mágico sus historias, pero quienes hemos vivido lo prodigioso de las provincias entendemos que es la vida de cuerpo entero, por dentro y por fuera, la que palpita y cabalga sin temor por sus páginas. 
Los 21 relatos que integran el nuevo volumen de Antonio Mora Vélez, se distinguen también por su brevedad y lo intenso de las historias que narra. Las reiteradas dedicatorias de los textos a seres queridos suyos que partieron más allá de la vida pero no del afecto, concretan no sólo un homenaje a su memoria, sino a un pretérito donde habita la pobreza y la ilusión de crecer, como si el lente retrovisor permitiera el examen de un largo trayecto por la existencia donde la satisfacción de haber vivido algunas desilusiones no dejan huella de resentimiento sino de aprendizaje, y aquí está el testimonio estético desde lo estrictamente literario para eternizar esos instantes. 
¿Qué significan para un niño las pequeñas cosas? Mi caja de cartón magnifica lo que simbolizaba para ese infante el recipiente ajado de cartulina gruesa que el chiquillo asumía como su único tesoro y logra poner en primer plano para que tome vida algo tan en apariencia insignificante, lo que sólo el buen cine o la buena literatura logran. Allí, en ese pasaje que conmueve escrito en 1978,  deja ver cómo, desde  hace ya más de tres décadas, Mora Vélez era en realidad no un aprendiz sino un escritor.
El grato paseo al que nos lleva, tiene variedad de paisajes y situaciones que pueden ir hasta los indios donde los cuentos de miedo, la música, el deporte y el mar son el escenario, el de la evocación de los sustos y las creencias de la infancia bajo el templo de lo supuestamente demoníaco por el ritual de los masones, en Berenice; la primera decepción amorosa que de tragedia íntima se transforma en resurrección rápidamente, en Más bella que Georgina; el cambio de mirada sobre la vida en Mi dulzaina; el gallito giro como un juguete viviente al que las limitaciones de la pobreza llevan a su exterminio; en recogiendo los pasos los espíritus que aparecen para despedirse; en cielito, las suplantaciones y el abandono; en La gordita del Tropicana, la sesión de estrenar el adiós a la virginidad; En el borrachito de las 36, el enfrentamiento a la sensación cercana de la muerte violenta; en Ligia María, la corraleja, el acordeón y el merengue; en Rosario, el miedo a la recreación; en Plácida, el amor frustrado y evocado; en El partido de Magola, el béisbol y el deseo paralelos al ritmo del juego y la pasión exaltada por el deseo sensual; en El niño Dios, los tradicionales regalos de navidad cuyo conocimiento de la verdadera procedencia permiten el desencantado instante de la pérdida de la inocencia; en la aventura de los mangos, las pilatunas y la angustia de la madre cuando el hijo se va sin decir adónde; en Ana Bolena, los versos, la pobreza, la coquetería; en Por conversar un rato con Mariela, incomparable y bella evocación de los amores desaparecidos; en El funeral de mi abuelo, el abandono y la tristeza por la muerte; En Tierrasanta, el comienzo de un activismo sindical; En El circo, aquel asombroso espectáculo que todos vivimos y admiramos, en fin, un viaje por la vida vuelta lenguaje y un libro de Mora Vélez que recibimos con alborozo.
Ibagué, Nuevo Rincón Santo, marzo 5 de 2012 

EL TUBO
Por: ALBERTO BEJARANO ÁVILA 
El Superintendente de Servicios Públicos, en entrevista publicada por El Nuevo Día hoy 14 de mayo de 2011, señala que no puede culparse al IBAL de los cortes de agua en Ibagué. Esta opinión plana y típicamente burocrática merece equilibrio. El Concejo Municipal, la Alcaldía de Ibagué, la Junta Directiva del IBAL, la Gerencia del IBAL, los entes de control, entre otras, son instituciones históricas que por decenios han manejado los intereses de los ibaguereños y, como tal, tienen culpa directa de todo cuanto sucede en el acueducto. Una opinión ligera no puede exonerar a instituciones que por acción u omisión han fallado.
Cosa diferente es que el actual Concejo, el actual Acalde, la actual junta directiva del IBAL, el actual Gerente y los actuales órganos de control municipal, por ahora, sean culpables. Ellos deben merecer razonable compás de espera para un juicio histórico que debe ocurrir, digamos, en uno o dos años. Sí, para esas épocas, aún subsisten los problemas de agua o las soluciones acometidas lesionaron los intereses de los ibaguereños entonces ellos serán acusados e Ibagué habrá de juzgar la ineficacia y la traición de su institucionalidad.
Confiemos en que esto no suceda y que en este periodo de gobierno se vean signos claros de rectificación y de acciones eficientes y éticas para atender las expectativas de progreso de los ibaguereños. “El tubo nunca tuvo la culpa”, la culpa la han tenido quienes en forma errática han manejado los intereses ibaguereños, historia de yerros que ya debe terminar.

Homenaje nacional a Alfonso Jaramillo e Hilda Martínez en Ibagué

Por: Carlos Orlando Pardo
Es más que justo el homenaje nacional que el Congreso de la República en pleno hará a Alfonso Jaramillo Salazar y a su esposa, dos combatientes legendarios de las luchas liberales y coautores de la pelea contra el atraso del Tolima en todos sus frentes. Para el seis de julio próximo, se reunirá la plana mayor del país, incluido el Presidente de la República, a tributar el reconocimiento a este matrimonio de servidores públicos que dieron siempre fe de vigor incansable en sus tareas, de carácter y transparencia en cada uno de sus actos. Los conocí de niño y tuve el privilegio de ser cercano a su familia y seguidor entusiasta y convencido de su política a lo largo de toda mi vida pública. Cada uno de sus actos que seguí como testigo de excepción, me llevan siempre al convencimiento de su valerosa tarea en la política de la región y de cómo se convirtieron en figuras nacionales del partido liberal. Sobre Alfonso Jaramillo Salazar, Carlos Lleras Restrepo en su revista Nueva Frontera, al calificar el gabinete de Turbay, dijo de su equivocación designando a un médico de pueblo, a “un médico rural” en tan alta responsabilidad, para después de su ejemplar desempeño admitir que se había equivocado y se trataba de su ministro estrella, como en efecto lo fue, en una luminosa tarea todavía sin par en Colombia, trascurridos 34 años. Cuando fuera gobernador del Tolima entre 1962 y 1963, rompió con la conducta del dejar hacer y dejar pasar para enfrentarse con decidido carácter a buscar la paz, la que en su administración se alcanza de manera concreta cuando se da de baja a los principales bandoleros que azotaban la región con secuestros y matanzas. Al mismo tiempo, cumplía con un dinámico desarrollo de la educación, la salud, el trabajo, las obras públicas, sin olvidar las vías veredales y ofrece por vez primera en el Tolima la participación de la mujer en el gabinete. Como parlamentario y embajador, como Jefe de su partido, como médico excelente al servicio de la gente humilde, Jaramillo ofreció una vida pública sin tacha que sigue siendo ejemplo para el país, lo mismo que su esposa, Hilda Martínez, valerosa dirigente que logró participación notable como parlamentaria y como vocera de los intereses populares tanto en el departamento como en Bogotá, donde logró sobresalir como concejal. Sus actuaciones la llevaron a encarnar un modelo de mujer participante y con beligerancia en los asuntos del gobierno y el Estado, en las obras educativas de la cual por ejemplo el Técnico femenino, hoy Sagrada Familia ubicado en el barrio Jordán, fue fundado por ella como un prototipo para educar a hijas de desplazados por la violencia que tanto tiñó de sangre el suelo colombiano. Todo un largo volumen se haría necesario para resaltar las acciones de los esposos Jaramillo Martínez, de cuyo matrimonio y ejemplo salieron Guillermo Alfonso y Mauricio, dos exparlamentarios igualmente beligerantes porque no tragan entero, al estilo de la escuela de Palacio Rudas, y cada uno en su campo sigue cumpliendo con una acción sobresaliente, manteniendo la honestidad como principio, la batalla por sus ideas como razón de ser y el deseo de ayudar a construir un mejor país. Estaremos atentos a este reconocimiento porque siempre serán pocos los aplausos para los viejos, la admiración por su vida y su trayectoria y la gratitud por haber podido, desde nuestro padre, estar al lado de las causas justas que abanderaron siempre con gallardía. 

Colombiano Eliécer Pardo reclama que la literatura hable desde los vencidos
Publicado en: UNIVISION
Por: Roberto Rojas Monroy
Bogotá, 25 abr (EFE).- El escritor colombiano Jorge Eliécer Pardo, que irrumpe en el mundo editorial tras dos décadas de silencio con "El pianista que llegó de Hamburgo", afirmó que la literatura "debe empezar a hablar desde los vencidos", con motivo de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo).
"Creo que ya es tiempo para que la novela colombiana empiece a hablar de fenómenos que la crónica, la sociología y la historia patria, que ha hablado desde los vencedores, empiece a hablar con la voz de los vencidos, con los antihéroes, a quienes nadie ha dado voz", reclamó en una entrevista con Efe.
El autor de la saga "Quinteto de la frágil memoria", publicada por Cangrejo Editores, apuesta ahora por una novela colombiana o latinoamericana "que sea realmente histórica".
"Creo que es la opción de empezar a hablar de eso para no repetir lo mismo. La historia patria recreada en la historia de la novela histórica. Es uno de esos fenómenos que empieza a suceder en todos los países de América Latina", indicó satisfecho el novelista, nacido en 1950.
Eliécer Pardo, autor también de la laureada "El jardín de las Weissman" y de "La octava puerta", cree que los escritores "tienen un compromiso y una posición 'sartriana': el escritor es testigo de su tiempo y el escritor no debe traicionar su propio tiempo".
Por eso cree que el autor actual debe "ser un aporte en la reconstrucción del tejido de la memoria, pero no contado desde la historia sino desde los personajes que van relatando el conflicto con la historia de telón de fondo".
Y ese telón, indicó, "es realmente la vida de los seres humanos, de la guerra, nuestra guerra, que nos determina en su proceder y en su tiempo", indicó en alusión a su país, Colombia, que vive un conflicto armado desde hace casi 50 años.
Para Eliécer Pardo, su saga del "Quinteto" es su "gran proyecto en donde la historia de Colombia forma parte de la historia personal, de una saga familiar, que va recorriendo tiempos, espacios, países, viajes, conflictos, amores y traiciones".
Su última entrega, "El pianista que llegó de Hamburgo", habla de "un hombre que huye de la II Guerra Mundial y odia la guerra. Es un humanista y trata de buscar la manera de ir a Estados Unidos, pero termina en Colombia, encontrando esa otra violencia, que es la nuestra".
En Colombia abre una academia de piano, pero el 9 de abril de 1948, cuando es asesinado el entonces candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán, se la queman, lo que lleva "a un deterioro afectivo poético del personaje y termina huyendo al sur del país".
El "Quinteto" está compuesto por cinco novelas, la última de ellas "El pianista". Las anteriores fueron "La baronesa del circo Atayde", "Una llama al viento", "La sombra del silencio" y "La frágil memoria".
Todos ellas relatan momentos vividos por él que tienen que ver con hechos reales de la sociedad e historia política colombiana, como aquel fatídico 9 de abril y la muerte del caudillo Gaitán, que llevó a lo que en Colombia se llama "La Violencia", una sangrienta guerra entre conservadores y liberales.
Luz Mary Giraldo en El Espectador
También la llamada guerra del café y al éxodo de los cultivadores, o la fundación de las guerrillas comunistas, entre ellas las FARC.
"La frágil memoria", según el autor, "es el libro central, una historia de amor urbano con todos los conflictos de la ciudad, con todo lo que ha ocurrido con el Palacio de Justicia, la guerrilla del M-19, un proyecto utópico de la juventud".
Eliécer Pardo confesó a Efe haber dedicado los últimos 20 años "a estudiar la vida violenta de Colombia para colocar a los personajes dentro del mismo conflicto". Con esa afirmación justificó "esa pausa" en su producción literaria.

El veterano autor colombiano presenta su última obra en esta edición de la Filbo 2012, que acoge Bogotá hasta el primero de mayo. EFE