DESARROLLO, UN EQUILIBRIO DE CÁLCULOS Y JUICIOS
Propuesta al Gobernador, alcaldes, cuerpos colegiados, Ibagué, Cómo Vamos, ADT, CCI, gremios económicos, medios de comunicación, periódicos universitarios.
Por: Alberto Bejarano Ávila
El mutismo de los destinatarios de mis habituales opiniones y propuestas difiere de los apoyos, consejos y reparos que con liberalidad aportan muchas personas cansadas de la modorra, la inercia y el extravío en la cotidianidad Pijao. Animado por esa buena energía planteo ahora una propuesta abierta dirigida a actores específicos no sin antes resumir tres razones que la fuerzan:
Primera: Aunque conciliables, las ideas acerca del desarrollo divergen. El dirigente gremial lo ve como cosa de negocios, su pragmatismo se anima por una discutible premisa economicista: si los negocios van bien lo demás irá bien. El egocéntrico lo usa como mascarón ideológico para disimular su indolencia social y su afán personal. El regionalista lo asume como utopía humanista informada en conceptos de economía política y construible desde variables territoriales, históricas, sociológicas y políticas. Para el primero desarrollo es PIB, para el segundo un cuento para subsistir y para el tercero visión colectiva de futuro con autonomía regional y equidad social. Divergir es bueno, lo inútil es negarse la voluntad para buscar acuerdos que no están lejanos pues, incluido el egocéntrico, todos tenemos intrínsecos intereses comunes y podemos tejer caminos coincidentes.
Segunda: Fatalmente el Tolima e Ibagué se han ido coinvirtiendo en enclave de grandes poderes corporativos nacionales y transnacionales. Por el aderezo de falaces ofertas de progreso y empleo sutilmente estamos transmutando un legendario carácter indómito y autonómico por un carácter gregario y solícito con el interese ajeno e insolidario. En la era globalizada lógico resulta que a la región llegue variopinta de agentes económicos, eso de por sí no es malo, lo errado es que la región no exija, al menos, un equilibrio de conveniencias y que gobernantes y líderes privilegien el interés ajeno y no protejan el interés del ciudadano y sus empresas. Perdónenme la grosería si metafóricamente digo que el Tolima e Ibagué deben hospitalidad a quienes llegan, pero nunca deben caer en la indignidad de abrir sus piernas sólo por necesidad, miopía o “malinchismo”.
Tercera: “La alianza público-privada” no es novedad así lo diga la CEPAL en su documento “Las APP, Para una Nueva Visión Estratégica del Desarrollo”. La acción mancomunada del sector público y privado desde siempre ha sido exhortada como una virtud intra-regional para “explotar” recursos estratégicos, forjar soberanía y acumular capital endógeno y, por ello, para el regionalista la P de privado es de región, no de neo colonizador. La APP neoliberal es mal necesario sólo en las regiones gregarias y carentes de iniciativa, de espíritu de asociación, de ambiciones de riquezas o donde, sin hipotecar recursos estratégicos, autonomía o menoscabar el interés ciudadano, urgen ciertos proyectos: tranvía, metro cable, ciencia y tecnología, infraestructura vial y turística, etc.
La propuesta: Consiste en dar al indicador social la misma relevancia y asiduidad mediática y analítica que hoy se da al indicador económico. Resulta de cardinal valía nivelar ópticas o formas de ver los ritmos de la vida regional, forjar equilibrio de cálculo y juicio, ampliar el debate público y estimular el pensamiento sistémico que requiere la vocación de desarrollo y, por ello, “el tablero” donde se leen las realidades debe ofrecer información precisa y continuada de todas las variables (no algunas) de la vida cotidiana tolimensista a efectos de centrar la atención en la complejidad, única forma de hallarle sentido y valor a lo particular. Estos, entre otros, serían los indicadores:
Económicos: PIB, inflación, devaluación, IGBC, tasa de cambio, café, petróleo, tasas de interés, balanza comercial. Sociales: Pobreza, miseria, déficit vis, desempleo, subempleo, equidad, NBI, migración, desplazamiento, coeficiente gini, concentración de riqueza, nutrición, participación fuerza laboral, cobertura servicios públicos, alfabetización, profesionalización, nivel de ingreso, seguridad social, seguridad pública, uso de la tierra, movilidad, ocio, cultura y comunicaciones. Ver: “manual de indicadores sociales” ONU 1989.
El mutismo de los destinatarios de mis habituales opiniones y propuestas difiere de los apoyos, consejos y reparos que con liberalidad aportan muchas personas cansadas de la modorra, la inercia y el extravío en la cotidianidad Pijao. Animado por esa buena energía planteo ahora una propuesta abierta dirigida a actores específicos no sin antes resumir tres razones que la fuerzan:
Primera: Aunque conciliables, las ideas acerca del desarrollo divergen. El dirigente gremial lo ve como cosa de negocios, su pragmatismo se anima por una discutible premisa economicista: si los negocios van bien lo demás irá bien. El egocéntrico lo usa como mascarón ideológico para disimular su indolencia social y su afán personal. El regionalista lo asume como utopía humanista informada en conceptos de economía política y construible desde variables territoriales, históricas, sociológicas y políticas. Para el primero desarrollo es PIB, para el segundo un cuento para subsistir y para el tercero visión colectiva de futuro con autonomía regional y equidad social. Divergir es bueno, lo inútil es negarse la voluntad para buscar acuerdos que no están lejanos pues, incluido el egocéntrico, todos tenemos intrínsecos intereses comunes y podemos tejer caminos coincidentes.
Segunda: Fatalmente el Tolima e Ibagué se han ido coinvirtiendo en enclave de grandes poderes corporativos nacionales y transnacionales. Por el aderezo de falaces ofertas de progreso y empleo sutilmente estamos transmutando un legendario carácter indómito y autonómico por un carácter gregario y solícito con el interese ajeno e insolidario. En la era globalizada lógico resulta que a la región llegue variopinta de agentes económicos, eso de por sí no es malo, lo errado es que la región no exija, al menos, un equilibrio de conveniencias y que gobernantes y líderes privilegien el interés ajeno y no protejan el interés del ciudadano y sus empresas. Perdónenme la grosería si metafóricamente digo que el Tolima e Ibagué deben hospitalidad a quienes llegan, pero nunca deben caer en la indignidad de abrir sus piernas sólo por necesidad, miopía o “malinchismo”.
Tercera: “La alianza público-privada” no es novedad así lo diga la CEPAL en su documento “Las APP, Para una Nueva Visión Estratégica del Desarrollo”. La acción mancomunada del sector público y privado desde siempre ha sido exhortada como una virtud intra-regional para “explotar” recursos estratégicos, forjar soberanía y acumular capital endógeno y, por ello, para el regionalista la P de privado es de región, no de neo colonizador. La APP neoliberal es mal necesario sólo en las regiones gregarias y carentes de iniciativa, de espíritu de asociación, de ambiciones de riquezas o donde, sin hipotecar recursos estratégicos, autonomía o menoscabar el interés ciudadano, urgen ciertos proyectos: tranvía, metro cable, ciencia y tecnología, infraestructura vial y turística, etc.
La propuesta: Consiste en dar al indicador social la misma relevancia y asiduidad mediática y analítica que hoy se da al indicador económico. Resulta de cardinal valía nivelar ópticas o formas de ver los ritmos de la vida regional, forjar equilibrio de cálculo y juicio, ampliar el debate público y estimular el pensamiento sistémico que requiere la vocación de desarrollo y, por ello, “el tablero” donde se leen las realidades debe ofrecer información precisa y continuada de todas las variables (no algunas) de la vida cotidiana tolimensista a efectos de centrar la atención en la complejidad, única forma de hallarle sentido y valor a lo particular. Estos, entre otros, serían los indicadores:
Económicos: PIB, inflación, devaluación, IGBC, tasa de cambio, café, petróleo, tasas de interés, balanza comercial. Sociales: Pobreza, miseria, déficit vis, desempleo, subempleo, equidad, NBI, migración, desplazamiento, coeficiente gini, concentración de riqueza, nutrición, participación fuerza laboral, cobertura servicios públicos, alfabetización, profesionalización, nivel de ingreso, seguridad social, seguridad pública, uso de la tierra, movilidad, ocio, cultura y comunicaciones. Ver: “manual de indicadores sociales” ONU 1989.