LA SALUD Y LA MAQUINA HUMANA
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La visión que nos entregan en las facultades de
medicina sobre la salud, considera al cuerpo humano como una máquina, compuesta
por partes analizables por separado. Las especialidades médicas son las encargadas
de estudiar a profundidad cada una de las partes. La enfermedad sería la avería
de esa máquina, el funcionamiento defectuoso de los mecanismos biológicos,
estudiados desde el punto de vista de la biología molecular y celular. La tarea
del médico sería intervenir, física o químicamente, para corregir los defectos
y disfunciones de algún mecanismo especial que esté fallando.
Esta visión de la medicina hace énfasis en la
enfermedad y no en la salud. Si usted quiere ver a un médico molesto y desorientado
sobre cómo atenderlo, cuando llegue a su consultorio dígale que no tiene nada,
que no le duele en ninguna parte, que simplemente usted quiere que lo mantenga
sano, que lo ayude a no enfermarse. Se dice que no existen enfermedades sino
enfermos, y lo paradójico es que los médicos son formados para tratar
enfermedades… Pero no enfermedades de todo el cuerpo sino de los órganos, de
las células, de las moléculas, del código genético, de las nanopartículas. Entonces,
los médicos no aprenden a escuchar a sus pacientes sino sólo a sus órganos.
El acto médico se ve reducido a las preguntas que
conforman el diagnóstico y la receta con que termina el acto médico, siendo
todo cada vez más automático, científico, profesionalizado, frío e impersonal. Mientras más avanzan los conocimientos
científicos, más alejados están los galenos de sus pacientes. En un principio
la relación médico paciente era directa, llena de empatía y dispuesta al
dialogo, por decirlo de alguna manera, una relación yo-tu; ahora con el auge de
los exámenes de laboratorio, se han interpuesto en esa relación y han,
prácticamente, desplazado al paciente, creando una nueva relación, yo-ello, que
es un monólogo nunca una conversación entre el médico y su paciente. Eso hace
creer que son más importantes las radiografías, los electrocardiogramas, los
niveles de sodio, presión de oxígeno,
bilirrubina o cualquier otro examen de laboratorio, que las angustias
del paciente. El miedo es un componente significativo de las enfermedades.
Si el médico escuchara a un ser humano que sufre al que
denomina paciente, y pudiera oírlo como un todo y no como una vesícula con
cálculos o una úlcera o un cáncer, entendería las angustias y miedos que lo
invaden y torturan. Una explicación franca y calmada, espantaría miedos y
ayudaría a muchos enfermos a mejorar de sus dolencias. Una atención llena de
calor humano, comprensión, sensibilidad y cariño muchas veces es más eficiente que
cientos de pastillas o capsulas. Pero el sistema médico está diseñado para que
el galeno no se demore, para que no escuche, para que viva de afán…
Una mirada que entienda al ser humano de manera
integral, con cuerpo y mente unidos en una sola persona, no como una máquina
donde los órganos sean sus partes constituyentes, ni a los médicos como mecánicos
que reparan las averías de esa máquina, le hace falta a nuestro sistema de
salud, a nuestras facultades de medicina, a los profesionales de la salud. Así
tendríamos una medicina más humana, la vida tendría menos angustias, miedos, vulnerabilidades
y la ciudad sería más segura.
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