El quiebre histórico, por qué y cómo (I)
Dicen que en ocasiones para que algo mejore primero tiene que empeorar. Ello hace pensar si el atraso del Tolima ya es agudo o tendrá que agravar para que los líderes decidan buscar terapias eficaces que, desde luego, deben diferenciarse de tanta receta inútil.
Adelanto tres citas (luego sabremos la razón) para intentar, en cinco entregas, un examen propositivo que dirijo a los dirigentes tolimenses; HL Mencken señala el curanderismo: “para todo problema humano hay siempre una solución fácil, clara, plausible y equivocada”; Einstein indica cómo cambiar: “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”; Miguel de Unamuno desnuda al petulante: “lo sabe todo, absolutamente todo, figúrense lo tonto que será”.
La realidad regional suele ser mostrada en fotos y anuncios de momento, pero sin referentes históricos y de ahí que, con solo instantáneas y ficciones y sin mirar el pasado, sea imposible acordar una visión colectiva de futuro y por ello la premisa del examen es explícita: en toda variable objetiva el Tolima está estancado y en lo moral adolece de grave decadencia. Esto trataré de explicarlo confiado en que los “agentes del desarrollo” no lo refuten con silencios o sofismas, sino con autocrítica y réplica argumentada que invite al diálogo y la unión.
Luego del proceso de elecciones territoriales 2019, como lo sabíamos quienes creemos que el Tolima vive tiempos decadentes, fue suceso carente de ideas, sombrío en intenciones y repleto de lugares comunes, quienes ganaron (elegidos y sus cohortes) irán por lo suyo, los “quemados” culparán al elector por elegir mal y los ciudadanos, siempre víctimas, veremos cuatro años más de mediocre gestión pública, de patética petulancia y de sospecha impune. Al menos yo no sufriré decepciones, pues voté por gente decente y a sabiendas de que votar nada tenía que ver con el fin del atraso y el comienzo del progreso.
Mi percepción de la pasada elección es que la turbiedad electoral va en aumento y que esa lacra significa más ruina moral en la gestión pública. Como no soy investigador u observador electoral no tengo pruebas que enviar al aparato judicial y digo esto porque mi percepción, que raya en certeza, no busca atizar la dialéctica maniquea que polariza y nada arregla o el prejuicio insano y el análisis primario que desfiguran las críticas, las propuestas y el espíritu emprendedor que en, léxico llano, significa que el buen líder hace tres cosas: pensar, opinar y construir, obrar distinto al del cacicazgo que piensa torcido, mal opina y siempre destruye.
Los males sociales no requieren mayor esfuerzo para explicarlos, pues todos los conocemos, los sufrimos y los comentamos cotidianamente. Desempleo, subempleo, desigualdad, falta de oportunidades, mal servicio de salud, deserción educativa, pobreza, miseria, indigencia, corrupción, fuga de talento, decadencia moral, inseguridad, movilidad defectuosa y caótica, conflictividad, insolidaridad.
En fin, todos los males propios de una región atrasada los sufre el Tolima y, lo peor, desde años atrás vienen en aumento y no en vía de superación.
El quiebre histórico, por qué y cómo (II)
Lo económico lo explico recordando que por iniciativa de la Cámara de Comercio y El Nuevo Día, en octubre pasado fue publicada la revista “Empresas Generadoras de Desarrollo en el Tolima”, incluyendo allí el ranking (por activos) de “las 100 empresas más representativas”, pero sin mostrar comparativos con períodos anteriores (10 o 20 años atrás) ni agregar otras variables igualmente comparadas (capital, pasivos, empleo), a efectos de establecer índices de crecimiento o decrecimiento económico, es decir, daban por descontado que el valor del activo empresarial del momento, per se, demostraría el positivo desarrollo del Tolima.
El poder en Colombia suele crear percepciones ficticias (mentiras o verdades a medias) para ocultarle a la opinión (no por siempre) que favorece a los oligopolios, práctica antiética que embolata las soluciones reales. Digo esto porque a diferencia de los timadores, en el Tolima debería admitirse que por varios lustros su economía no ha crecido y, como ejemplo, alego que si balance de Cooperamos se hubiese congelado en diciembre de 1988 y, transcurridos 21 años se descongelara y, sin cambiarle ni un dígito, se incluyese en el ranking de la revista citada, hoy sería la cuarta o quinta empresa más grande del Tolima. Ésta cooperativa, donde fui uno de sus actores, como muchas más empresas se frustró por la avaricia de los grandes grupos económico-financieros (claro, no faltó el majadero que dijera otras cosas).
Muchos otros ejemplos históricos, vistos a la luz de la economía de hoy, revelarían regresión o ralentización económica, desindustrialización, exiguo capital tolimense en la financiación empresarial, desahorro o cesión del ahorro regional al monopolio financiero nacional, poca participación regional de las utilidades y mayores remesas de estas a los centros nacionales y globales y, por tanto, fuga continua del capital regional y, todo ello, inducido por la falacia de que las personas o la economía regional podrán prosperar con capital foráneo. Decir que crecemos y otros aspavientos, son sofismas que ocasionan autoengaño, inercia e indecisión para promover 10 mil o más empresas que el Tolima requiere para progresar realmente.
El daño medioambiental hasta ahora ha podido frenarse por la lucha de los ambientalistas ante los ataques de los depredadores de recursos naturales, pero no sabemos hasta cuándo, porque sus muros de defensa son débiles, porque débil es la conciencia regional respecto al valor del territorio y por ello, en cualquier momento, los depredadores podrían derribarlos, en complot con la politiquería, la tecnocracia y el canibalismo de monopolios primitivos.
En palabras duras, pero convencido de que es verdad, afirmo que hoy en lo político estamos “en la inmunda”, en lo social “en la olla”, en lo económico “anquilosados” y en lo ambiental “chilingueando”. Si alguien refuta esta apreciación y demuestra de manera inobjetable que el Tolima sí está progresando, aceptaré que soy crítico necio, pero, de no ser así, continuaré averiguando causas y sugiriendo soluciones para salir del vergonzoso laberinto. Continúa…
El quiebre histórico, por qué y cómo (III)
Los males del Tolima no empezaron ayer, son viejos y han agravado con el pasar del tiempo y por ello conviene recordar otra sentencia de Einstein: “Si tuviese solo una hora para salvar el mundo, dedicaría 55 minutos a definir bien el problema”.
Definir los problemas del atraso regional es prioridad para sus líderes y, aunque agridulce, la buena noticia es que sí hay con quien, pues el talento regional es real pero fue relegado; los recursos naturales pululan pero es poca la conciencia sobre ellos, los saberes y tecnologías existen pero no sabemos usarlas; el recurso capital puede crease fácilmente. Éstas son cuestiones que debemos sincerar.
Existen miles de tolimenses que uno puede juzgar de gente decente. Ellos son empresarios, políticos, dirigentes sociales, intelectuales, científicos, artistas, que integran un valioso pero inconexo capital humano regional.
Cito unos nombres o apellidos para representar en ellos a cientos de tolimenses que unidos podrían gestar un mejor futuro para el Tolima: Alvarado, Mejía, Valencia, Aldana, Bocanegra, María Cristina, Delgado, Palomino, Bulla, Cruz, Achury, Alba Lucía, López, Ramos, Renzo, Rincón, Jiménez, Arbeláez.
Digamos que ellos son los miles de tolimenses que, en su tierra o en la diáspora, conforman una legión de voluntades que puede converger a la construcción de un Tolima moderno, próspero y equitativo. ¿Por qué hasta ahora y desde siempre, ello ha sido imposible? Aventuraré algunas hipótesis.
Nuestro problema no es de talento sino de trastorno del talante político, de psicología social y del arquetipo mental de prosperidad y la simbiosis de tales debilidades ocasiona sinergias negativas que producen atraso y dificultan la formación de sinergias positivas para construir progreso.
Es por ello que la caduca cultura política no deja ver al territorio como objetivo a desarrollar sino como coto de caza electoral de caciques locales que, a su vez, son gregarios de jefes nacionales y de ahí la supremacía clientelista, la falta de análisis regional y la torpe creencia de que los recursos naturales y económicos y las entidades públicas son trofeos de la guerra politiquera que causa subdesarrollo trasgrediendo e irrespetando al Tolima.
Estas descarríos no sólo están en el magín y las conductas de los actores políticos, también invadieron gran parte de la conciencia colectiva y por ello, en vez de evolucionar hacia ideas superiores de territorio, sociedad e historia, cada vez más depuradas, involucionamos hacia una subcultura que recrea y arraiga las causas del subdesarrollo y por ello, siendo realmente anormal, todo cuanto ocurre en “política” es mirado como normal y desde esa “normalidad” elaboramos casi todo juicio de valor sobre el presente y el futuro del Tolima.
Nuestra economía también es premoderna e inercial porque el influjo del extravío político arruinó el espíritu emprendedor y logró implicar las mentes en la rapiña de prebendas. Así fue como el Tolima se convirtió en enclave político y económico del poder nacional y global. No olvidemos: “La mente es como un paracaídas, sólo funciona si se abre”.
El quiebre histórico, por qué y cómo (IV)
“Para que todo cambie, todo tiene que cambiar”; así titulé un libro infortunado (poco leído) donde planteé, como tesis, que la visión de futuro de los tolimenses siempre fue incorrecta políticamente, tesis que ingenuamente creí sería tema de diálogo y, por tal razón, esbozaba allí unas ideas acerca de cómo producir el quiebre histórico. Hoy, a mi juicio y como procuro demostrarlo en esta serie de artículos, las cosas siguen igual o tal vez peor y por ello reincido en ingenuidad diciendo que urge una reflexión estructurada por parte los líderes decentes sobre coordenadas, hasta hoy impensadas, que permitan hallar el cómo superar esa inercia que, sinceramente, habla mal nosotros los tolimenses.
Groso modo, la “definición del problema” fue planteada e igual se dijo que el obstáculo para corregirlo no es de inteligencia intrínseca sino de inteligencia funcional, pues la primera (de ella alardeamos) es real pero inconexa dada su naturaleza egocéntrica, es decir la misma de quien “lo sabe todo, absolutamente todo”, pero olvida que en una perspectiva sociopolítica correcta la inteligencia es colectiva, pues es simbiosis de diversidad, voluntad y saberes que, mediante el diálogo y el acuerdo, permite que los líderes quieran remar hacia el mismo lado y así producir el milagroso fenómeno del liderazgo constructivo.
Mc. Luhan señala: “nuestra forma de pensar es linealizada y secuencial; nos comportamos como si estuviéramos mirando el futuro por un espejo retrovisor, nos negamos a mirarlo de frente, por inercia o rigidez nos resistimos a saltar al nuevo escenario”. Si a ésta manera de ser y de pensar le sumamos las debilidades de los tolimenses ya referidas: talante político caudillista y mesiánico; piscología social que reconoce el desarrollo sólo desde los intereses personales y no desde el interés común y del entorno identitario-territorial; modelo mental de éxito ligado a lo gubernamental (“contratos”, clientelismo, cooptación de instituciones), entonces sabríamos cuál es el problema y qué debemos cambiar. Faltaría el cómo hacerlo.
Vencer el atraso regional no es posible mientras las soluciones se planteen desde la retórica económica y el engaño político y no se asuman como desafío histórico, sistémico y complejo que supone cientos de tareas de diversa naturaleza que deben ser realizadas, no por uno sino todos los sectores y por tanto la única solución factible es crear una mesa de diálogo temporal y concluyente a la que concurrirían los líderes decentes sin prisas protagónicas y respetando la diversidad para así poder convenir el camino común y sus estrategias.
La duración de la mesa sería de 1 o 2 años y podría escindirse en equipos temáticos que, a través de relatores, llevarían sus ideas a plenarias y así escribir la compleja guía del progreso regional. Con otro perfil, ésta idea ya la había planteado y, como en su momento no mereció atención, la replanteo con cierto pesimismo, pero seguro de que es la única vía, pues injusto es que la inteligencia continúe en el ostracismo y la desvergüenza en el poder.
El quiebre histórico, por qué y cómo (v)
Resultaría útil cotejar los costos de construir atraso y miseria con los hipotéticos costos de construir progreso y bienestar. Es ofensivo saber que las campañas para elegir gobernador, alcalde, diputado y concejal cuestan fortunas, siempre pagadas con dineros del erario (léase tributos cada vez más injustos), pues, de distintas maneras, los “inversionistas electorales” obtienen jugosos ingresos, mientras que los contribuyentes siempre quedamos esperando el progreso prometido. ¿Alguna universidad, por ejemplo, calculó la relación costo beneficio de la inversión en la política inepta, impúdica y fatua en los últimos 30 años? Creo que no.
Así ha sido y así será mientras no se produzca un quiebre histórico para empezar a construir progreso, pero esta solución, siendo obvia, hoy es una quimera porque, siendo sinceros, las personas preocupadas solo atinan a proponer reuniones, grupos de discusión o cosas así y claro, por ahí se debe iniciar, pero el asunto tiene más fondo, pues exige integrar un “tanque de pensamiento” o “think tank” por un periodo de uno a dos años y cuyo costo desde luego no pagarán gobiernos que usan el erario para costear toda clase de rapacerías y abusos. Así es como el atraso recibe dineros a chorros y el progreso sólo merece ideas refritas y livianas.
Lo anterior es prólogo para decir que, si bien algunos estaríamos prestos a aportar nuestras ideas ad honorem, el costo de realizar análisis temáticos estructurados y concluyentes para elaborar la hoja de ruta del progreso regional y construir las bases para comenzar a hacerlo realidad, tiene que tasarse en muchas horas de labor planificada y coordinada de un equipo multidisciplinario y para ello se requeriría de un pool interinstitucional, social y privado, que dirija, oriente y costee los “estudios, planos y proyectos motores” del desarrollo regional.
Construir y hacer sostenible la ruta del progreso tolimense es empresa de gran alcance que exige conciencia, unidad, voluntad, talento, objetivos, políticas, planeación y dinero y, claro está, igual un giro de 1800 en las ideas del por qué y, sobre todo, el cómo construir progreso. Vencer inercias y abusos es tarea compleja más no imposible para gente decidida a cambiar.
Así resulte latoso, resumo un prospecto temático para soportar la tesis de que el desarrollo regional exige talento pluridisciplinario, so pena de seguir, por sécula seculórum, con quejas y quimeras y viendo cómo las cosas agravan y cómo hinchan sus bolsillos quienes se lucran del atraso. Veamos: caracterizar sociológica, antropológica, histórica, económica, jurídica y ambientalmente al Tolima (algo ayudará la universidad); idear mapas conceptuales; realizar foros y simposios temáticos concluyentes; producir aplicaciones en tecnología, informática, algoritmos, inteligencia artificial, robustas bases de datos y Apps para cohesionar el tejido social; pensar estrategias de redes, páginas web, revista y boletines para socializar avances y derroteros; producir y editar escritos parciales y la gran bitácora final; contar con oficinas y soportes logísticos y administrativos. El progreso sí es alcanzable, pero cambiando.
