PERIÓDICO EL PÚBLICO
LA GUERRA CONTRA LAS CONSULTAS
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
No había terminado la Registraduría de entregar los resultados de las últimas consultas municipales cuando ya tronaban voces haciendo registro del inconformismo con este procedimiento democrático. Que la abstención fue abrumadora; que una consulta es un gasto innecesario; que con ese dinero se podrían construir un número importante de colegios u hospitales o carreteras; que lo mejor es que se haga a la vieja usanza de reunir a los simpatizantes y escoger candidatos, etc.
No comparto ese inconformismo. Colombia acaba de celebrar doscientos años de vida republicana. Y este año se celebran los 20 años de promulgada la Constitución. En la carta Magna se estableció un nuevo tipo de democracia: la democracia participativa. Dicho de otra manera, Colombia, como tal, lleva el 90 por ciento de su vida independiente, bajo los designios de la democracia representativa, es decir, de la voluntad de unos pocos que se apropian la vocería de los demás y gobiernan a su amaño. La constitución establece que los ciudadanos, sin intermediarios, de manera directa, puedan hacer parte en la toma de decisiones. Pero un pueblo, al que no se le ha permitido participar, y de un momento a otro, se le abre la puerta de la participación, es apenas normal que desconfíe, que sea retrechero, incrédulo.
La primera consulta en Ibagué fue promovida por el Partido Liberal, para la escogencia de su candidato a la alcaldía. Ganó Rubén Darío Rodríguez con una magra votación y con un total de participantes alrededor de 15 mil. La segunda consulta, también del liberalismo, movió un poco más de cuarenta mil personas y escogió a Jesús María Botero. La consulta pasada, fue convocada por dos partidos, el liberal y el de Unidad Nacional, conocido como la U. Y llevó a las urnas unos 75 mil electores. Lo que quiere decir que el procedimiento poco a poco gana legitimidad y los ciudadanos aprenden a utilizarlo. Claro que a los que no les gusta la democracia, a los que les gusta decidir de manera autoritaria y sin consultar a nadie, les molesta este proceso y refunfuñan por los costos que representa este tipo de ejercicios democráticos.
Gastar en institucionalizar el país es y será bueno siempre. Que la ciudadanía aprenda a utilizar canales democráticos es mejor a que decidan por ella unos pocos, ya sea utilizando las armas o mecanismos de presión como el clientelismo, la corrupción y la politiquería. Los que se quejan de la abstención recurren a artimañas para justificar sus cuentas. Las consultas sólo se realizaron en 271 de los 1102 municipios de Colombia, en solo la cuarta parte del país. El 75 por ciento de los colombianos no votaron porque en sus municipios no había consulta. Luego comparar los resultados de la consulta con el total de ciudadanos aptos para votar es una argucia de mala calaña. Por otro lado, si únicamente votaban los miembros de unos partidos, la votación contada debería contrastarse con el caudal de militantes de esos partidos no con la totalidad de la población.
Las consultas son un mecanismo nuevo que tiene el encanto que le permite al ciudadano, al que nunca lo tienen en cuenta, decidir sobre quien debería ser su candidato. Es posible que aun tenga muchas fallas, pero la solución es depurarlas, mejorarlas, no acabarlas.