PONÍENDOLE CORAZÓN A
LA RAZÓN
Por: AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA
Cuando la conocí sentí que era una mujer especial. De personalidad
arrolladora, sabía decir las cosas con una gracia, simpleza y sinceridad que
causaba encanto. De esas mujeres paisas echadas para adelante, dispuestas a
comerse el mundo de una sola dentellada. Muy joven casó con otro paisa. Él,
muchacho estudioso, de origen humilde y con ganas de triunfar, que estudió con
sacrificios pero con esmero y pronto ganó una beca para estudiar en el
prestigioso MIT de Massachusetts. Como siempre en ese Instituto, el estudio era
riguroso y exigente. Él y su esposa, dos provincianos en Boston, se las
arreglaban como podían. Ella aún amamantaba a su hijo mayor.
Desde temprano él partía a la universidad. Ella se
quedaba sola con su hijo, lo complicado era que no podía salirporque no hablaba
una palabra en inglés. A las pocas semanas su esposo le presentó un compañero
de estudios en condiciones similares, recién casado con una vietnamita que
desconocía el idioma gringo y con un retoño reciente. Las dos tenían cosas en
común. No hablaban inglés, no tenían recursos ni posibilidades de entrar a una
academia a aprenderlo, eran jóvenes casadas con científicos prominentes de sus
países, tenías hijos en edad parecida y les encantaba hablar…
Los abuelos dicen que la necesidad mueve montañas.
Estas mujeres se hicieron muy amigas. Durante el tiempo que sus maridos
estudiaban y se preparaban tecnológicamente, ellas compartían largas horas,
cuidando sus niños, cocinando, lavando y arreglando sus improvisados hogares.
Cada una le contaba a la otra los pormenores de sus vidas, desde la niñez al
matrimonio, sus anécdotas memorables, sus secretos y sus cuitas. Se podría
decir que fueron tres años hablando sin parar. Mi amiga nunca aprendió a hablar
inglés ni menos vietnamita. Su amiga tampoco aprendió inglés ni castellano…
Todo el tiempo cada una habló en su idioma, sin ambages ni cortapisas. Una magia
especial creció entre ellas, se aprendieron a respetar, a querer y con el
tiempo, estoy seguro, que se entendieron hasta en lo más mínimo. La necesidad
de comunicación, la urgencia de mantenerse vivas, la fortaleza de ser madres y
mujeres, no sabría explicar qué circunstancias movieron este caso, pero así
ocurrió. Como dijo Pascal: el corazón tiene razones que la razón no comprende.
Han pasado casi cinco décadas y estas mujeres se siguen
escribiendo de manera puntual. La una en vietnamita y la otra en castellano. Mi
amiga la reconoce como parte de su familia y de sus afectos. Creo que la
asiática siente algo similar.
Me asalta una duda. ¿Cómo es posible que muchos con la
facilidad que da el poseer un mismo idioma, con todas las posibilidades para
comunicarse, hacer amigos y conocerse, no cultiven amistades sino soledades y
amarguras? Hoy los medios de comunicación incomunican y en el mundo más
interconectado y comunicado, mucha gente vive sola, triste y ensimismada.
El mercado aprovecha esta circunstancia y nos vende
aparatos personales para desconectarnos del mundo y escuchar música, para jugar
solos o para trabajar aislados. Contrario a las mujeres de esta historia, son
muchos los que en medio de la soledad y la depresión, buscan la compañía de las
drogas, del juego extremo y hasta del suicidio. ¡Un mundo sin corazón,pero cargado
de razón!