PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Por estos días se habla mucho de diálogos, conversaciones, democracia, convivencia. No estoy seguro si todos nos referimos a lo mismo cuando de esto hablamos. Es usual que cada persona ande convencida de lo que cree y piensa. Lo no tiene nada de malo. Los problemas inician cuando cualquier persona considera que lo que piensa es la verdad o es lo real. Es problemático porque si esa persona quiere dialogar con alguien, ese dialogo sólo será de una vía.
Una persona convencida de cualquier verdad al dialogar con otra sobre ese tema, querrá que la otra la escuche, porque es ella la que tiene la razón.
Si a esa persona la denominamos A, y a la otra B, será A la que quiere hablar y espera que B simplemente la escuche. Le puede ocurrir exactamente igual a B. Entonces, A quiere hablar y no oír a B. Y B quiere hablar y no oír a A. Esto termina en un diálogo de sordos, porque ninguno está interesado en escuchar al otro. ¿Qué pasaría si A y B, pese a que cada uno se cree poseedor de la razón, se sientan a dialogar? Pues que no habrá dialogo. Será un evento donde ambos hablarán al tiempo, y como ninguno escucha, alzaran la voz, terminaran cada unodando gritos buscando que el otro lo escuche y en los límites de la agresión mutua. Por esta vía sólo se abre una puerta que conduce a la violencia.
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La raíz de la violencia estaría en considerar que la verdad es nuestra. Frente a cualquier hecho usted puede encontrar un número muy alto de interpretaciones. ¿Por qué? Porque cada uno ve e interpreta el mundo y sus sucesos de acuerdo a la vida que ha vivido, a sus experiencias, a sus creencias, a sus conocimientos… Pero su interpretación es tan válida como la de cualquier otro. Puede que a usted no le guste lo que piensa el otro, pero por el hecho que no le guste no lo autoriza para descalificarlo o invalidarlo. Si entendemos que es válido que el otro interprete y piense distinto debemos aprender a respetarlo, que es la única opción para convivir en paz.
Se podría pensar que si todos interpretamos diferente sería el camino hacia el caos. Pero no. Si se parte del respeto, se pasa a un segundo espacio que es el de construir mundos e imaginarios comunes en los que compartamos sueños y esperanzas, respetando las diferencias. Esto necesita elementos adicionales muy importantes. Un sentido autocrítico permanente, estar siempre dispuesto a escuchar, a tener en cuenta lo que nos dicen, hacer esfuerzos por entender al otro y, si es del caso, siendo consecuentes, a modificar nuestras actitudes. Otro elemento clave es dialogar para entenderse y no para convencer. Si lo que se quiere es convencer se estaría dispuesto a manipular, a maquillar, a engañar. Si lo que se busca es el entendimiento, los argumentos serán francos, prolijos si se quiere, pero siempre honrados y bien intencionados.
Valdría la pena una reflexión. ¿En nuestro diario convivir, dialogamos para entendernos, para construir mundos comunes y sueños compartidos, o siempre para convencer? Con frecuencia se piensa que silenciando los fusiles se logra la paz y se nos olvida desarmar los corazones, y eso aleja la paz.