Por AGUSTIN RICARDO
ANGARITA LEZAMA
Por los caminos de la vida me encontré con un ser
humano, que en la medida que lo voy conociendo, crece mi respeto y admiración
por él. Me encanta su devoción por su padre y por su núcleo familiar. Tiene una
sensibilidad aguda y multiversa. Como ser humano de mundo su sentido del humor
es permanente y mordaz, con comentarios siempre oportunos, afilados y
punzantes. Es un escéptico contumaz, como muchos.
Algunos dirán que su pesimismo nace de su conocimiento
de la realidad. De esa realidad cruda que vivimos a diario. Me gustaría contar
una anécdota que le escuche al periodista polaco, hoy bielorruso, Kapuscinski,
un hombre que se destacó, entre otras, por su trabajo como reportero de guerra.
Vivió los conflictos bélicos más terribles de los últimos años. Cuando le preguntaron
qué buscaba un periodista con formación académica, en medio de los horrores de
la guerra, él sin dudarlo contesto: busco la ternura, la solidaridad y la
esperanza. No puedo dejar que los horrores me impidan ver los bellos actos de
solidaridad que se ven en medio del drama. Siempre pongo en primer plano la
esperanza, los esfuerzos incansables por sobrevivir, por mejorar, por cambiar.
En segundo plano, dijo Kapuscinski, dejo los odios, las envidias, la tristeza y
el dolor.
Creo, como el escritor mencionado, que otra sociedad es
posible. Que si nos decidimos podríamos construir un mundo amable, justo, no
violento, alegre y próspero. Estoy convencido que un mundo sin trampas, sin
miseria, sin exclusión y con oportunidades no es una quimera. Cuando admiro los
viaductos de las grandes avenidas y carreteras, cuando me asombro ante
edificios, presas y maravillas arquitectónicas; cuando escucho a Paganini, a
Bartock, los cantos goliardos del Carmina Burana de Carl Orff, a Piazzola,
Pedro Guerra o a Silva y Villalba; cuando admiro a Kandinski, Miró, Obregón, el
Bosco o Darío Ortiz; cuando me pasman los avances de la medicina, la
electrónica, la genética, la aviación o las comunicaciones, siento la magia de
la grandeza del ser humano.
Tanta inteligencia, tanta creatividad, tanto talento
son ejemplos de amor por la belleza, por la justicia y por la vida misma en
toda su dimensión. No es sino sentir los vórtices de alegría y candor de un
niño jugando para descubrir que la vida vale la pena. Este debe ser el primer
plano. En esto debemos creer. El mal existe, pero no es lo único.
En la Navidad celebremos un nacimiento. Si. El
nacimiento permanente de la esperanza, de la bondad, de las ganas de vivir. El
reverdecimiento de las amistades, la consolidación de los afectos de familia,
el reconocimiento de solidaridades. Aprovechemos en estas fiestas de fin de año
para que con natilla y buñuelos, con mistela y tamales, o con lo que cada uno
decida, podamos brindar sin temor por la realización de nuestros sueños y esperanzas.
Amigo del alma, tus hijos y mis hijos, tus familiares y
los míos, pero principalmente toda la gente que sufre, llora, pero no deja de
luchar, no merece que bajemos las manos y le demos la espalda a la opción por
la vida, por la belleza y la justicia. En estas fiestas siente mi mano
solidaria extendida como una invitación a trabajar por otro mundo mejor, que te
aseguro, es posible.
PD: ¡Feliz Navidad para tod@s!