PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: Alberto Bejarano Ávila
Trivial y aflictivo, así es el día a día de nos, los ibaguereños. Narcisismos cómicos y codicias impúdicas copando lo cotidiano y negando espacio al análisis serio; puntos de vista irrelevantes y torpeza para hablar de desarrollo; ambiciones legítimas de prosperidad opacadas por la apetencia inmediatista; gregarios de espíritu y ocupación mostrando progreso y virtudes irreales; carretudos empobreciendo la fuerza de las ideas; cada quién atareado en “conseguir su pedacito” y casi nadie buscando caminos colectivos de progreso. Tanto yerro y ambigüedad incubaron el grave y crónico mal de miopía de horizonte que solo trae aciagos días de futuro para los jóvenes ibaguereños.
Lejana asoma la época electoral y ya la tontería empieza a gravitar en el círculo vicioso del politiqueo. Rueda una vez más la vieja y mala película que hemos visto hasta el cansancio: insulsas declaraciones de prensa; apologías de las virtudes de partidos y grupúsculos políticos; loores a la sapiencia de tal o cual dirigente; anuncios goyenechezcos de vivienda, pavimento, agua, empleo, educación; recurrentes y jocosas promesas de cambio; varones electorales golondrina aleteando sobre el terruño. En situación física, social, económica y moral cada día peores, Ibagué se apresta, por enésima vez y con más de dos años de antelación, a elegir a “quienes ahora sí cambiarán el rumbo de nuestro destino e impajaritablemente nos llevaran a estadios de plena prosperidad”.

Espero no me acusen de insultante si juzgo que muchos, los de siempre y algunos neófitos, ya se aprestan para ofrecer el deprimente y desvergonzado espectáculo de prometer hechos de responsabilidad política y social como trampolín para obtener beneficios personales y que no me tilden de descortés si digo que en dos años, todos, sabiendo que ni tuvo ni tendrá efecto positivo alguno, podríamos estar rencauchando con nuestro voto el anacrónico formato de acción política y la tosca interpretación del libreto mendaz que llenara de tristeza y frustración otro cuatrienio

¿El dirigente ibaguereño (público, gremial y social) tiene compromiso orgánico con el desarrollo? Creo que no. Y no lo creo porque la habitual actitud de casi todo “líder” permite ver, sin mayor pudor, su desdén por las cuestiones serias y profundas y su gran fervor por la nimiedad y el personalismo; sin embargo, por respeto y justicia, reconozco que el egocentrismo y la desidia no surgen de una aviesa intención del “líder” sino de la anomalía histórica de que todos nosotros, de modo diverso, somos egresados de la “escuela de la decadencia y el politiqueo” y, por ello, ni caigo en maniqueísmos, ni tiro primeras piedras, pero sí, sin importar si ingenuo o no, invito a los dirigentes a reflexionar y enmendar su voluntad y actitud para abrir puertas a una escuela del desarrollo local guiada por el principio de que sólo el progreso colectivo legitima y dignifica el progreso individual y acrecienta las oportunidades de realización personal.

Sólo desilusión y miseria traen el “sálvese quien pueda” y la ausencia de un serio proyecto político de desarrollo para Ibagué y, frente a ello, cabría apenas la esperanza de que aquellos que creemos ser corresponsables del destino ibaguereño optemos por negar el aval a la decadencia y confiar en que todo dirigente asumirá sus deber con conciencia social, rectitud y buen juicio. La prosperidad es posible, pero tal ventura requiere de un quiebre histórico en Ibagué. Si tal cosa no sucede, porfío, vendrán días de futuro cada vez más aciagos para la juventud ibaguereña.