¡BASTA YA DE
INFAMIAS!
De JORGE ARANGO
MEJÍA
“Afirmo que esto es un crimen más, un
crimen que subleva la conciencia universal…
“Tal es la verdad, señor Presidente,
verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno.
Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de
la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en
el cual meditaréis, cumpliéndolo, sin duda, honradamente. No creáis que
desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor
vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla.
“Hasta hoy no principia el proceso,
pues aún no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los
culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida
porque la luz se haga. Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza
toma, y la explosión será terrible.” (“YO
ACUSO”, Emilio Zolá).
Antes de asumir la defensa de Alberto Santofimio
ante la Corte Internacional de Derechos Humanos de San José, publiqué en esta
columna una frase de esta carta formidable. Hoy publico otra. No para
defenderlo, pues convencido estoy de que ese tribunal deshará la bellaquería hecha por la
administración de injusticia de Colombia; sino para señalar los responsables de
ella. Veamos quiénes son.
Los primeros, todos los cobardes que presencian esta
infamia y, pudiendo, no la denuncian.
Además, los hijos de Galán, a quienes esa condición
no convierte en mejores colombianos ni confiere mayores derechos. No contentos
con haber vivido del Estado, y recibido del Liberalismo (otrora nuestro gran
partido) honores que por sus méritos jamás habrían ganado; quieren saciar una
insana sed de venganza, estúpida aun si fuera fundada, pero monstruosa cuando se
ejerce contra un inocente de la muerte de su padre, como Santofimio.
Después, fiscales paupérrimos en conocimientos
jurídicos pero ricos en afán de nombradía, que se inventan la ridiculez de que
el asesinato de Galán fue un crimen de
lesa humanidad, cuando no encaja en la definición de ese delito. Y lo vuelven
imprescriptible, adefesio inconcebible en un Estado de Derecho. Tesis que
acepta La Sala Penal de la Corte Suprema,
por razones diversas, desconocidas la unas y públicas las otras, como la
ignorancia y la abyección ante la gran prensa, El Tiempo y El Espectador.
Así se cocina el bodrio que condena a Santofimio a
más de 20 años de cárcel por un crimen que jamás cometió y que tampoco ordenó,
porque a Pablo Escobar no le daba órdenes nadie.
Y se monta la conjura, con base en el testimonio de
dos criminales convictos y confesos: Popeye,
ahora escritor mimado de seudo periodistas como premio a sus calumnias;
y Oviedo Alfaro, a quien desconocidos aplicaron
la pena que nuestra organización judicial no le impuso.
Por esto, al fin, el Senado, testigo de la
maravillosa oratoria de hombres como Uribe Uribe y Gaitán, deviene escenario de
la trama urdida por un analfabeto: así, mientras hablan de descongestionar las
cárceles, evitan la aprobación de una ley que habría beneficiado millares de
ancianos presos, que serían confinados en sus casas, solamente porque
Santofimio tiene más de 65 años. No se sabe qué es más horroroso: que se haya propuesto el engendro o que Senado
lo haya aceptado. Si así aspiran a que
en Colombia haya justicia, sólo habrá venganza. Resultado: márquez y timochenko
anuncian que no pagarán un día de cárcel por sus crímenes, Santofimio paga condena
por el que no cometió, y Maza Márquez se
prepara para entrar al presidio!
Esto no puede seguir por este camino que deshonra más la justicia
colombiana, si ello es posible en estos tiempos aciagos. No más víctimas de testigos mentirosos y jueces crédulos:
Primero, Hazbún; después, Santofimio y el general Maza Márquez. ¿Quién será mañana?
¿Usted o yo?
No perderé un segundo
explicando por qué defiendo un inocente. Tomaré prestadas las palabras de
Unamuno:
“Esto
es una miseria, una completa miseria. A nadie le importa nada de nada. Y cuando
alguno trata de agitar aisladamente éste o aquel problema, una u otra cuestión,
se lo atribuyen o a negocio o a afán de notoriedad y ansia de singularizarse.
“No se comprende aquí ya ni la locura. Hasta del loco creen y dicen
que lo será por tenerle su cuenta y razón. Lo de la razón de la sinrazón es ya
un hecho para todos estos miserables. Si nuestro señor don Quijote resucitara y
volviese a esta su España, andarían buscándole una segunda intención a sus
nobles desvaríos. Si uno denuncia un abuso, persigue la injusticia, fustiga la
ramplonería, se preguntan los esclavos: ¿qué irá buscando en eso? ¿A qué
aspira? Unas veces creen y dicen que lo hace para que le tapen la boca con oro;
otras que es por ruines sentimientos y bajas pasiones de vengativo o envidioso;
otras que lo hace no más sino por meter ruido y que de él se hable, por
vanagloria; otras que lo hace por divertirse y pasar el tiempo, por deporte.
¡Lástima grande que a tan pocos les dé por deportes semejantes!
“Fíjate y observa. Ante un acto cualquiera de generosidad, de
heroísmo, de locura, a todos estos estúpidos bachilleres, curas y barberos de
hoy no se les ocurre sino preguntarse: ¿por qué lo hará? Y en cuanto creen
haber descubierto la razón del acto —sea o no lo que ellos suponen— se dicen:
¡bah!, lo ha hecho por esto o por lo otro. Para eso les sirve la lógica, la
cochina lógica.”
Actúo en ejercicio de mi profesión, la más noble de todas. Y espero la acusación de cualquiera: ¡A mis
jueces me atengo!