PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: AGUSTIN RICARDO ANGARITA LEZAMA
He defendido en múltiples escenarios que no se nace humano sino que lo humano es una construcción social. Esa construcción tiene que ver con la educación, con la socialización que desde la casa, las aulas, el trabajo y la vida cotidiana se recibe todos los días. No obstante, se estrella uno con situaciones que ponen a pensar si realmente la educación que recibimos nos forma y humaniza.
Hace unos días, al salir de un hospital, fueron capturados varios empleados mientras se sustraían medicamentos de ese ente de salud. Se sospechaba que se habría constituido una red interna para robarse la droga de los enfermos hospitalizados y venderla a menor precio en algunas droguerías de la ciudad.Como estos contratistas fueron capturados en flagrancia se procedió a cancelar sus respectivos vínculos laborales legales. Uno de los implicados decidió contarles a las autoridades los pormenores de la cadena delictiva. Más de cincuenta personas resultaron desvinculadas…

Al revisar las hojas de vida de los funcionarios despedidos se constata que todos tenían altos niveles educativos y una trayectoria larga en salud. Y aquí vienen mis dudas. Trabajando en una institución de salud y con una buena formación académica y profesional, debería ser claro y fuera de toda duda, que los pacientes, y sobre todo, su bienestar, era lo más importante de su trabajo. Empero, esto no sucedió, por lo menos para estas personas.
No se robaban las aspirinas ni las tabletas de acetaminofen. Sino la droga más costosa prescrita para el cáncer o para los pacientes en estado crítico. Es decir, arrancaban con despreocuparse por la salud de los enfermos. Seguían por no importarles el bien más sagrado que le entregan los pacientes al personal de salud: su vida. De la manera más inmoral e insensible, se robaban los medicamentos de los pacientes más enfermos y aceleraban su destino fatal. Finalizaban por ser los abanderados de la muerte. ¡No creo que nada justifique esta bellaquería!
Uno entiende que la salud esté en crisis. Que a los trabajadores no les paguen oportunamente y tengan que pasar penurias para mantener sus hogares, pagar los colegios de sus hijos o las obligaciones con los servicios públicos, etc. También que existan muchas personas honestas, abnegadas y probas que trabajan en el sector salud. Pero esto no puede disculpar que se juegue con la vida de seres humanos indefensos y encima lesionados por enfermedades crónicas o agresivas, incluyendo niños.
¿Dónde queda la ética profesional que obliga a tener como principio, que por encima de todo no se debe hacer daño al paciente ni someterlos a riesgos innecesarios? ¿Dónde queda la moral religiosa que enseña que no se debe matar? porque robarle la droga a los enfermos es condenarlos a muerte, es matarlos silenciosamente. Esta sociedad donde el fin justifica los medios, pone por encima del respeto a la vida y la dignidad de las personas, la avidez por el dinero y el apego por acumular bienes materiales.
Para muchos hablar de ética es una antigualla. Prefieren hablar y saber de negocios, vanidades y oportunidades monetarias. Pero la ética no es la estulticia de reducirla a enseñar la urbanidad de Carreño. La ética de la vida, además una tarea inaplazable, debe ser una responsabilidad de todos los ciudadanos, sin ninguna excepción.
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