PERIÓDICO EL PÚBLICO
¡HASTA AHÍ LLEGÓ LA DICHA!
Por: Alberto Bejarano Ávila
Por fin lo entendieron, eso pensé al ojear este título en el diario local: “Festival folclórico necesita renovarse para seguir en alza”, y mi júbilo creció cuando leí el primer párrafo: “llegó la hora de que la Corporación haga cambios para darle nuevo “aire” a las festividades de San Juan y San Pedro en Ibagué”. Quise saber más de la buena nueva, pero hasta ahí llegó la dicha porque el meollo de la nota sólo hablaba de variar recorridos, modificar tiempos entre elección de reinas y otras cositas accesorias y claro, vino la congoja y la autorecriminación, ¿acaso debería esperar algo más que formulismos en mi querido terruño? ¿Acaso desconocía que acá se practicaba el artificio retorico-intencional que denuncio un lampedusano: “que todo cambie para que todo siga igual”?
La chispa de mi delirante y fugaz júbilo surgió por mi torpeza de juzgar que los dirigentes ahora si reconocían que el tolimense debía tener conocimiento del origen de la festividad, sobre su significado histórico, mítico y cultural y, por ende, saber por qué y qué celebra en junio, pues no por simbólico e histórico el festival deja de tener efectos sociales económicos y políticos y ser ocasión propicia para afirmar la identidad y la cohesión social. El festival sin significados y razones no alimenta el espíritu tolimensista, no es referente raizal, no es imán turístico y si corre el riesgo de convertirse en alicaído jolgorio etílico y, para el “vitrinero”, la oportunidad que pintan calva.

El júbilo me llevo a imaginar que los dirigentes del festival se habían impuesto como reto hacer del Festival Folclórico un evento de alcance mundial y que para realizar tan ambiciosa tarea recurrirían a estudios antropológicos, convocarían a historiadores y costumbristas a dar su aporte, definirían celosamente las alegorías pertinentes, examinarían con rigurosa lupa la conveniencia de cada evento, editarían y divulgarían la cartilla del folclor, fijarían normas para la participación, elaborarían un programa justo y preciso, garantizarían que la apertura de la festividad tuviese un fuerte simbolismo y adelantarían un esmerado plan pedagógico sobre el folclor tolimense.
Imaginé también que por voluntad de los dirigente del festival el Conservatorio del Tolima se convertiría en protagonista clave de la evolución y masificación de la educación musical, que promoverían escuelas de música, teatro y danza, que llamarían a los mejores artistas e ingenieros mecatrónicos para fundir arte, creatividad y tecnología a efectos de construir carrozas alegóricas con fidelidad y fastuosidad digna de los mejores espectáculos del mundo, que planearían intensas jornadas de preparación de artistas y que invitarían a los tolimenses a reverdecer sus fiestas.
Supuse además que no nos autoengañaríamos más con la fábula de que a Ibagué acuden turistas, pues si lo hacen es por excepción; quienes si llegan son nuestros familiares y amigos para mostrar que el terruño está afincado en el alma del tolimense. Eso sí, la renovación imaginada me hizo suponer que a partir del 2014 vendrían a Ibagué turistas de todos los continentes.

Señores rectores del Festival Folclórico Colombiano, perdónenme ustedes, pues en verdad he de reconocer que el recorrido, las tarimas, el tiempo entre elección de reinas y los mingitorios públicos no son cosas accesorias, son cosas importantes que también deben renovarse.