PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: Alberto Bejarano Ávila

Ibagué tiene una superficie de 1.439 Km2 y su área urbana aprox. 100 km2. Al buscar referentes vemos que el Depto. del Quindío posee una superficie de 1,845 Km2, 28% más que Ibagué y tiene 12 municipios con 153.7Km2 de área media, mientras que Ibagué tiene 17 corregimientos con área promedio de 78.7 Km2. No insinúo que el municipio de Ibagué deba ser departamento cuando digo que en su superficie cabrían 9.3 municipios quindianos, pero sí digo que urge un análisis serio sobre la naturaleza sistémica y compleja del territorio ibaguereño, su enfoque de desarrollo y las variables necesarias para lograr ese desarrollo.


En el imaginario común Ibagué es ciudad o lugar urbano, es decir, visibilizamos el 7% del territorio mientras que el 93% nos es impreciso, excepto en época electoral. Autoridades, técnicos, “científicos”, planificadores y otros “agentes de desarrollo”, van al campo de manera ocasional y “a la carrera”; el corregidor o inspector (queja común) atiende su despacho pocas horas al mes; las entidades educativas y de salud rurales sufren apatía crónica; el campesino debe pedir como dadiva lo que es su derecho. En fin, la problemática del Ibagué rural es tan grave como inaceptable, habida cuenta del respeto debido a sus pobladores y el significado cardinal de tan vasto territorito para el progreso y la calidad de vida del citadino.

Por razón de equidad el sector rural merece igual esmero que el urbano y, además, para construir la visión de desarrollo debemos conocer y valorar las potencialidades sociales y estratégicas albergadas en 1.339 Km2: Agua, seguridad alimentaria, equilibrio ecológico, paz, fuentes de energía renovable, sostenibilidad ambiental, agroindustrialización, biociencias, bionegocios, turismo y muchos más recursos y oportunidades hoy ignoradas o subestimadas.

Ibagué más que ciudad es municipio y es lógico que cada subdivisión geopolítica deba gestionar su propio desarrollo a partir de la valoración de su entorno, su visión sistémica y su sentido de inclusión social. En razón a este enfoque propongo instituir 17 comarcas ibaguereñas de planeación y gestión. De planeación, porque el corregimiento debe tener un plan especifico de desarrollo asociado al plan municipal y sus presupuestos económico-financieros y de gestión, porque la dirección, ejecución y seguimiento de ese plan debe tener responsables concretos.

La idea supone: obligación del municipio de acompañar a la comarca (corregimiento) para elaborar el plan de desarrollo y sus presupuestos; designar, sin perjuicio de la función de la junta de acción comunal, un Consejo Comarcal como órgano rector y consultor del Plan de Desarrollo; integrar el Consejo Comarcal con delegados de organizaciones de la sociedad civil de la comarca, empresarios rurales y entidades públicas o privadas que se ocupan de asuntos del entorno; asignar al Corregidor (seleccionado con perfil ejecutivo) funciones generales de “Alcalde Menor Rural” y funciones especificas de dirección del Plan de Desarrollo, entre ellas la de reportar informes al Alcalde, al Concejo Municipal y al Consejo Comarcal.


Igual propongo constituir la Federación de Comarcas Ibaguereñas, ente que articulará, coordinará y promoverá sinergias que cualifiquen las acciones que se ejecutan en el territorio municipal y, además, realizará un metódico proceso de socialización y formación comunitaria para empoderar a los habitantes de las comarcas y así favorecer la concurrencia de esfuerzos hacia al éxito del Plan de Desarrollo Comarcal y del Plan de Desarrollo Municipal.