Por Alberto Bejarno Ávila
Es imposible alcanzar el legítimo desarrollo sin contexto preciso de referencia y sin construcciones sociales en tal contexto. Es por tal razón que, desde “tiempos de upa”, Ibagué y el Tolima patinan y reculan y, aun así, porfiamos en falsas ideas de progreso inducidas por agentes externos. Complejo es entender por qué, luego de 40, 50 o más años de ver índices económicos y sociales negativos, una sociedad concreta se niega a replantear sus paradigmas del desarrollo. Es nuestro caso.
La ausencia de
contexto referencial impide la formación de una cultura madura y propia, anula
la ideología del desarrollo endógeno, disocia planes de vida personal de
proyectos de desarrollo, oxigena solamente tesis alineadas con economías de
mercado, anula el diálogo sobre cuestiones concretas y posibles, elimina la
seriedad y congruencia en el discurso político, ciega toda visión estratégica
consistente, perturba la cohesión social y las sinergias requeridas para
alcanzar nuestro propio bienestar y nos condena a patinar y recular por muchas
décadas más.
“Lo que
no se conoce no se comprende y lo que no se comprende no se puede querer”,
expresó un filósofo, axioma que anima a indagar si en verdad el tolimense
conoce al Tolima y el ibaguereño a Ibagué, si todos tenemos una percepción
sistémica y consistente del entorno, si sabemos dónde están nuestros pies.
Excusen si opino que el desconocimiento de nuestros territorios es extendido y,
así, es prácticamente imposible que podamos pensar el desarrollo de manera
ordenada.
Es indudable
que el no saber dónde y para quién debemos construir prosperidad, nos retiene
en la vaguedad y la indefinición y ello nos lleva a convivir con ambivalencias
y extravíos de la sociedad, a gravitar alrededor de caudillos y partidos, a ser
dóciles frente al centralismo insensible y leonino, incluido el político y,
así, la historia de ibaguereños y tolimenses continuará siendo un perenne
crematorio de generaciones o, como en el tiovivo, un inacabable acaecer de más
de lo mismo.
Creo que en lo
más íntimo del tolimense existe el anhelo de cambiar la historia para no
recular y patinar más e iniciar su propia y digna construcción de calidad de
vida y prosperidad económica y, quiero creer, que ese deseo no se
cumple porque no hallamos la forma de salir del atolladero. Por lo anterior
planteo atrevidamente una premisa lógica para nuestra realidad: toda formación
socio-económica propia surge de reencuentro o fusión del espíritu individual
con el espíritu territorial y ello significa que sin “tolimensismo e ibaguereñismo”
(¿así se diría?) No podrá haber terreno fértil para sembrar una nueva era del
buen vivir y del desarrollo económico propio.
Digo, con base
en lo anterior, que es preciso reeducarnos y educar para construir desarrollo
en el entorno regional y municipal y ello exige replantear absolutamente las
secretarias de educación y planeación, institutos de cultura, conservatorio y
demás, así como invitar a entidades culturales, cívicas, comunales, deportivas
y otras a sumarse al cambio de las coordenadas del desarrollo.
Puntualmente
sugiero elaborar atlas departamental y municipal, auspiciar la literatura
tolimense, la producción audiovisual, la investigación antropológica e
histórica, los encuentros territoriales, el festival del folclor tolimense, la
afirmación y difusión de culturas municipales, la casa de colonias en Ibagué,
las olimpiadas departamentales, las ferias subregionales. Estos y otros retos
del mismo tenor aportarán saberes, cohesión social, visión compartida,
identidad y sentido solidario, virtudes sine qua non para pensar el genuino
desarrollo. Hay más, pero me salgo de la cuartilla.