PERIÓDICO EL PÚBLICO: MERITOCRACIA Y EXCLUSIÓN

MERITOCRACIA Y EXCLUSIÓN

Por: AGUSTÍN ANGARITA LEZAMA*
Por estos días se ha puesto de moda el concepto de meritocracia. Algo así como el gobierno de acuerdo a los méritos. Tiene su origen en el excluyente concepto de la aristocracia que defendieron en la antigüedad Cicerón y Platón, entre otros. La aristocracia consistía en que el poder estuviera en cabeza de la élite intelectual, basada en sus conocimientos y estudios. Una manera de separar el poder de la masa inculta y no preparada.

En las democracias modernas, se habla de la movilidad social, con la idea que la educación sea la escalera que permita a los sectores populares moverse y acercarse a las altas capas sociales. Para hacer realidad la movilidad social, se busca que la meritocracia califique imparcialmente hojas de vida, para facilitar que algunos excluidos, pero bien preparados puedan acceder a espacios de poder. Con esto se pretende evitar que el clientelismo y la politiquería lleven gente inexperta a los cargos de gobierno. Y se establece la carrera administrativa para que personal que se ha capacitado y que tiene experiencia sea mantenida en el gobierno; porque lo usual es que cada nuevo gobernante llegue con su séquito y quiera pagar favores políticos con burocracia, más allá de que estén capacitados o no.
La meritocracia tiene sus problemas, y no de poca monta. La meritocracia aumenta la exclusión. A la hora de competir, los hijos de hogares adinerados y de clase social alta, tienen mayores posibilidades de estudiar en las mejores y más caras universidades, hacer postgrados fuera del país y aprender varios idiomas. De esa manera a los cargos públicos llegarán los hijos de las familias que siempre han detentado el poder. ¿O hay alguien que crea que, a la hora de comparar la hoja de vida académica de un hijo de los dueños del país, con la de un hijo estudioso de una madre soltera de un barrio pobre, este último tendrá iguales posibilidades?

Existen personas que creen que sus apellidos elitistas valen más que la preparación intelectual de cualquier joven habitante en barrio marginal. Esos, que se sienten aristócratas, huérfanos de poder, que quieren una ciudad a la medida de ellos, que creen que la cultura y el arte son para privilegiados y que a los pobres sólo les alcanza para folclor, guacherna y artesanía, es a los que se les encarga la labor de hacer la selección para la meritocracia. Ese sesgo ideológico y social, convierte en espuria la escogencia y en falsa la meritocracia.

Por otro lado, una hoja de vida no refleja la ética ni el compromiso con una ciudad y sus gentes. Y una experiencia en lo privado o en lo académico dista mucho de lo que se necesita para ser eficiente en lo público. La meritocracia puede tener su lado bueno, pero por si sola no combate el clientelismo, la corrupción ni la politiquería. No da eficiencia ni garantiza eficacia. Tampoco reduce la discriminación, la exclusión ni la invisibilización.
Este comentario no quiere ser un palo en la rueda para el gobierno municipal que arranca, solo una claridad social. ¡Ojalá que acierte y le vaya bien, porque con eso ganamos todos!

*Magíster en Ciencia Política