PERIÓDICO EL PÚBLICO: UNA HISTORIA DE LOCURA

UNA HISTORIA DE LOCURA

UNA HISTORIA DE LOCURA
“Los pueblos que se hacen pequeños en su pensamiento se hacen débiles en sus obras” 
Por: Carlos Orlando Pardo
Podría ser una novela menor como tantas que ha escrito el Nobel de literatura, seguramente sin la dimensión épica de otras ni la hondura de muchas. Todo esto es cierto puesto que está entre sus libros divertidos, 
Basta aceptar un axioma de Einstein para que el tolimense descubra que la región vive una historia de locura. Señaló el sabio: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. El obvio corolario de éste axioma exige vencer el hábito de pensar y obrar de manera mecánica y tozuda para no reproducir realidades que avergüenzan e invita a proceder con sentido distinto y de modo distinto para edificar nuevas realidades. Pero… ¡He ahí el problema!

Comprobamos aquel hábito de locos con tan sólo observar como gente buena, perspicaz, dedicada y sensible socialmente (aunque no falta “el caspa”) que desempeñan roles de dirigentes gremiales, políticos, académicos, culturales y sociales, trabajan y trabajan con tesón para construir desarrollo con resultado negativo, a juzgar por realidades palmarias y no por modelos estadísticos oficiales que siempre y descaradamente concluyen en que “todo va viento en popa”.
 En documento extenso Oxfam reveló recién una verdad innegable y palpable: “el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99%”. En “el mundo de todos”, incluida Colombia, la riqueza se concentra y la pobreza se propaga de modo humillante y, aun así, el Tolima insiste en su apego a rancias creencias de desarrollo que “regiones cuerdas” (desarrolladas) abolieron tiempos ha para poder hallar nuevos caminos de prosperidad económica y equidad social.

¿Por qué cuesta tanto cambiar esa arquitectura mental que sólo reproduce dinámicas infecundas socialmente? La respuesta empezaría a emerger si reflexionamos desapasionadamente sobre lo señalado por Carlo Cattaneo, pensador italiano de mediados del siglo XIX. Dijo Cattaneo: “Los pueblos que se hacen pequeños en su pensamiento se hacen débiles en sus obras”

A gremios, sectores políticos progresistas, académicos, líderes sociales, periodistas, gestores de la cultura y demás, si aceptaran, con respeto les diría que dediquen un tiempo a examinar la tesis de que el verdadero desarrollo sólo se levanta sobre cimientos que denomino construcciones sociales y que, para convertir el trabajo en progreso y extinguir la pírrica paradoja del esfuerzo que origina atraso, es necesario contextualizar alcances y contenidos de sus planes de gestión.

Que el progreso sólo brota en terreno abonado es lugar común en el que se debe tomar partido, pues algunos creen que terreno abonado es la facilidad de inversión, la obsecuencia al gran poder y los negocios en sí, así carezcan de ética y sentido histórico-social y otros opinamos que “tierra abonada” es la comunidad imbuida de cultura identitaria, histórica, autonómica y solidaria, valores sobre los cuales se levantan las construcciones sociales que forjan y hacen sostenible el equilibrio entre el desarrollo económico y el buen vivir de todos… y todos somos todos y no unos pocos.

Así como se diseña y edifica con hormigón, también se diseña y edifica lo social: identidad, espíritu emprendedor, sentido de pertenencia, sentido histórico, valores éticos y estéticos, conocimiento del territorio y la biodiversidad, espíritu autonómico, civismo, cultura política, cultura económica, espíritu asociativo, poder ciudadano y más. Solo faltan arquitectos e ingenieros sociales.


El nefasto populismo político y el cicatero pragmatismo económico se incuba en rancias ideas del desarrollo, mientras que un auténtico proyecto político y una correcta visión estratégica de futuro sólo proceden de una simbiosis de construcciones sociales. Este debate está haciendo falta.