PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por Hugo Neira Sanchez
    No podía dejar en el tintero lo que ha sido el devenir de nuestros campesinos. El colombiano que diga que no tiene sangre campesina, está mintiendo. En la oleada de Europeos que llegan a América, en la Conquista no solo llegaron aventureros sino muchos que vinieron a buscar el “oro”, pero llegaron tarde y se encontraron que como pobres no importaba que fueran indígenas o blancos, su subsistencia para no volver a Europa, con el “rabo entre las piernas”, tenían que hacer lo mismo que en sus tierras de origen, ya no bajo un régimen “feudal”, sino con alguna libertad, donde no se tenía  que dar razón alguna, sino también no entregar la “pernada” de su esposa e hija, además con extensos terrenos para cultivar, no importa ser siervos en forma diferente no tenían que entregar todo sino una parte  a los famosos encomenderos, personajes que no trabajaron nunca la tierra, pero la usufrutuaron, pues era un deshonor labrarla. Se van acomodando durante años, esquivando la pobreza y la subsistencia, llevando a los mercados precarios, alimentos con los cuales sobreviven los señores, empleados públicos y siervos.
Por Carlos Orlando Pardo Rodríguez

Me produce siempre gran alegría ver el nacimiento de nuevos escritores medidos esta vez en la publicación de su primer libro. Es usual que con ellos las editoriales no se atrevan porque se trata de nombres realmente desconocidos en el panorama de la literatura y sus apuestas van a otros lados. Por fortuna la editorial Caza de Libros, siguiendo el ejemplo dado por Pijao Editores en el Tolima, cumple el reto de jugársela con algunos que demuestran sentido del oficio y desde luego talento. Es lo que acaba de ocurrir con la presentación de La noche infinita, la novela de Carlos Andrés Oviedo, un joven ibaguereño que asume su tarea con devoción y podría decir con misticismo. No sólo se le ve sino se siente y mucho más cuando detrás suyo se encuentran dos libros más que junto a la noche Infinita conforman su primera trilogía y que en un futuro cercano con las debidas revisiones estará circulando entre los lectores del país. Este sólo hecho desprende cuánta ha sido su dedicación a la tarea de escribir que no la cumple como tantos de manera episódica sino visceral. Debo señalar así mismo cómo no es de aquellos muchachitos vanidosos que miran por encima del hombro y suficiencia sino conserva el evangelio de la sencillez, sin que por ello falte el conocimiento. No puede augurarse aquí sino el nacimiento de un escritor sólido y con futuro que dará de qué hablar en los días del porvenir. Pero aterricemos en la noche infinita. El tema de su obra literaria no es nuevo porque son numerosos los textos que refieren al protagonista de una obra desde “la clarividencia de lo inasible” como bien la define Benhur Sánchez Suárez, pero en literatura no existen los viejos o novedosos asuntos para tratar sino la forma en que se haga. Aquí es una mujer, una niña, Solirio, el personaje central de la historia. Entre descripciones del mundo pintoresco de algunos mitos y leyendas que se encuentran bien escritos pero suenan trasnochados y con olor a lugar común, más propio de la literatura del siglo XIX y las primeras cinco décadas del XX, va generándose la atmósfera de un mundo que luego desde el espejo de la intimidad y la retrospección alcanza momentos luminosos, pero igualmente surgen a veces como mezcla tardía de un existencialismo a ultranza. De todos modos, ello no significa que La noche infinita no tenga suficientes merecimientos ni deje de reflejar a un autor que con la debida reflexión alcanzará una mejor etapa, sin que represente excusa que sea o no un volumen de juventud, puesto que son numerosos los casos de autores que comienzan con paso firme y el pie derecho su carrera y que no menciono para no abundar en listas de directorio telefónico. Resulta eso sí preocupante explorar que no existió un riguroso cuidado en el lenguaje por la repetición absurda de términos, uso de otros que disuenan frente al armonioso ritmo de una prosa vigorosa y mayor atención a la terminación de frases y párrafos que quedan inconclusos. Todos hemos caído y a veces caemos en lo mismo por mucha experiencia tenida porque el combate con el lenguaje es inclemente.  No quiero caer en la ingenuidad de relatarles de qué se trata, pero considero interesante que así no más sea nombrada sin meterse en su piel, la ciudad de Ibagué sea el espacio en que transcurre la historia, escenario olvidado en nuestra literatura porque a veces se cree que hacerlo es provincial. Unas cinco novelas apenas la refieren tangencialmente y tal vez Álvaro Hernández es por ahora quien en este género la hace en esta atmósfera. Carlos Andrés Oviedo hace la apuesta y su libro es la campanada de cómo va por buen camino, resultando una lectura grata en medio de las angustias que libran sus personajes.
TALLER  EN EL RESGUARDO DE YAGUARA

Es muy importante informar a la Comunidad, la realización de un taller en la Comunidad Indígena de Yaguara, perteneciente al municipio de Chaparral Tolima, durante los días 17 y 19,  de octubre próximo, dictado por los historiadores  de la Universidad de los Andes: Gabriel Jiménez  y Laura Osorio, pertenecientes  al Sistema Nacional de Archivos de Colombia, donde se trataron los siguientes temas:
Archivo  Histórico, Patrimonio, Conocimiento Tradicional, Archivo Étnico, Derechos Humanos, Memorias, Identidad Cultural, Acompañamiento al pueblo de Yaguara, Chaparral Tolima .
El taller contó  con una asistencia de 35 personas, destacándose la presencia  de los Chagualas, los Alapes, Teodomiro Hernández Ducuara, Aracely Lasso, los Palominos, Placido Caleño, un patriarca de la comunidad, y su  gobernador Isidro Méndez entre otros.
El Taller hizo referencia a los campos desconocidos y borrascosos de la historia colombiana  y se contextualizó  abusos, ridiculeces de la justicia y las sensaciones de frustración vividos por la etnia en épocas de la América Española y en nuestros días.
También reseñó,   el control por parte de las autoridades de los grandes o terratenientes, que  enriquecieron  sus predios redistribuyendo signos positivos para su entorno  o elaborando mapas en su inteligencia llenos de puntos y manchas,  que alejaron sus linderos  y hoy  retiran  a lo lejos,  las voces de un conflicto.

Publicado por LUIS ENRIQUE PERDOMO SÁNCHEZ


Por: Carlos Orlando Pardo R.
Acá al Tolima y en concreto a Ibagué, en Coello Cocora donde está la confluencia de dos ríos, regresará el inmenso poeta Álvaro Mutis envuelto en un cofre que tendrá sus cenizas. Luego se regarán en estas aguas que tanto lo acompañaron en sus recuerdos y en su obra, ante todo cumpliendo su voluntad de que así sea, como lo dejó escrito con claridad en su testamento. Pero no es gratuita su última petición porque allí el consagrado escritor conoció lo que él denominara el verdadero paraíso. En su casa de México y en el amplio solar, mantuvieron matas de café y plátano como un vivo testimonio de este afecto. Y todo porque las vacaciones más fructíferas de la literatura colombiana fueron aquellas pasadas por el hoy consagrado escritor en la finca de Coello-Cocora, ubicada a diez minutos de Ibagué, como lo afirma Juan Gustavo Cobo Borda. Toda su poesía, como dijo el mismo Mutis, proviene de aquel sitio que a comienzos del siglo compró su abuelo Jerónimo Jaramillo Uribe, un vendedor de café con oficinas en Hamburgo, a más de fundador de haciendas de café y caña en el viejo Caldas, oficio que lo trajo al Tolima, precisamente a ese lugar en la confluencia de dos ríos y que fue heredado por la madre para dotar al poeta-novelista de un espacio  paradisíaco donde pasaba vacaciones con su hermano Leopoldo.

A sus raíces se agrega la de gente de campo de origen paisa: su abuela nació en Salamina, su madre en Manizales. Su padre, quien a los 18 años era secretario privado del presidente de Colombia, se graduó luego en derecho internacional para coronar prontamente una carrera diplomática que lo llevó a Bruselas donde muere a los 33 años
CORAZÓN DE CEMENTO
AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La ciencia política enseña, desde el punto de vista teórico, cuales son las necesidades de una sociedad. Se habla entonces de la salud de los habitantes, de los problemas de desempleo, de las deficiencias educativas, de espacio público, de recreación o de movilidad. Empero, en la actualidad lo que moviliza a la mayoría de la gente son los problemas de infraestructura, específicamente las vías.
Muchos miden el progreso por el estado de calles y avenidas. Lo demás es secundario o de poca monta. Si se mejora la salud, la educación, la recreación y el deporte, la atención de la niñez, del adulto mayor o de la población vulnerable, todo eso nada vale si no se tapan los huecos de las calles. La calidad de vida se ve reducida a la cantidad de asfalto ejecutado.
Por Luis Eduardo Chamorro Rodríguez
El Instituto Colombiano de Normas Técnicas y Certificación, ICONTEC, contratado por el Ministerio de Educación y su programa de Modernización de las Secretarías de Educación, en la semana inmediatamente anterior comunicó el otorgamiento de la certificación de la “gestión de calidad del servicio educativo”, a la Secretaría de Educación Municipal de Ibagué.

Es un logro que involucra al alcalde Luis H. Rodríguez, al Secretario de Educación Diego Fernando Guzmán García, al secretario inmediatamente anterior, Enrique Váquiro Capera y a la Directora de Calidad Amparo Betancourt Roa, principalmente.

Esta certificación de calidad educativa para la Secretaría de Educación de Ibagué, se suma a las certificaciones sobre cobertura, servicio de atención al ciudadano y talento humano, que ya han sido otorgados anteriormente. Quedan faltando la certificación sobre los procesos de inspección y vigilancia y la gestión financiera.