PERIÓDICO EL PÚBLICO

CARLOS ORLANDO PARDO: TRES ARTISTAS QUE SE DESPIDIERON

Por: Carlos Orlando Pardo
Tres artistas que dieron brillo a su tierra desde la investigación y la academia, la música y la escultura llegaron al fin de sus vidas pero nos legaron sus obras y sus sueños. Casi nada se ha dicho de estas partidas, salvo en el periódico Actualidad Tolimense y resultaron en general ignoradas, quizá por la poca importancia que se otorga a quienes han construido memoria y región sobre esta tierra. Es lo ocurrido con los inolvidables Hugo Neira Sánchez, Jesús María Rincón Becerra y Fabio Artunduaga Ospina, quienes se suman a los sensibles fallecimientos de Simón de la Pava y de Salomón Tovar.

Significa de todos modos que el cielo del Tolima  se está quedando sin algunas estrellas. Hugo Neira, quien había nacido en Ortega el 16 de febrero de 1941, fue ingeniero electricista de la Universidad Tecnológica de Pereira y ocupó varios cargos en la Electrificadora del Tolima donde se jubiló. Especializado en Francia en proyectos y construcciones de líneas eléctricas, también lo hizo en Coruniversitaria en automatización industrial y encarnó a un rebelde y documentado columnista que denunciaba los atropellos de la electrificadora contra la población, así como simbolizó a un investigador académico de notoria importancia. Su rango empezó a ser sentido cuando obtuvo en  1994 el segundo premio del concurso de historia Cámara de Comercio de Ibagué. Aquí lo logró con la obra El Tolima en la encrucijada de la agricultura, libro publicado por Pijao Editores en 1995 y cuya versión actualizada hizo con destino al Manual de historia del Tolima, publicado en tres tomos por la misma editorial. Se convirtió en miembro de la Academia de Historia del Tolima y luego publicó Historia de la masonería, su Influencia en Colombia y en el mundo, igualmente por Pijao Editores en el año 2007. Otro libro suyo, polémico por cierto, lo hizo sobre El pacificador Pablo Murillo. Hugo Neira tuvo un temperamento discreto, sin deseos de figurar y amante de la discusión inteligente, encontrándose presto a colaborar en investigaciones que otros emprendieran como lo fue mi caso en el tema de Mosquera. Una tarde decidió irse del todo para Risaralda donde finalmente murió por el mes de septiembre en medio del afecto de su esposa y de sus hijos. Tarde nos enteramos pero conservamos largo silencio reconstruyendo su afecto y sus pasos, su amistad y sus valores.
También a comienzos de septiembre, conocimos la triste noticia de la muerte de Fabio Artunduaga Ospina, otro ser humano discreto y talentoso que amaba jugar billar y ajedrez como para distraer las horas solitarias. Nació en Casabianca, Tolima, el 14 de abril de 1931. De origen campesino, trabajó en las faenas agrícolas como jornalero raso durante más de diez años y heredó de su padre, quien fue escultor, la tradición de tallar figuras en mármol, modelándolas en arcilla y dibujos a lápiz. Estudió artes gráficas en lo cual era experto y elaboró diversidad de esculturas y cerámicas famosas desde el departamento orientado por centros de historia. Ahí está su testimonio artístico en el parque mitológico de El Espinal con más de una decena de esculturas; el monumento a la princesa Bulira en Piedras y a Garzón y Collazos en Ibagué. Se destacó, así mismo, como compositor, obteniendo premios en festivales del bunde en El Espinal y en el cancionero del Tolima están sus danzas, guabinas y bambucos, los que interpretaba tocando tiple, bandola y guitarra. Sus canciones llegaron al centenar entre instrumentales y las grabadas por diversas agrupaciones. Publicó en 1986 el libro Mitología y folclor del Tolima con prólogo de Eutiquio Leal, quedando ahora su tarea de luchador incansable por la música y el arte y sus famosas esculturas de El Mohan y la Madre de agua quedaron reproducidas y solitarias en su habitación.
Al final nos aturde el corazón la noticia de la muerte del maestro Jesús María Rincón Becerra a quien se llamó con justicia la Bandola de Oro. Hacia 1983 tuve la fortuna de hacer y presentar un disco de larga duración con sus interpretaciones y creaciones cuando fuera director del Instituto Tolimense de Cultura. Disfruté gracias mi suegro Adolfo Viña Calderón y de su hermano Alfonso de no pocas tertulias musicales oyéndolo embelesado, al tiempo que gozaba con el legendario e imborrable conjunto Chispazo al que pertenecía, junto a Pedro J Ramos, Gustavo Torres y Gustavo Reina, Alberto Estefan y Luis Eduardo Vargas Rocha. Allí era fácil y al tiempo un privilegio gozar de sus bambucos, danzas y pasillos que hacen honor al parnaso musical de Colombia. Un perfil amplio de su vida fructífera lo registré en mi libro Músicos del Tolima Siglo XX, donde se destaca como uno de los mejores de la tierra. Había nacido en Santa Isabel el 26 de agosto de 1915, perteneció a la banda departamental tras adelantar estudios teóricos en el Conservatorio y fue un eje conductor en la creación de conjuntos musicales. Falleció el 8 de octubre de este 2014 en Dos Quebradas, Risaralda, adonde se había ido a vivir muchos años antes.       

CARLOS ORLANDO PARDO: UN ENCUENTRO INTERNACIONAL COMUNERO DE ESCRITORES ...

Por: Carlos Orlando Pardo

Fue de ensueño un recorrido de ocho días por los hermosos municipios de Santander. La experiencia maravillosa se logró gracias al sueño persistente de Hernando Ardila González,  un entusiasta abogado y poeta que se propuso esta locura desde hace seis años. Fue un éxito el reunir escritores de varios paises del mundo para que difundieran su trabajo ante estudiantes universitarios, de colegios de primaria y secundaria, de las cárceles y las comunas, los mercados y  los parques. Pero no sólo eso. Dialogaron entre ellos sobre el oficio en los paises o regiones de donde procedían. Fueron representantes de varias generaciones, ante todo jovenes, los que formaron una fiesta de solidaridad, esta vez bajo el lema de Un país posible, homenaje a Gabriel García Márquez y con el título genérico de Vuelven los Comuneros. Poblaciones como Floridablanca, la de la Mesa de los Santos, Socorro, San Gil y Bucaramanga se volcaron entusiastas y curiosas a escuchar a los poetas y escritores. Cada quien daba lo mejor de sí y desfilaban argentinos, chilenos, ecuatorianos, mexicanos, rusos, griegos, paraguayos, colombianos de diversas regiones representando al Tolima, al Huila, a los Llanos, a Popayán, Bogotá, la Guajira, Montería, Tunja, Duitama y escritores de Santander, entre otros. Abundaron las mujeres entre las despampanantes  y las discretas y no faltó la música ni el vino, las comidas típicas y los paseos turísticos a Barichara o al Cañón de Chicamocha. Sus organizadores dieron muestras de simpatía y organización, atenciones y generosidad, sin que faltaran los discursos de los rectores y decanos de las universidades y hasta de los alcaldes dando la bienvenida. Lo que se veía en el transfondo era la angustia del creador del encuentro porque no es fácil hallar el apoyo debido para un acto de dimensiones internacionales. Santander, como una vitrina para el turismo y la cultura, tiene aquí un ingrediente que debieran patrocinar sin tacañerías ni ruegos, antesalas y venias. Se cumplió sin embargo y tanto la programación impresa en formato de lujo como un libro antológico de los participantes,  fue una idea luminosa como testimonio de un paso con huellas profundas por las regiones de la literatura. 
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
La pobreza un mal creciente en el mundo. Todos los días hay más pobres y menos ricos pero cada vez más llenos de dinero. Los investigadores han construido diferentes metodologías para medir el grado de pobreza de los ciudadanos. Unos lo miden de acuerdo a las necesidades básicas insatisfechas (NBI). Cuando un grupo humano no ha cubierto un umbral mínimo de necesidades básicas, que se ha determinado de antemano, se considera pobre. Otra forma de medirla es mediante la Línea de Pobreza que es costo per cápita mínimo que se necesita para adquirir una canasta básica de bienes que permita un nivel de vida adecuado. Algo así como la plata para pagar los gastos necesarios para vivir decorosamente.
Según el DANE en Ibagué esta cifra viene descendiendo. En el 2008 fue del 32.6%, en el 2010 del 26.6%, en el 2012 del 21.3% y en el 2013 bajó hasta 18.6%. En todo el Tolima la cifra del 2012 fue de 42.3% y descendió en el 2013 al 34.8% casi el doble de la cifra reportada para Ibagué. La cifra nacional es del 30.6% en la zona urbana y del 42.8% en áreas rurales. Visto de otra manera Ibagué tiene 106.975 personas pobres. Se ha mejorado bastante pero falta mucho todavía.
Otra medida es la de pobreza extrema o indigencia. Esta medición refleja los pocos ingresos que sólo alcanzan como mínimo para las necesidades básicas alimentarias. Únicamente  alcanza para comer. En Colombia para el 2013 la pobreza extrema era del 9.1%.  En nuestro departamento las cifras han mejorado. En el 2012 era del 15.3% y se redujo al 11.3% en el 2013. Ibagué mejoró del 7.3% en el 2008 al 2.8% en el 2012 y al 2.5% del 2013. Son cifras que muestran un alto nivel de inclusión en Ibagué.
Estos datos se traducen en que en Ibagué existen 13.572 personas que sobreviven con un mínimo de $96.422 pesos mensuales, es decir a una persona $3. 214 pesos le tienen que alcanzar para las tres comidas del día.
Otra manera de medir la pobreza es con el Índice de pobreza multidimensional. No mide sólo el dinero que se posea para comprar la canasta básica. Involucra cinco dimensiones y 15 indicadores: las condiciones educativas de los miembros de un hogar; las condiciones de la niñez y la juventud; la salud; el trabajo; el acceso a los servicios públicos domiciliarios y las condiciones de la vivienda. Son considerados pobres los que tengan privación de por lo menos 5 indicadores.

La alcaldía de Ibagué mediante su programa Ibagué Digna, estableció en la comuna 7, exactamente en los barrios Modelia I y II, Nazareth, la Ceibita y Chicó una zona libre de pobreza extrema (Zolip). Ya cuenta con el apoyo y colaboración de la  Agencia Nacional para la superación de la pobreza extrema, del Departamento para la Prosperidad Social (DPS), de la Gobernación del Tolima y de algunos privados como la ANDI, Fenalco, Prosperando y la sociedad tolimense de ingenieros, entre otros. Una audaz apuesta por la inclusión social y la superación de la pobreza.

CARLOS ORLANDO PARDO: LASHUELLAS MEMORABLES DE SIMÓN DE LA PAVA SALAZAR...


CARLOS ORLANDO PARDO: LAS HUELLAS MEMORABLES DE SIMÓN DE LA PAVA SALAZAR LAS HUELLAS MEMORABLES DE SIMÓN DE LA PAVA SALAZAR Simón de la Pava Salazar .A los 97 años se detuvo para siempre el corazón del prestigioso intelectual tolimense Simón de la Pava Salazar. Conformó parte de una familia de profesionales destacados y a lo largo de su fructífera existencia dejó una huella memorable en el campo del derecho, la historia, la literatura  y la academia. Se trataba de un conversador exquisito cuyas famosas tertulias con poetas, compositores y novelistas se volvieron tradicionales y añoradas y donde era fácil deducir, por su conocimiento de la historia, la política, el derecho y la región, una inteligencia privilegiada. Había nacido en Cajamarca en 1917 y fue egresado ilustre del colegio de San Simón y de la Universidad Libre en derecho y ciencias sociales. En el ejercicio de su carrera se desempeñó como juez de instrucción criminal, penal, del circuito, del trabajo y civil del circuito.
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Tengo un recuerdo vivo de ese sábado en la universidad. Era un estudiante que participaba por ráfagas. En ocasiones pasaba inadvertido y en otras era locuaz. Sus experiencias como docente rural varias veces ilustraron los debates sobre derechos humanos en la maestría. Durante clase lo noté taciturno, con mirada bruna y distante. Al terminar la jornada me abordó mientras bajábamos las escaleras. Profesor quiero conversar con usted,  me dijo sin rodeos. Acordamos un sitio para tomarnos un tinto.
Mientras se acomodaba en la silla, me dijo que prefería una cerveza, que si ordenaba lo mismo para mí. Dos botellas heladas nos trajeron a la mesa. Su voz era firme aunque se notaban los esfuerzos que hacía para que no se quebrara. Vivía en la misma escuela donde trabajaba en una vereda apartada de un municipio del sur del Tolima. Allí la insurgencia era dueña y señora del territorio y todo lo controlaba. Nunca se metía con él aunque si lo convocaba a las reuniones con la comunidad. Los pobladores estaban acostumbrados a su presencia permanente. Su esposa y sus dos hijos residían en Ibagué. Ella tenía un pequeño negocio que atender. No querían que sus niños crecieran en medio de ataques, bombardeos, retenes, vuelos nocturnos de helicópteros y aviones fantasmas, y la zozobra de la guerra.
Una tarde, ocho años atrás, llegaron a la escuela dos hombres armados y con los uniformes que usa la guerrilla. Uno era algo mayor y el otro joven. Nunca los había visto. Los niños ya no estaban. Pidieron agua y se sentaron en el suelo a conversar en voz baja. Esto no era usual. Empezó a oscurecer y seguían allí. El miedo fue creciendo. Súbitamente, el hombre mayor empuñando su fusil y amenazándolo, lo obligaron a entrar a la habitación. Pese a su resistencia y sus gritos de auxilio no escuchado, lo violaron…
Al otro día, todavía lleno de pánico, se desplazó hasta el pueblo buscando ayuda médica. El galeno al escuchar su historia le hizo preguntas maliciosas. Eso empeoró su situación. Si ponía la denuncia ante las autoridades podría correr la misma suerte que con el médico. Y se exponía a las represalias de quienes mandaban en su sitio de trabajo. Además era vergonzoso para un varón contar que había sido abusado sexualmente. Más allá de los daños en su integridad física, estaba la humillación sufrida, el sentimiento de culpa y de suciedad, la vergüenza social y el temor a ser ridiculizado en su masculinidad. Optó por guardar silencio.
Su dolor reprimido nunca se calló y lo acompaña a todas partes. Dos años después le contó a su esposa. No comprendió y lo abandonó dejándole los hijos. Él sigue enseñando.

La violación masculina en la guerra siempre ha existido. No es tan frecuente como la de las mujeres pero existe. Es una forma de humillar a los vencidos. No sale a flote ni se denuncia por los estigmas sociales. Pero es un drama real y vigente. Prepararnos para la paz es también prepararnos para dar trato integral y humano a este tipo de víctimas. 

Por: Alberto Bejarano Ávila

Para soslayar “la política” (un ratico) pensé escribir sobre emprendedores, talentos y otros temas, pero cordiales sugerencias hechas al anterior escrito (“los chachos de la película”) instan a ampliar lo allí dicho. Nadie negará, creo, que el desarrollo logrado por muchas sociedades es obra de personas de carne y hueso, pero al afirmar que nuestro atraso también es obra de personas de carne y hueso, algunos confirman el juicio, valga decirlo, pero otros “se hacen los locos”, lo tachan de ambiguo o ficticio y, claro, no falta la voz airada. Tan recurrente y acusadora evasiva y rezongo impiden reconocer lo errado y anacrónico de las ideas o paradigmas políticos y económicos del desarrollo que por decenios alcahuetearon ineficacia, poquedad y no poco impudor en el Tolima.

La democracia regional (?) jamás se nutrió de tesis y antítesis que dieran lugar a una visión correcta de futuro y, por ello, el análisis histórico, prospectivo y estratégico derivado de la política auténtica es atributo que la región nunca ha conocido, pero sí, debemos decirlo, redundamos en vacuidad, refritos, “copialina” y argucia politiquera. ¿Por omisión o por acción, existe el culpable político del atraso? Sí existe  y de modo resumido y con obvias limitaciones lo intentaré demostrar: