Por:
Alberto Bejarano Ávila
Para
soslayar “la política” (un ratico) pensé escribir sobre emprendedores, talentos
y otros temas, pero cordiales sugerencias hechas al anterior escrito (“los chachos
de la película”) instan a ampliar lo allí dicho. Nadie negará, creo, que el
desarrollo logrado por muchas sociedades es obra de personas de carne y hueso,
pero al afirmar que nuestro atraso también es obra de personas de carne y hueso,
algunos confirman el juicio, valga decirlo, pero otros “se hacen los locos”, lo
tachan de ambiguo o ficticio y, claro, no falta la voz airada. Tan recurrente y
acusadora evasiva y rezongo impiden reconocer lo errado y anacrónico de las ideas
o paradigmas políticos y económicos del desarrollo que por decenios
alcahuetearon ineficacia, poquedad y no poco impudor en el Tolima.
La
democracia regional (?) jamás se nutrió de tesis y antítesis que dieran lugar a
una visión correcta de futuro y, por ello, el análisis histórico, prospectivo y
estratégico derivado de la política auténtica es atributo que la región nunca
ha conocido, pero sí, debemos decirlo, redundamos en vacuidad, refritos, “copialina”
y argucia politiquera. ¿Por omisión o por acción, existe el culpable político
del atraso? Sí existe y de modo resumido
y con obvias limitaciones lo intentaré demostrar:
Por
omisión: Se juzga de buen político a quien con agudeza, información y carácter
fustiga al “político” cegatón, depredador e insensible, pero, sin desconocer lo
valiente del buen político, con franqueza digo que desde años ha caímos en un círculo
vicioso de maña, patraña y cantaleta, inútil bamboleo de torpeza, venalidad y
retórica que sólo le curte el cuero al politiquero, desgasta las cuerdas
vocales del cantaleteador y, por efecto, confunde y enmaleza los caminos del
cambio.
Vencer el atraso tolimense exige un inédito
proyecto político regionalista y de aquel líder que no omite lo esencial y por
ello, a más de “desfacer entuertos”, respeta las ideas ajenas, asume la región
como espacio de desarrollo y no como su feudo electoral, convoca, orienta, promueve
la organización social, cohesiona, tutela avances culturales, diferencia (con su
ejemplo) politiqueo de política y anima análisis profundos sobre desarrollo
regional, territorios autonómicos, democracia económica, poder y peso político
regional, defensa de los recursos naturales y el medio ambiente, educación,
ciencia y tecnología para el desarrollo, cooperación y otros temas hoy
refundidos.
Por
acción: ¿El político que tuvo poder, digamos, en los últimos 30 años, es
culpable de los males que hoy sufre el Tolima? Salvadas excepciones, la
respuesta surge al escrutar los actos del susodicho actor: ¿Acaso él no fue “dueño
y señor” de alcaldías, secretarías, institutos, hospitales, empresas de
servicios públicos, erarios, contrataciones, etc.? ¿Acaso él (como en épocas
bárbaras) no hizo política con repartija, rapiña y saqueo? ¿Acaso él no hizo de
cada entidad pública su “fortín político” para apadrinar administradores ineptos,
hacer clientelismo, abusar del poder y obtener honores espurios? ¿Acaso él no
causó la falta de oportunidades que destierra al talento? Coletilla: también yo
soy culpable por omisión o acción si a sabiendas de las consecuencias del mal
proceder político, me desentiendo, apruebo, elogio o convivo dócilmente con ese
mal proceder.
La
connivencia gris de mentira, ineptitud, miseria y pillaje que sustenta el
atraso acabará si rehusamos sufrir más el inicuo calvario y si la sociedad
civil, empresarios, juventudes, intelectuales y políticos avezados (si “honestamente
están dispuestos a reparar a las generaciones actuales y venideras”, decía el
escrito atrás citado) “cambian el chip” y se empeñan en construir esa región
que toda persona responsable y sensata sueña, más que para sí misma, para sus
hijos y sus nietos.