PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: Carlos Orlando Pardo

 La poesía de Myriam Castillo es para leerse en medio del silencio. Se trata de una ceremonia donde se hace necesario examinar la belleza del lenguaje, su profundidad poética y la obligada estación hacia las reflexiones. Cena de miércoles de cenizaes su tercer poemario y ha venido ganando espacio en el panorama de la literatura colombiana sin cumplir aspavientos y de manera discreta pero constante alcanzar un período de plena madurez. Gracias a Caza de Libros conocimos su pequeño volumen de 32 textos que proyectan el homenaje a la libertad y al lenguaje con el pretexto de Giordano Bruno, el italiano glorioso víctima de la inquisición y quien fuera poeta, astrónomo y esencialmente filósofo. La triple lectura que sugiere el libro de Miryam Castillo puede darse desde la voz del supuesto hereje dominico, desde la poesía misma o desde la perspectiva de la concepción del mundo de la autora, quien precisamente estudió filosofía y letras en la universidad de Santo Tomás. Esta tolimense dedicada a la docencia y asistente a talleres literarios, ganadora y finalista de concursos nacionales, logra despertar admiración desde la primera a la última página. Nació en Santa Isabel y es además especialista en Educación y Desarrollo. Inició su carrera literaria con su primer libro titulado Sueños antagónicos en 1997, aunque mucho más atrás de esos 18 años que han transcurrido desde entonces, mostraba secretamente sus escritos que luego alcanzaron en el 2007 el segundo premio en un concurso regional de cuento y poesía. Myriam Castillo persistió en aquel mismo tiempo con su segundo poemario Bitácora de papel y fue inscribiéndose en la lista de las mejores escritoras contemporáneas en Colombia desde el Tolima, logrando distinciones nacionales como el ser finalista en el Concurso nacional de poesía Ciro Mendía en el 2012. Nos alegra la aparición de este libro que de acuerdo a su presentador, Nelson Romero Guzmán, quien acaba de ganar el exigente concurso Casa de las Américas, de Cuba, de qué manera este libro “como acto creado, es la mirada de un hombre asombrado ante el cosmos del mundo frente a la estupidez humana de su tiempo”. Destaca igualmente que la autora, consciente de los juegos paródicos de la literatura, traza un diálogo secreto y revelador de quien desde la voz del hombre moderno pareciera mirar el fuego inquisitorial calcinando a la misma inquisición.

Por: Carlos Orlando Pardo

La tarde el primero de marzo murió en Bogotá a los 85 años uno de los protagonistas del Tolima en el Siglo XX y una figura nacional de importancia. Camilo Medina, quien de niño demostró inclinacio­nes por la pintura y quien naciera en Ibagué un 23 de octubre de 1928, jamás soñó con convertirse en uno de los mejores actores que la televisión y el cine colombiano hayan tenido en su historia. Realizó sus estudios de primaria en la Escuela Pública y los de secundaria en el Colegio San Simón de Ibagué, ingresando luego al Conservato­rio de Música del Tolima donde toma clases de canto y de pintura, esta última con el maestro Jorge Elías Triana.

Mientras tanto, Medina trabajaba en el Teatro Imperial de la ciudad para poder pagar sus estu­dios. Es allí, tal vez, donde fue naciendo su inclinación por la actuación, cuando desde el cuarto oscuro daba rienda suelta a los proyecto­res, embarcándose así en el mundo mágico del cine. Al mismo tiempo que Bogotá se mostraba como el siguiente paso, Camilo Medina es llamado a prestar el servicio militar mientras el maestro Jorge Elías Triana comenzaba a mover todas las influencias necesarias para que el joven Medina pudiera obtener una beca departamental que a la postre resultó y le permitió, luego de evitar el servicio, iniciar sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia, cuando corría el año de 1951.

Por: Carlos Orlando Pardo

La noche del 26 de febrero a los 82 años, dejó de existir en Bogotá el consagrado pintor tolimense Carlos Granada, quien había nacido en Honda en 1933. E1 talentoso trabajo realizado con una temática corno la suya, donde se estetiza la violencia, pronto habría de sorprender a los especialistas que ya en 1959 le otorgaron un premio especial en el Salón Nacional. Eran tiempos en que los críticos se movían entre los parámetros de máxima exigencia y frente a ello, en 1963, no dudarían en entregarle el primer premio por la obra A solas con su muerte. Al año siguiente será premiado en el Salón Grancolombiano, de Cali, y en 1968 obten­drá el premio especial en el XI Salón de Artistas Nacionales. En 1969, como para coronarlo, es declarado fuera de concurso en el Salón Nacional realizado en Bogotá.

Este admirable ejecutor de la interrelación vida-muerte, en el campo de fuerzas encontradas que habita su pintura, formó su propio lenguaje sobre un modelo perceptivo no racional de la realidad. Nació en Honda pero se trasladó al Líbano con su familia donde cursó el bachillerato en el colegio Isidro Parra. En aquel poblado transcurrió buena parte de su infancia, los primeros años de estudio, los juegos infantiles y al fondo la atmósfera de violencia que sacudía al país. Aquel sitio donde era usual presenciar el descenso de los muertos por las aguas del río y cuyos campesinos engrosaron, en su mayor parte, el índice de las estadísticas mortuorias de ese tiempo horroroso, va a quedar grabado en el recuerdo y las pupilas del pintor que no entendía bien cómo se segaban la alegría y la existencia.

Por: Carlos Oralndo Pardo R.
La región en particular tiene una orfandad notoria en la falta de nuevos narradores aunque no de poetas, sobre todo en una larga última década que parecía estar reclamando otros nombres. Es aquí donde bien vale la pena reseñar el libro iniciático de Omar Alejandro González Villamarín, un joven escritor que apenas sobrepasa los 30 años y dirige el taller literario de la Universidad del Tolima. El licenciado en Lengua castellana que ahora cursa su magister en literatura, ya venía empujando su nombre al ganar concursos de cuento y poesía, escribir notas críticas en revistas y periódicos o agitar debates sobre su tema en el seno de su institución.

Música de parcas es entonces un libro de cuentos de diversa extensión que ofrece un trabajo ricamente imaginativo con apalancamiento en un bien manejado lenguaje literario, dominio de la técnica, conocimiento del oficio, economía de palabras y temas novedosos, sin que deje de advertirse un juego de re-creación bajo textos de maestros del género. Se advierte aquí un oficio en la tarea lejos de la improvisación y que deja al final el grato vestigio de cómo enfrentamos a un futuro escritor de gran aliento y que sin duda hará ruido en los años venideros. La brevedad es muestra de conciencia, mucho más cuando se ilumina y se devela todo un universo bajo la presión de la dificultad  de lo conciso. No es fácil aunque pareciera y allí reside parte de su magia.

Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
¿Es posible que la política, tan criticada y desprestigiada, pueda refundarse y convertirse en una esperanza, en una puerta de oportunidades y posibilidades para los ciudadanos? ¿Será posible que la politiquería, odiosa práctica del atajo y la viveza, sea desterrada y la política renazca desde sus ruinas? ¿Cree posible que la política vuelva por las sendas del bien común, respeto por lo público, responsabilidad con la ciudadanía y solidaridad social? ¿Será posible que la política sea guiada por las ideas, propuestas y sueños realizables y no por los ríos de dinero, las recomendaciones o los lazos de familia?