Por: Alberto Bejarano
Ávila
Espero no trasgredir la
ortodoxia del concepto sostenibilidad usándolo para señalar lo frágil e
inexacto de todo cuanto en Ibagué y el Tolima solemos llamar obras de
desarrollo. Tal vez convenga usar la palabra progresividad y hacer el gracejo
de que la gestión pública siempre da “un pasito pa’lante y un pasito pa’trás” a
efectos de plantear la siguiente teoría: aunque creamos avanzar, realmente
estamos estancados o reculamos y el espejismo o falsa ilusión está en la
alharaca que hace el gobernante cuando el paso es hacia adelante y en su mudez
escurridiza, ahijada por nuestra indiferencia, cuando el paso es hacia atrás.
La sostenibilidad se
asocia a efectos nocivos de la macroeconomía y la geopolítica global en
hábitats concretos o locales (extractivismo; cambio climático; tala de bosques;
privatización de recursos naturales, ej. agua, etc.), más no lo asociamos a lo
cotidiano y cercano, es decir al ámbito micro político y microeconómico, donde
tenemos poder real para decidir e influir y no solo para protestar o disminuir
el uso de bolsas plásticas. Ojalá no sea herejía decir que la sostenibilidad (o
progresividad consistente) inicia en lo cotidiano y cercano, que es donde
podemos construir progreso real y coadyuvar a la sostenibilidad global.
Con ejemplos de un
atisbo retrospectivo explico lo dicho: conocí las vías Ibagué a juntas y a
Rovira como trochas, luego pavimentadas y hoy son trochas; conocí a Ibagué sin
semáforos, luego bien semaforizada y ahora en crisis semafórica; conocí calles
“destapadas”, luego bien asfaltadas y hoy en creciente deterioro; siempre supe
que el índice de desempleo no varía y que la población crece, ergo, el
desempleo crece; temo que son más las empresas cerradas que creadas; sé de 3
proyectos eternos: triángulo, túnel y panóptico; vi campos deportivos
aceptables y hoy ruinas de vergüenza; supe de cientos de proyectos de
desarrollo y la región continúa estancada; parece que la industria tolimense
decae y no se renueva.
Es noticia que sólo una
empresa Ibaguereña (?) está entre las mil más grandes de Colombia y otra indica
que “Ibagué fue seleccionada en un concurso global de sustentabilidad urbana”
¡Qué tal! Regresiva es la noticia de venta del “CAM de La Pola”, viejo logro de
equipamiento urbano que se privatizará en vez de usarse como centro cívico u
otro fin social. Otro ejemplo lo explica: Vitoria (País Vasco), municipio de
250 mil habitantes posee una red de 14 centros cívicos (más grandes que el
CAM), que “cuentan con instalaciones deportivas, bibliotecas, servicios
sociales y cubren multitud de actividades culturales”.
Lo dicho será ácido
pero no falso y saber sí el Tolima avanza, está parado o recula, permitiría
sincerarnos para proyectar el futuro. Definitivamente la parálisis regional no
se produce por carencia de ideas sino de liderazgos, pues mientras los líderes
genuinos convocan a explorar el futuro con potente “telescopio prospectivo”,
los “normalitos” instalan espejos de cuerpo entero para contemplar allí el
prospecto histórico del Tolima.