Conocí a Henry Pava Camelo gracias a lo
que mi amigo y hermano Alfredo Castro nos contó de él, en esas largas noches
que tuvimos en Europa en donde hablar de todo y siempre muy bueno nos servía
para acompañarnos en esas tertulias por los diferentes lugares de la geografía
del viejo continente.
Antes, en 1984 cuando junto al maestro
Wbeimar Muñoz Ceballos departimos en una cafetería de Itagüí luego de haber
trasmitido un Nacional de Ciclismo había tenido la oportunidad de conversar con
él, de escucharle decir con tono jocoso las nuevas del famoso tema del Medellín
sin Tugurios y del personaje que había acabado de entregarnos un periódico a
nosotros lo de Prensa. Ese día le vi su simpatía, su ánimo alegre de hablar y
ante todo de ver las cosas de una manera diferente, lo que contrastaba con su
incapacidad para moverse, situación que para nada le impidió ser Grande en todo
lo que hizo y fue.
Cada vez que iba a Medellín prendía el
radio a las seis de la mañana para oírle ese hablar alegre con el que iniciaba
su noticiero en Súper. Hoy no está, partió el pasado jueves a dónde iremos
todos algún día.
He querido entregarles a los lectores un
aparte que tiene en su Libro Alfredo Castro: EL COMANDANTE DE LA RADIO, Alfredo
es la persona que conoció a Henry Pava Camelo más que muchos de nosotros y con
quién compartió grandes momentos que han quedado plasmados aquí.
OTRA VEZ EN BOGOTÁ
Así llegué a Radio Súper de Bogotá
cadena nueva y gente nueva. Humberto Pava Camelo cumplió con lo prometido, en
la radio todo era para estrenar, los equipos tenían el olor a nuevo. Como era
de norma, me colocaron el turno de la noche, yo sabía que de esto no me
salvaría, tenía que pagar “el derecho a piso.”
El peor desastre lo tuve iniciando
trabajos en Radio Súper, estuve a punto de perder el empleo. Se presentó un
incendio en el edificio de Avianca, Álvaro Casanova era el encargado técnico de
los remotos de la cadena, me envió a instalar para cubrir periodísticamente el
incendio, solicité en un almacén al frente del edificio en llamas que me
prestaran una línea telefónica y un toma corriente para la instalación de la consola,
conecté la “Shure” directamente a la energía, pero olvidé un pequeño
detalle: en Bogotá para esos tiempos los equipos se tenían que conectar con un
transformador porque la energía era de doscientos veinte voltios (220V), por
supuesto la consola se quemó y la transmisión no salió a tiempo.
Del despido me salvó Henry Pava Camelo
directivo de la cadena, y hermano de Humberto Pava Camelo; con Henry habíamos
establecido una buena amistad, él me tenía mucha confianza para que
musicalizara todos los sábados su programa bailable, que tenía una gran
sintonía.
Henry Pava aprovechó mi error y que
Casanova ya no me tenía confianza para proponerme viajar a la ciudad de
Medellín, tenía que ayudarle en el montaje de Radio Súper en la capital
antioqueña. El día anterior a mi viaje a Medellín se estrelló un avión de la
empresa Aerocóndor en el cerro El Cable en Bogotá, mi pasaje estaba por la
misma aerolínea, no niego me dio susto y decidí viajar por tierra. En Medellín
entre sustos, espantos y ladrones logramos la instalación de los transmisores
de Radio Súper Medellín en el cerro el cucaracho que fue nuestro lugar de
residencia por varios meses hasta que los espantos nos corrieron.
MEDELLÍN CABINA OCHO
La radio estaba en el aire... ¡que
inicie el espectáculo!
Se logró montar un buen grupo de
deportes para el fútbol, como operador me sentía en mi mejor momento pero se me
atravesó una enfermedad renal, según el médico muy complicado, todo el año 74
estuve hospitalizado, después de un largo tratamiento y varias juntas médicas
para declarar mi caso perdido, sólo un milagro me sacaría adelante, me aferré
con fe al santo José Gregorio Hernández al cual todavía no lo han
canonizado…¡algún día será! Para mí, él y el estudiante de medicina José
Restrepo y la enfermera Alba Luz hicieron el milagro.
En la clínica pude comprobar el buen
grupo de amigos que tenía, nadie me falló, entre ellos tres muy especiales: la
periodista, Alba Lía Medina Estrada y su esposo el escritor José Luis Idárraga
quienes durante mi enfermedad acogieron en su apartamento a mi madre, el
cantante Gabriel Romero y la cantante de éxito en esos tiempos en Colombia mi
paisana Yolanda. Gabriel me visitaba todos los sábados y no faltaba su
colaboración económica para ayuda de mi familia, cuando tenía seis meses de
estar en la clínica un sábado le dije Piraguero, (a Gabriel lo bautizaron
con ese apelativo desde que cantó su famosa Piragua,) mi hermano, estoy que
sueño con comerme un pollo asado y no me quiero morir sin probarlo, en la
clínica tenía prohibido comer cosas diferentes a una dieta que el médico me
mandó. Gabriel con su alegría de siempre fue al primer piso de la clínica, al
frente vendían el tan anhelado pollo, lo compró lo hizo despresar lo empacaron
en varias bolsas de plástico y lo guardó en las medias. Cuando llegó a la
habitación casi lo dejan también hospitalizado porque se le ampollaron las
piernas, por lo caliente del pollo. Mi amigo me dio ese gusto, pero por la
madrugada la pagué, estuve sentado en la taza del baño toda la noche.
Salí del hospital el día de la
inauguración de los Juegos Nacionales de Pereira, 1.974 viajé de inmediato de
Medellín a Pereira, retomé mi trabajo como técnico en los juegos siendo el
operador de un gran profesional, el narrador de boxeo y béisbol Marcos Pérez Quintero,
¡qué temporada tan inolvidable con Marquito! fue mucho lo que aprendí de todo
un profesional del micrófono.Terminados los juegos en Pereira regresé a
Medellín, al estadio Atanasio Girardot a la técnica que era lo mío.
El narrador de fútbol en Radio Súper,
Rafael Medina Corrales había renunciado, le salió un contrato muy bueno en Cali
para trabajar en radio y prensa, Rafa, escribía muy bien. Le propuse a Henry
Pava gerente de Súper Medellín que contratara a Sergio Ramírez tenía referencia
que Sergio estaba narrando fútbol en Caracol Santa Marta, otra vez estaba
ejerciendo de “manager” queriendo vincular al Mundialista a Radio
Súper. Henry Pava aceptó, pero puso de condición que Sergio viajara sin ningún
compromiso a un partido al Atanasio Girardot, Sergio narró quince minutos de un
clásico Nacional - Medellín, su narración no gustó; tampoco el estilo, “Mundi”
tuvo que retornar a la costa, yo como “manager” había fracasado.
Al no gustar el narrador que recomendé
tenía un compromiso, conseguir ese narrador que la radio necesitaba. Al lado
izquierdo de nuestra cabina quedaba La voz de la Independencia, siempre miraba
un rubiecito flaco que narraba en esa emisora, yo la sintonizaba y lo escuchaba
pero la verdad no me gustaba la forma tan gritona como transmitía, qué lejos
estaba yo de saber que más adelante este flaco, sería el fenómeno de la
narración en Antioquia y Colombia, el “paisita” Luís Fernando Múnera Eastman.
Escuchando las narraciones de otras emisoras una tarde en la cabina del
estadio, llegué en la sintonía de mi radio a la frecuencia de Todelar, me
encontré en la narración con una voz diferente a la acostumbrada, no estaba
Jorge Eliécer Campuzano que era el narrador de la plaza, lo remplazaba un
locutor que trajeron de Bucaramanga, porque Jorge tenía que narrar La Vuelta a
Colombia. Cuando terminó el primer tiempo del partido que se jugaba en ese
momento, me salí de mi cabina y esperé afuera en la cabina de Todelar, quería
conocer al nuevo narrador; cuando salió me le presenté, él me dijo: me llamo
Marco Antonio Bustos, aproveché la conversación y lo invité a nombre del
gerente a comer, quería que lo contrataran para Súper; tenía una gran alegría
al narrar y la descripción era perfecta, de nuevo trataba de ser “manager”.
Esa noche con Henry Pava recogimos a
Marco Antonio en el hotel Europa Normadí, allí se hospedaban todos los
periodistas que viajaban a los partidos a Medellín, el hotel era muy bonito y
las tarifas muy buenas. El gerente Henry se quiso lucir y nos invitó al Club
Campestre de Envigado, durante la comida se definió el contrato y ya teníamos
un narrador y de los buenos.
A los pocos días llegó Marco Antonio. Lo
recuerdo con una maleta de cuero color amarillo en forma de acordeón y un
sombrero de vaquero. Marco arribó y se vinculó de lleno a su trabajo, el lugar
de vivienda no podía ser otro, el cucaracho, zona de los trasmisores de la
radio. Allí no dura mucho la estadía de Marco pues los espantos lo corrieron,
cuando a los espantos del Cucaracho alguien no les cae bien se la montan, nuestros
últimos días en El Cucaracho fueron como de cine.
Les cuento un pequeño episodio de lo que
allí paso: nos encontrábamos en una habitación que compartíamos con Henry, para
quienes no lo conocen Henry sufrió de polio cuando estaba niño, dejándolo en
muletas permanentes, muletas que no parecían existir, Henry nadaba, manejaba,
bailaba, corría y enamoraba como el que más. Era un avión en muletas, quienes
lo conocen estarán de acuerdo conmigo. Pero bueno, les contaba de las últimas
noches en el cucaracho, una de ellas, cuando ya estábamos durmiendo los ruidos
eran insoportables; llegó un momento como a las dos de la mañana que nos
vestimos y salimos corriendo hasta el jeep Land Rover que manejaba Henry.
Para salir de la finca hasta la
carretera central teníamos que descender como cuatro kilómetros por una vía muy
angosta, el carro inició la bajada y en su nerviosismo el gerente me
decía Mago, -pues él me bautizo El Magode las perillas-: “creo que
los espantos se montaron al jeep pues a pesar de que acelero el carro está
frenado no avanza”, claro, al llegar a la carretera central él cayó en la
cuenta que no había quitado el freno de mano, bueno el resto fue para risa.
Otro día fue tanto el ruido que los espantos arrastraban el comedor, el juego
de sala y la mesa de centro; no fuimos capaces de salir a la sala, al día
siguiente nos enteramos que los ladrones se habían llevado todo.
Más sobre El Emperador, Marco
tenía un gran corazón me llamaba la atención que cada vez que le pagaban su
quincena de trabajo me decía: “Castro acompáñeme a un paseo por el centro, una
hamburguesa en el restaurante Juan María” y salíamos a la calle Carabobo,
al primer niño que encontraba pidiendo dinero lo llamaba lo montábamos en un
taxi lo llevaba a la emisora, hacia que se bañara, íbamos hasta almacenes Éxito
que estaba a pocas cuadras de la radio, allí le compraba ropa de pies a cabeza;
luego salíamos al restaurante los Recuerdos que también estaba cerca y lo
invitaba a comer, punto seguido le daba unos cuantos pesos y le decía llévale a
tu madre es una ayuda. Con el tiempo entendí, pues Marco me lo contó, cuando él
estaba muchacho sufrió mucho en las calles y siempre lo ayudaron, y ahora él de
alguna manera quería retribuir lo poco que recibió cuando era niño.
Marco Antonio no duró poco tiempo en
Radio Súper Medellín, pues era un hombre de muy malas pulgas, una pelea con el
comentarista Jorge Luis Cano lo dejó mal parado, Marco golpeó tanto a Cano que
el padre de Cañandonga (apodo de Jorge) lo denunció y a la cárcel fue
a parar, los Pava le consiguieron un abogado y Marco salió pronto. Cuando
el Emperador quedó libre le llegaron varias ofertas; las grandes
cadenas lo contrataron y se lo llevaron a triunfar, claro, era toda una figura
de la narración. En caracol había un buen grupo de deportes, integrado por
Jaime Ortiz, Javier Hernández Bonet, Camilo Sixto Vaquero y llevaron a Marco
Antonio como narrador, allí nacieron con su estilo las frases después de cantar
un gol, Autor, Tiempo, Marcador que tanto impactaron en ese tiempo.
LA CÁRCEL.
Siempre queriendo llegar más alto en la
radio acepté una propuestas de mi amigo Henry Pava, nos convertimos en socios.
Me fui a la población de Yarumal en Antioquia, donde no había emisora; me llevé
de Medellín unos equipos de segunda y montamos la primera emisora en ese rincón
antioqueño. Contribuimos con nuestra radio un poco a la cultura de la ciudad,
Yarumal estaba llena de mucha historia, un técnico de radio llamado Chucho, nos
construyó con un radio de pilas una consola control remoto para que transmitiéramos
los eventos desde el seminario mayor, la cancha de fútbol y los salones de
actos de los colegios, Esto me permitió meterme en la sociedad de la tierra de
Epifanio Mejía el compositor del himno de los antioqueños: “Oh libertad
que perfumas las montañas de mi tierra, has que respiren tus hijos tus olorosas
esencias…” En Yarumal conocí también al joven escritor Jaime Arturo
Acebedo, con quien proyectamos hacer una radio novela con estudiantes del
pueblo, por el cierre de la radio este proyecto quedó sólo en el deseo. La
radio estuvo siempre con señales de prueba pues los trámites se estaban
haciendo ante el Ministerio de Comunicaciones, la licencia nunca salió pero lo
que si me salió fueron mis únicas vacaciones en una cárcel, fueron ocho días que
me parecieron una eternidad.
La guerrilla se tomó por unas horas los
estudios de la radio para lanzar consignas, una vez se marcharon a mí como
director me dejaron en la cuerda floja, mientras la policía investigaba yo
estaba “a la sombra”, tengo que reconocer que los Pava nunca me dejaron solo,
por el contrario no estuvieron tranquilos hasta que quede en libertad. La
emisora quedó desmantelada y retenidos los equipos por el ejército y la
alcaldía de Yarumal, de nuevo me quedé sin trabajo.
VUELVE Y JUEGA
Regresé a Medellín donde una vez más
Henry me propone que montemos otra emisora, a mí la idea siempre me gustaba, se
trataba de estar sembrando la semilla de la radio por el territorio nacional.
El sitio escogido esta vez Tocaima en el departamento de Cundinamarca. En
Tocaima montamos la radio, no sé si me equivoco en la siguiente apreciación, en
Colombia no existían emisoras en frecuencia modulada, ya que estos equipos sólo
se utilizaban para enlace de estudios a trasmisores. Todas las emisoras del país
emitían en onda larga, y nosotros, el único equipo con que contábamos en
Tocaima era precisamente de FM. Así, iniciamos labores, nuestra sintonía era
mínima; pocos radios tenían en sus receptores el tal llamado FM, la gran
mayoría de los radios tenían frecuencias en onda larga y muchos en ondas
cortas; pero no FM. En Tocaima nuevos amigos, a dos de ellos, Hernando y Fulvio
Cantor les gustaba la radio, cuando las cosas marchaban bien apareció un
domingo el ingeniero Armando Rodríguez, uno de los especialistas en frecuencia
modulada del país, Armando estaba vinculado hacia muchos años a Caracol y tenía
toda la experiencia en repetidores de la Vuelta a Colombia. El ingeniero
Rodríguez me propuso trabajar para él, Armando tenía en sociedad una emisora en
Puerto Boyacá de nombre: Ondas del Magdalena, el ingeniero me convenció.