LA UNIVERSIDAD PÚBLICA EN TIEMPOS DE LA PROSPERIDAD
Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
En el prólogo de un texto académico muy reconocido entre investigadores sociales, Atilio Boron, ex director del Concejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), daba luces para entender los problemas que se veían venir para las instituciones públicas de educación superior. Escrito en el 2005, tiene gran vigencia y por eso quiero ponerlo en conocimiento de mis lectores, cuando el gobierno nacional, en lugar de asegurar la financiación estatal de las universidades públicas, propone que se transformen en entidades con ánimo de lucro y que se invite al sector privado para que financie la investigación.
Boron reconoce la asfixia de la investigación social por la falta de financiación. La investigación seria, rigurosa, pertinente y de calidad no se hace con mera buena voluntad. Requiere recursos suficientes y oportunos. Por presiones de organismos internacionales, se mira a la investigación desde la lógica del mercado de servicios. Ya no es la universidad sino el investigador el que ofrece sus servicios, en lo que hay se denomina ¡consultoría! El consultor no puede discutir ni preguntar por qué ni cómo se elaboró el protocolo de investigación, ni cuál es la ideología, la ética o los intereses que lo guían, condicionando su proceso de investigación y sus resultados. Él simplemente es contratado para ejecutar una investigación y el contratante se reserva el derecho de aplicarla o no.
Atilio Boron |
Si el que financia es el gobierno, se establece como parámetro de calidad inapelable para evaluar a las universidades, el número de proyectos aprobados por él. Si tiene varios proyectos financiados la universidad es buena, de lo contrario, su calidad estará en entredicho. Esta burda medición de tipo mercantil, es la que hoy evalúa la productividad académica. La universidad pública debe abandonar la pretensión de ser la conciencia crítica de una sociedad y dedicarse a estudiar los problemas puntuales, específicos y coyunturales que preocupan a los gobiernos, a los comerciantes, inversionistas o industriales, que serían los que pagarían la investigación. Los temas cruciales, estructurales y verdaderamente importantes, son desplazados por los temas urgentes, para el gobierno, o como pretende la reforma a la universidad, del sector privado.
Algunos consideran que la universidad pública debe dejar de teorizar y dedicarse a los resultados pragmáticos, inmediatos, tangibles y medibles. Otros se atreven a decir que las cifras no mienten, que ahí están los datos. Se olvidan, como lo recuerda Boron, que los datos no hablan por sí mismos, sino que es la teoría la que les aporta el don del lenguaje. La investigación sin teoría es hueca, cortoplacista y, la mayor de las veces, falsa. La indiferencia ante la teoría y de su papel en la investigación social, genera la bárbara creencia que el dato es neutral, un espejo límpido de la realidad social, olvidando que fue la teoría, la metodología y la investigación la que lo construyeron y le dieron vida.
Gobiernos como el de Venezuela, Bolivia, Cuba y Panamá invierten 5 veces más que el colombiano en educación universitaria. Ni para qué pensar en lo que invierten los países desarrollados en la formación superior de su juventud y de sus docentes. El último ministerio nombrado fue la de educación y no proveniente del sector. Eso demuestra el poco interés del gobierno por la educación. Las locomotoras de la prosperidad, Santos las quiere impulsar con el triciclo en que quiere convertir a la universidad pública, para favorecer los negocios privados.