PERIÓDICO EL PÚBLICO
Las medias verdades de  nuestra historia
Por: Hugo Neira Sánchez
Una de las cosas que nos insistieron en nuestra enseñanza de nuestra historia, es que la independencia  se realizo para sacudirnos del “yugo español”. Esto ha sido una media verdad, pues la verdadera independencia, que celebramos en este año, la vamos  descubriendo  poco a poco, pues nuestros nuevos historiadores, y las nuevas investigaciones de la historia, nos muestran   que la verdadera independencia llego a Colombia, a mediados del siglo XIX, en las reformas liberales y el radicalismo liberal- Sinceramente lo que celebramos en este año, fue solamente un cambio de dirigentes de españoles  a criollos. Como se dice actualmente “cambiamos solamente los ocupantes de los carros públicos”.  Según nos dijeron  uno de los hechos del “yugo español” era  el tratamiento de los productos agrícolas;  no  dejaban cultivar sino lo que ellos querían, para tener el monopolio agrícola.
 Todo es cierto para la clase terrateniente, el estanco solo se le permitía especialmente el tabaco cultivar en predios pequeños y,  dando prelación a los pequeños agricultores la corona española siempre tuvo prelación de defender los derechos de los débiles, es tanto,  que la mayoría de los criollos que hacían parte de la Junta que firmaron el acta de independencia, había solicitado antes de esta “gesta” al gobierno español, se abrieran los resguardos, para usar a los indígenas especialmente a la de los resguardos de Boyacá como peones, los necesitaban urgentemente como mano de obra, barata y en cantidad   para su uso. Tristemente esto lo pudieron hacer  dos meses después del 20 de Julio.
Miremos el caso del tabaco, cuyo cultivo importante estuvo en el distrito de Ambalema (Ambalema en ese tiempo comprendía ocho parroquias: Ambalema, Beltrán, Méndez, Peladeros, Venadillo, Piedras, Guataqui y Coello). La mayoría de las zonas de cultivo – no todas – estaban situadas al margen izquierdo, empezando en el rio Coello al sur, y continuando al norte por los ríos Opia, Totare, Venadillo, Recio, Lagunilla y terminando en el Sabandija. El material volcánico que contenía sus llanuras y el clima favorable dieron la calidad y aroma al tabaco de Ambalema. El tabaco crecía silvestre desde el siglo XVI, pero su cultivo no se generalizo en el distrito de Ambalema sino hasta siglo XVIII, donde los cosecheros (productores) vendían su tabaco a los comerciantes, un arreglo que quedo confirmado en 1744 al conceder el gobierno español a un comerciante,  el privilegio de ser el comprador único de este tabaco,  bajo un sistema denominado asentista. El comerciante por ser único abusaba de su privilegio, no solo se lo compraba a sumas ínfimas, sino lo endeudaba entregándole mercancías a costos altos, y prestándole dinero sobre la cosecha. Para protegerlo el gobierno español se invento el estanco. Con el estanco, no solo compraba el tabaco a precios fijos, sino eximio a los cosecheros del servicio en las milicias, sino también de obligaciones laborales como las de construcción y mantenimiento de caminos. El estanco lo controlaba una institución denominada; la factoría. Esta controlaba la política de tierras;  solo les permitía este cultivo a los pequeños agricultores, y se oponía en forma determinante al cultivo del tabaco en las haciendas;  los hacendados no tenían otra alternativa que esperar hasta que nuevos  estímulos económicos los impulsaran a reivindicar sus pretensiones territoriales, y esto fue posible con el grito de independencia.
El estanco era diferente al asentista, mientras el primero exigía una matrícula a los cultivadores;  quedando obligados a sembrar un numero especifico de matas dentro de unas zonas limitadas, que fue la causa del levantamiento de los “Comuneros”, cuya causa no  afecto a  Ambalema, el asentista  era amplio para el cultivo, pero afectaba económicamente al cosechero.
En resumen;  el pequeño cultivador era protegido por el gobierno español comprándole a precios justos, mientras que los comerciantes y los hacendados eran excluidos.
Esta situación sufrió una interrupción desde 1810, cuando se suprimió el estanco, hasta 1811 cuando se restableció. Pero al retornar vida el estanco en los primeros años republicanos, tiene las mismas características de la colonia, con la diferencia que aparecen la expansión del cultivo para su exportación  con el cultivo de sus hacendados.
La continuidad  en las estructuras formales del estanco entre “La Colonia” y la “República” se atribuye a las necesidades fiscales del país; apremiado por los gastos militares hasta 1830 y siempre amenazado con déficits presupuestales, el país no tenía otra alternativa que continuar las instituciones españolas del estanco de tabaco, pues era la renta que producía los más altos ingresos; esto es todo lo contrario a  lo dicho el 20 de julio, fecha dizque que nos quitamos el “yugo económico español”. Esta es  nuestra historia, medias verdades,  escrita por los vencedores.