El Taller de escrituras creativas de
Libardo Vargas Celemín
Desde cuando Libardo Vargas era estudiante de bachillerato,
ya mostraba una decidida pasión por la literatura. Y en esas se ha mantenido
desde entonces, pero combinando su entusiasmo con la lectura disciplinada y la
formación académica, independientemente de su ejercicio como escritor en el
campo del cuento donde refleja sin duda su talento y en el de profesor donde ha
cumplido una meritoria tarea de provocador en jornada continua. Desde esta
difícil pero maravillosa tarea, ha contribuido no sólo a la formación de
futuros escritores y buenos docentes, sino cumple su aporte significativo desde
el entusiasmo de la investigación.
Dentro de ese proceso en el que lleva varios ensayos importantes, acaba
de presentar en la pasada Feria Internacional del libro, un excelente recorrido
por lo que significan los talleres de escritura creativa, llevándonos de la
mano por su historia internacional con documentación justificada y el
desarrollo que ha tenido en el mundo. La segunda parte advierte aproximaciones
conceptuales respecto a la creatividad y a la literatura y la precisión sobre
los talleres de creación literaria, sus principios, componentes y momentos que
transcurren en él, al tiempo que traza rutas en la construcción de una
didáctica de la escritura creativa, tema sobre el que conocíamos un clásico
titulado Didáctica de la lengua y literatura españolas de Julio Larrea y Elba
Martínez, publicado en 1961. La propuesta preliminar de una didáctica a seguir
de acuerdo a los géneros señala un camino purificador y finalmente se estaciona
en la propuesta de los talleres. Desde ya se trata de un libro llamado a ser
clásico en esta época tan necesitada de guía en este campo y el volumen de 300
páginas con el sello de las ediciones de la Universidad del Tolima se vuelve
indispensable o necesario para los docentes del país.
Extraño aquí, que si bien
es cierto y no podía ser de otra manera, se cumple el registro al fundador de
los talleres literarios en Colombia como lo fuera el inolvidable escritor
tolimense Eutiquio Leal, se dejan por fuera siendo esta la primera
investigación exhaustiva en el país, los dos libros con metodología que
escribiera Eutiquio y la referencia se limita a un artículo de un periódico
local cultural ya desaparecido o las noticias de Camilo Pérez. Recuerdo ahora
un largo almuerzo en Barcelona junto al ensayista ya desaparecido Rafael
Gutiérrez Girardot y R. H. Moreno Durán,
también adelantado, donde le comenté al entonces profesor en Alemania,
por qué en su lúcido ensayo sobre literatura colombiana refería a Vargas Vila
despechándolo en dos o tres renglones y me respondió, para salir del paso, que
por falta de bibliografía y esto no es tolerable en un investigador, salvo que
lo refiera expresamente o no desee reconocer los méritos de alguien. La falta de
justicia e información al lector sobre Eutiquio Leal, en este caso, no se me
hace válida, sobre todo porque es el tema, afirmando luego que no existió una
metodología, citando apenas las viejas declaraciones del escritor sobre la no
existencia de ella, pero no el suplemento a su vacío consignado en sus dos
libros referidos. Pero no existe la perfección y estoy seguro que por la
trascendencia del ensayo de Vargas Celemín tendrá nuevas ediciones para las
cuales valdría la pena atender esta sugerencia.