Por: AGUSTIN
ANGARITA LEZAMA
Se dice que
Colombia es un país de leyes. Que nuestra democracia cuenta como una de sus
fortalezas el que contamos con una de las legislaciones más modernas y
avanzadas del mundo. Recordando a Santander, a quien se le conoció como el hombre de las leyes, se le denomina
santanderismo a la manía de creer que con una ley superamos los problemas.
Toda la creatividad de la que hacemos gala los colombianos queda expresada en el mundo ideal de la ley. En este horizonte inventado se superarían todas las dificultades. Es decir, este mundo imaginado resulta más importante que la misma realidad.
Toda la creatividad de la que hacemos gala los colombianos queda expresada en el mundo ideal de la ley. En este horizonte inventado se superarían todas las dificultades. Es decir, este mundo imaginado resulta más importante que la misma realidad.
El
santanderismo es la filigrana política que permite argumentar el sometimiento
de la realidad a la ley o a la norma. Y de allí se vive en un mundo que no
tiene nada que ver con esa realidad. Lo importante es la letra menuda, el
inciso, la entrelínea, la coma, el paréntesis, el truquito, la maroma, la
leguleyada. Esta fascinación por el derecho nos ha llevado a situaciones que
parecen de mentiras: la ley es dura pero es la ley, no importa si comete
injusticias…
En Colombia
hay leyes, decretos, ordenanzas y acuerdos para todo, muchos son un canto a la
bandera, porque no se cumplen, porque no son operativos o nacieron inservibles.
Por ejemplo, la ley 190 de 1995, en el Régimen de los servidores públicos,
específicamente en el artículo 13, dice que “Será requisito para la posesión y
para el desempeño del cargo la declaración bajo juramento del nombrado, donde
conste la identificación de sus bienes. Tal información deberá ser actualizada
cada año y, en todo caso, al momento de su retiro.” ¡Esto no se cumple!
Si algo da
risa son las normas de tránsito. Están escritas para no cumplirlas o para que
las autoridades de tránsito las exijan cuando a ellas les plazca. En la ley hay
prohibiciones para los peatones, y ordena que no pueden invadir la zona
destinada al tránsito de vehículos ni circular en monopatines, patinetas o
similares. Prohibición que casi nadie cumple. También ordena dicha ley que
todas las motocicletas deben circular por la derecha, no en zigzag o en el
carril izquierdo. Además, es infracción cruzar los semáforos en amarillo. Es
obligación enseñar en escuelas y colegios normas de tránsito y de seguridad
vial…
Hay normas que
prohíben el expendio de pólvora, especialmente en las fiestas de fin de año.
Acuérdese, en medio del cielo iluminado por la pólvora, de esta prohibición el
24 de diciembre y el 31 a las doce de la noche.
También hay
normas para proteger el ambiente y otras que lo entregan para la explotación
minera, o que consideran que un predio con bosque nativo es de menor valor que
un lote deforestado convertido en un potrero. Hay normas para vigilar la
higiene y calidad de los alimentos que se venden en la calle, que se incumplen.
Hay leyes sobre inhabilidades que prohíben que los que tengan información
privilegiada la utilicen en su propio beneficio, que nunca se cumplen pero que
si aprovechan. Hecha la ley, hecha la trampa.
Recordemos, lo
importante no es tener leyes y normas sino que exista una sociedad justa. Pero
gracias a nuestra formación santanderista, tenemos muchas leyes, pero poca, muy
poca justicia.