Por: AGUSTIN RICARDO
ANGARITA LEZAMA
En una familia, los afectos entre sus miembros se
describen como relaciones familiares. Para imaginar esta situación pensemos
como si cada relación se pudiera representar por un hilo que parte de cada
miembro y termina en los demás. Cuando las relaciones son sólidas, el hilo es
mucho más fuerte. Se habla de lazos familiares. Cuando en una familia hay presente
respeto y afecto los lazos son muy poderosos, y cuando faltan, entonces los
lazos se deshilachan y se rompen.
En un grupo de amigos pasa cosa similar. A mayor
respeto y cariño, más cohesionado estará el grupo. Lo mismo ocurre con la
sociedad. Si nos imaginamos un hilo saliendo de cada individuo y llegando a
todos los que conforman su grupo social, veríamos un cruce de muchos hilos, una
red uniendo las personas. Es lo que los teóricos llaman tejido social.
El tejido social de una comunidad será el imaginario
entramado de hilos de relaciones que se entrecruzan entre todos sus miembros.
Mientras más fibras existan, más fuerte y cohesionada estará esa sociedad. La
experiencia enseña que sociedades con tejido social fuerte son muy unidas, muy
seguras, autónomas, incluyentes y solidarias.
Cuando un delincuente trata de atacar a una persona que pertenezca a estas
sociedades, es toda la comunidad la que reacciona. Por eso son seguras y
solidarias.
Cuando ocurren desastres que involucran comunidades
con tejido social fortalecido, reaccionan más fácilmente, se recuperan con
mayor celeridad y los daños colaterales se disminuyen sensiblemente.
En nuestras comunidades el tejido social está hecho
jirones o es muy débil. Muchos no participan en las juntas de acción comunal, y
si lo hacen es para nombrar dignatarios, para que sean ellos los que pongan la
cara y se encarguen de todo. Lo mismo ocurre con las asociaciones de padres de
familia, con las asociaciones campesinas o deportivas, sindicatos, etc. No
participar es no tejer hilos de relaciones. No participar es debilitar el
tejido social. El clientelismo se aprovecha de ello y se beneficia de la
indiferencia, porque la comunidad no es autosuficiente ni autónoma, depende del
político que les consigue cositas y no aprende a tomar las riendas de su
destino con manos propias.
La seguridad ciudadana necesita un tejido social
fuerte, no más policías ni CAIs. Los campesinos organizados y asociados logran
mejores productos y precios y son menos vulnerables a la especulación y la
corrupción. Las asociaciones de usuarios, de comerciantes, de industriales o de
ciudadanos, cuando no están politizadas y puestas al servicio de un politiquero
cualquiera, defienden y benefician los
intereses comunitarios. La soledad, la envidia, el odio, el egoísmo y el espíritu
de competencia destruyen el tejido social.
La cultura, en todas sus manifestaciones puede
contribuir a fortalecer el tejido social. Igual el deporte, la recreación y el
aprovechamiento del tiempo libre. Es por eso que la responsabilidad más grande
del estado es el fortalecimiento del tejido social, de la organización
comunitaria, de la asociatividad ciudadana. Una sociedad con tejido social
fuerte es una sociedad que tiene poder, o como llaman los académicos, una
comunidad empoderada y segura.
Vivir en el respeto, en el amor al prójimo, en el
deseo de incluir y participar, poniendo los intereses colectivos por encima de
los particulares es construir tejido social, es construir convivencia y paz.