Por: Alberto Bejarano Avila
“Dile
a un sabio que se equivoca y te lo agradecerá toda la vida, díselo a un necio y
te odiará toda la vida”. Esta sentencia que recién alguien reseñó me llevó a
pensar que podría lograr perdurable gratitud del amigo de vieja data, hoy
Alcalde de Ibagué y a quien la posteridad no debe exhibir como retrato
deslucido en el mosaico de alcaldes anodinos y sí como figura relevante en el
podio de alcaldes históricos, aquellos que se negaron a reeditar pasados de
vergüenza y prohijaron la cohesión social y las iniciativas locales para
emprender proyectos y planes orientados a quebrar la tendencia del
subdesarrollo y encaminar a sus municipios hacia tiempos prósperos y justos.
Al
Alcalde amigo le digo que está equivocado en su ideas sobre el IBAL,
empresa guardiana de “aguas benditas” y gran potencialidad rentística que hoy
es patrimonio de los ibaguereños pero que en futuro cercano podríamos perder
(insisto) así como perdimos la telefónica, Hidroprado, la recolección de
basuras, la electrificadora, la condición de ciudad sede de instituciones
nacionales y tantos otros bienes, oportunidades y potencialidades que fueron
menospreciadas y regaladas por “sabios dirigentes” del ayer y que hoy, los
ibaguereños de a pié, debemos reprobar porque esas pérdidas causaron más
miseria, vulnerabilidad, dependencia y, sobre todo, inmensa incertidumbre de
futuro. Seguramente con las rentas de las empresas perdidas hoy estaríamos
reconstruyendo la malla vial, los centros deportivos y recreativos, los planes
culturales, el emprendimiento, etc.
Tal
vez sus sapientes y consecuentes asesores lo habrán instado a que en vez de
buscarle dueño ajeno a la riqueza propia Usted debe infundir vocación de
prosperidad endógena y que tal designio lo logrará si evita emular de sus hoy
anodinos antecesores el proceder a hurtadillas, que es cómo actúan los ratones
y no los demócrata orgánicos y visionarios. Este, su amigo y paisano, le
sugiere vigorizar la opinión pública para lograr trasparencia, exigir que todo
asunto vital del interés público no sea urdido sino discutido de manera franca
con la ciudadanía y que no admita a ningún funcionario que maniobre bajo la
ruana. Esto lo digo porque algún medio señaló que la propuesta ajena sobre el IBAL era
secreta y estaba resguardada en urna especial. Igualmente le sugiero que
considere la opción de las APP pero entre los mismos ibaguereños para
así convertir a la nuestra en una sociedad de dueños, que declare el estado de
emergencia de opinión, que convoque por lapso indefinido al debate sobre el
presente y futuro de Ibagué y que cree un laboratorio de análisis y
prospectiva. Recuerde Usted, buen amigo, que todo acto de gestión pública ha de
favorecer el interés colectivo y nunca el apetito ajeno y que toda eventual
alianza ha de reconocer tal principio, so riesgo de incurrir en grave traición
a los anhelos populares.
Terminando
estas breves líneas recordé, no sé por qué, éste axioma del milanés Carlo
Cattaneo: "los pueblos que se hacen pequeños en sus pensamientos, se
hacen débiles en sus obras". Con fundamento en esta revelación, me
atrevo a decirle hoy al ibaguereño socialmente sensible y preocupado por el
futuro, que se ponga la mano en el corazón y juzgue dos hipotéticas
posibilidades: Una. El pensamiento ibaguereño es moderno, ilustrado, conspicuo
y perspicaz, pero la sordedad y la sordidez le cierran espacios. Dos. El
pensamiento ibaguereño ha caído en nefasta decadencia. Si es lo primero y no lo
segundo, como quiero creerlo, la sociedad civil, sindicatos, gremios,
intelectuales, académicos, comunicadores, auténticos líderes políticos, todos
alcemos la voz, difundamos ideas, animemos el debate y, desde la diversidad,
intentemos consensos para trazar nuevos rumbos al Municipio. Si nos hemos de
equivocar al menos hagámoslo todos pero no toleremos que la miopía, el
egocentrismo o el indebido interés de algunos a todos perjudiquen.