PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por: Santiago Castro Agudelo
Este puente de reyes que termina recibimos la visita de familiares y amigos en Ibagué. Preguntaban por el parque Murillo, el conservatorio, el edificio de la gobernación, la alcaldía, etc., pues ya habían estado hace décadas en la ciudad. Con entusiasmo me esforzaba por que admiraran el Teatro Tolima, la Biblioteca Darío Echandía, el barrio La Pola. Antes de nuestra visita al centro habíamos ido a Multicentro y luego a La Estación, donde habíamos conversado sobre un tema que ya había tratado en una columna anterior: no hay una sola librería.

Insistí en la necesidad de crear un gran centro cultural en Ibagué para promover las artes, la historia, la filosofía y en especial lograr un escenario de diálogo, de encuentro y tertulia donde los temas no sean los contratos y los votos, tan en boga por estos días, sino los grandes problemas del departamento y las posibilidades que tiene no solo para salir adelante sino para volver a ser uno de las grandes aportantes al desarrollo del país. Recordábamos el papel de Honda en el encuentro de tres mundos, la expedición botánica y Mariquita para conocer qué “remedios teníamos para el imperio”, Ambalema y la exportación de Tabaco que nutrió durante años las escasas finanzas del Estado y la lamentable atención que recibió el norte del Tolima tras la tragedia de Armero, que arrojó grandes inversiones en municipios como Lérida y donde importantes obras y proyectos hoy están en el olvido.

El gobierno departamental insiste en su lema “Por la grandeza del Tolima”, pero una sociedad jamás podrá ser grande si no cultiva lo esencial. En el ser humano ello corresponde a la expresión de lo humano, no en vano se habla de “humanidades”. Por eso siempre he insistido en que la Academia de Historia del Tolima debe recibir especial atención y articularse con una amplia oferta cultural que incluya potenciar el conservatorio, los grupos de teatro, los encuentros de literatura y filosofía, importantes festivales de música. Digan lo que digan esa es una fuente inagotable para promover el turismo, ese que los grandes empresarios del sector han decidido cambiar por grandes edificios, piscinas y toboganes.

Hace unos días hice una búsqueda en bases de datos académicas como Jstor, Ebco host y Proquest, donde escribí “Historia del Tolima”. El resultado: una breve ponencia de Gonzalo Sánchez en 1992 sobre las lecciones del Tolima para estudiar la violencia. Y es que en ese campo sí se ha hecho un aporte muy importante al país. Centenares de miles de víctimas en el Tolima, en especial en el sur del departamento, donde la violencia bipartidista no perdonaba a nadie y ahora la presencia de las FARC.
Ingresé a la página de la gobernación buscando más elementos sobre historia y encontré un texto bastante general, pero que cierra con lo siguiente:

“Por su ubicación geográfica, por la variedad y la abundancia de sus recursos, además por las condiciones de su raza, por la trascendencia de su historia, así como también por las expresiones auténticas del arte, la música y el folclor, el Tolima es una de las regiones de más protagonismo y de mayor trascendencia en los anales de la historia nacional”



El Tolima lo tiene todo con su geografía, su historia, sus gentes, su cultura. Desafortunadamente la dirigencia parece enceguecida frente a lo verdaderamente humano y se dedica a gestionar grandes licitaciones y proyectos que olvidan lo esencial. Hay que recuperar la cultura, el respeto por la palabra y por el otro. Por eso no podemos dejar de leer y de escribir, de compartir nuestras impresiones y de sugerir nuevas ideas para que el Tolima vuelva a ser grande. Hay que volver a visitar los 47 municipios del departamento y generar escenarios de diálogo con la comunidad y no solo reuniones para pedir votos y repartir favores a siniestra. Esa es la única forma de luchar con compromiso por la “grandeza del Tolima”.