PERIÓDICO EL PÚBLICO
Por: Carlos Orlando Pardo
Entre el silencio y el llanto de quienes tanto la amamos, vi partir el carro fúnebre que llevaba el cuerpo de nuestra amiga entrañable hacia los jardines de paz. Terminaba su ciclo en la tierra que jamás fue en vano y nos dejaba el calor de su entusiasmo y la suma de no pocos hermosos recuerdos. La evoco ahora cuando la conocí hace 45 años y estábamos todos tan jóvenes como nuestros sueños. Se trataba de la estrella fulgurante y principal de la obra La orgía, de Enrique Buenaventura que llevó a su grupo de teatro el fogoso director Antonio Camacho Rugeles. Ya casi todos los actores de entonces están muertos y casi todos los escritores que comenzábamos, unos más avanzados que otros como los inolvidables Roberto y Hugo Ruiz y por ahora enfermos en tránsito final del poeta Vìctor Hugo Triana. Por eso ahora que Maria Victoria Doza se detuvo en las profundidades del último sueño para alcanzar descanso merecido, no deja el pensamiento y la mitad del corazón en estacionarse conmovido ante tantos caminos conllevados a lo largo de la existencia. Lo hicimos desde nuestra primera juventud junto a su esposo, el poeta y periodista Víctor Hugo Triana y mi hermano Jorge Eliécer. Eran los años setenta del siglo pasado donde nos hermanaba la poesía, el cine, el teatro, la literatura, la radio y los periódicos.  Disfrutamos admirando su poesía secreta entonces, su estelar actuación en las obras que montaba para teatro Antonio Camacho Rugeles y ante todo su voz inolvidable y dulce en los programas radiales que dirigió de manera ejemplar. Su larga carrera en las emisoras de la ciudad convirtieron sus tonalidades e informaciones deliciosas en una compañía indispensable para sus innumerables oyentes, así como fueron oportunas su eficacia en la secretaría de extensión cultural de la Universidad del Tolima, dirigida entonces por el legendario escritor Eutiquio Leal o la de prensa en el Instituto Tolimense de Cultura donde tuve el orgullo de su compañía. Jamás se le vio derrotada ni en los momentos más difíciles y desde sus ojos brilló continua la esperanza. Creía en la literatura y el arte y en un mejor país por lo que luchó a su manera.  Los años de confraternidad se mantuvieron intactos en un camino largo de más de cuatro décadas y es imperativo reconstruir algunos de los capítulos de su historia. Había nacido en Ibagué en 1952 y se graduó en el Liceo Gregg. Fue socia fundadora de la Casa Popular de la Cultura, radio-actriz participante en festivales nacionales e internacionales de teatro y trabajadora más que destacada de la cultura. Como si el tiempo se mordiera la cola, terminó actuando y leyendo obras en la casa Antonio Camacho que tan bien dirige Gloria, su hermana soñadora. Fue tímida respecto a publicaciones suyas pero que aparecieron en antologías poéticas y revistas literarias, habiendo dejado inéditos un libro de cuentos y su libro de poemas titulado Juegos interiores. Algunos de sus muchos amigos nos reunimos a despedirla y a sentir que las oraciones de los de su iglesia ayudaban a una paz interior que nos permitieron un consuelo. Sabemos que su nombre y su trabajo permanecerán en la memoria de quienes recibimos sus acciones y que seguirá su ejemplo como una bandera victoriosa. Paz en la tumba de la amiga y en la locutora y poeta que se despidió discretamente para terminar con su dolor y alcanzar, como se lo merece, la felicidad de la eternidad.