Por: AGUSTIN RICARDO
ANGARITA LEZAMA
Que grandes emociones no ha
deparado este Giro de Italia. Ya la jornada matinal se empieza a entorpecer
porque desde muy temprano uno quiere pegarse al televisor a disfrutar de la
intensidad de una carrera donde los corredores colombianos han marcado la pauta.
Ya un gran ciclista europeo, experto en trepar montañas, había vaticinado lo
que estamos viendo. Al conocer las primeras camadas de ciclistas colombianos
que se aventuraron en las carreras europeas, expresó que cuando aprendieran los
secretos del ciclismo en el viejo mundo serían temibles y casi imbatibles.
La demostración de valentía,
compromiso y seriedad que han dado estos titanes del pedal nos deja a todos los
que hemos estado atentos a sus gestas, con un sentimiento de orgullo y
admiración en grado superlativo. Casi todos, por no decir todos, son de origen
muy humilde. Han ganado sus espacios con sacrificio y mucho esfuerzo. Nada les
ha sido fácil ni gratis. Este que es un país donde la concentración de la
riqueza es de las más grandes del mundo y por consiguiente la desigualdad
social y económica es abismal, tiene que ver que sus deportistas más
destacados, que le dan lustre y brillo en el exterior, son personas que
provienen de los excluidos, de los segregados, de los pobres que se niegan a
resignarse con destinos oscuros.
Nuestra campeona mundial de salto
triple, nuestros pesistas, luchadores, boxeadores, atletas, futbolistas y
ciclistas son hijos de la pobreza, el abandono del estado y la indiferencia de
una sociedad que vive de apariencias y vanidades. ¿Si se han fijado las
excelentes propuestas de apoyo integral al deporte y a los deportistas, que
están consignadas en las promesas de las campañas presidenciales? Son tan
brillantes que no se ven. Que no se notan.
Es casi un lugar común hablar que
el deporte masivo y organizado permite alejar a la juventud de las drogas, de
la delincuencia, previene embarazos adolescentes y forma mejores seres humanos.
Sin embargo los presupuestos son exiguos, mediados por el clientelismo y la
corrupción. Y los deportistas mendigan apoyos, para con coraje, dolor y
lágrimas obtener triunfos para la alegría de todos.
Recordando a Carlos Castro
Saavedra, él decía que el hombre elemental, el hombre bueno, tiene las manos
limpias y el corazón sereno. Esa es la imagen que me revelan los Nairo
Quintana, los Rigoberto Urán, Julián Arredondo, Fabio Duarte y todos los demás,
hombres de manos limpias que trabajan poniéndole el corazón a lo que hacen, que
su sencillez los hace parecer tímidos, pero respetuosos y responsables. Son una
muestra de lo que es nuestro pueblo, despreciado por algunos, sufridos pero
alegres y orgullosos de sí mismos.
¡Gracias deportistas por
alegrarnos la vida y hacernos sentir muy colombianos!