Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
En días pasados en un diario de circulación nacional un
columnista, a propósito de la euforia que desató el triunfo de Nairo Quintana
en Italia, expresaba su escepticismo, pesimismo y descontento con los
colombianos en general.
Difiero de él. Considero que en este país mucha gente
hace patria, desde los rincones más remotos, por su compromiso con su país, por
su voluntad indeclinable de servir, por su amor al prójimo. Veamos ejemplos. En
un bello programa del Ministerio de Educación se realizó una expedición
pedagógica para buscar nuevas experiencias educativas. En apartados rincones de
la geografía nacional, sin más ayuda que su inteligencia y su deseo de
servicio, se encontraron maestros con una imaginación y creatividad asombrosa
inventándose mil formas de enseñar y todas respaldadas por asombrosos
resultados.
Hace un año entre los mejores resultados de las pruebas
Saber 11, calificaron varios estudiantes de un humilde colegio en Santander.
Con mobiliario deficiente, sin biblioteca, sin apoyo de las TIC, sin desayunos
escolares y con mucha ausencia del estado. Pero con maestros y directivos
docentes comprometidos con sus alumnos, su institución, su región y su país.
Ellos demostraron que la educación necesita, primero que todo, maestros capaces
y responsables. Qué bueno que tengan ayudas tecnológicas y buenas instalaciones
educativas, pero ellas sin los maestros no sirven para mayor cosa.
En mi profesión como médico conocí hace varios años en
un hospital extranjero, una innovación tecnológica que permitía, en caso de
heridos con abundante sangrado interno, limpiar su sangre para reutilizarla en
el paciente. Pregunté los costos del aparato y eran astronómicos. Meses
después, en Medellín, conocí un colega que había inventado un aparato que hacía
lo mismo que el extranjero que me había deslumbrado, pero baratísimo y a la
mano en cualquier lugar. Ingenio colombiano al servicio de salvar vidas.
No es cierto que los malos sean más. Creo en la gente
colombiana. Creo en su talento y sus buenas intenciones. Que hay algunos
pícaros y tramposos, no lo dudo. Pero en este país hay mucha gente generosa que
da sin pedir nada a cambio y sin hacer alharaca. Son gente optimista, con los ojos llenitos de bondad y con la
solidaridad a flor de piel. Conozco personas que salen de sus casas en la noche
con una olla y platos a repartir comida caliente a indigentes y necesitados. No
pertenecen a ninguna religión ni están recolectando adeptos para ninguna causa.
Otros organizan equipos y competencias deportivas para
ofrecerles soluciones a niños o jóvenes con problemas de drogadicción. Otros
organizan grupos de danza, de música o de arte. Casi mendigan en muchos sitios
para obtener ayudas para seguir ayudando. Otros organizan comedores infantiles
o para adultos mayores solamente por la satisfacción de servir. Hay quienes
ayudan sin esperar contraprestaciones a
enfermos terminales o con enfermedades raras. Otras personas enseñan, alfabetizan,
forman gratis a quien lo necesita. Conozco un grupo que arma casas gratis para
población vulnerable. Esta gente y mucha otra que sale adelante pese a las
dificultades, nos hacen sentir que tenemos esperanza. Mucha esperanza.
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