Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Desde hace varios años he vivido
cerca a las organizaciones sindicales. He conocido sus luchas,
reivindicaciones, persecuciones, derrotas y victorias. En general creo que se
mueven motivadas por el odio de clase. Hay una clase que defender y apoyar, y
hay una clase a la que hay que atacar, a la que hay que arrancarle los derechos
que les han conculcado, a la que no hay que mendigarle nada sino ganarle en
franca lucha cosas para mejorar condiciones de vida.
Las relaciones siempre son vistas
como de enemigos, entre contradictores irreconciliables: entre patrones y
trabajadores. Y cuidado con tener cercanía con los patrones. Porque es vista
como una traición, una genuflexión patronal, con ser una apóstata o un renegado
de clase.
Existen íconos famosos como el
dirigente sindical Teófilo Forero, oriundo de Natagaima, quien fuera concejal
de Bogotá varias veces, diputado de Cundinamarca y asesinado junto a su esposa.
Cuenta la leyenda popular que cuando entraba a las negociaciones con los
patrones, su cara era casi de piedra, su mirada se clavaba en los
contradictores y nunca cedía. Sólo sonreía cuando triunfaba en sus
pretensiones. Muchos sindicalistas pretenden emularlo.
Hoy el sindicalismo ha perdido muchos
adeptos. Para un grupo de patrones sindicato es sinónimo de complicaciones y
dolores de cabeza para su empresa. Para algunos trabajadores el sindicato es
una oportunidad para que unos líderes saquen provecho personal y utilidades
particulares. Creo que los sindicatos son necesarios y cumplen una valiosa
función social. Pero no pueden seguir guiados por los criterios de odio de
clase y de luchar hasta las últimas consecuencias, incluso sacrificando las
empresas.
Trabajadores y empresarios japoneses,
quienes han creado modelos empresariales exitosos, como los de “Justo a tiempo”
y “calidad total” en los que ganan ambos, piensan distinto en la manera como
operan los sindicatos. Creen que los sindicatos no deben presentar pliegos de
peticiones, porque son visiones egoístas de los problemas laborales, en las que
si ellos ganan la empresa pierde y viceversa. Piensan que hay que evolucionar a
procesos donde ambos ganen. Donde los trabajadores obtengan mayores beneficios
y la productividad y ganancias de la empresa mejoren.
La idea es presentar pliegos de
ofrecimientos, no de peticiones. Ejemplo. Los trabajadores ofrecen: si la
empresa produce mil bultos de producto diario, qué les ofrece la empresa si
ellos aumentan su producido a mil doscientos. O qué les ofrece la empresa si
los trabajadores de una fábrica de confecciones se comprometen a mejorar la
producción en un 10 o 15 por ciento. Esto es muy distinto a los pliegos de
peticiones actuales en los que los trabajadores exigen aumentos de salarios,
primas extralegales por enfermedad, matrimonio, nacimiento o muerte de un
familiar. Prebendas para estudio o descanso. Pero siguen laborando igual y sin
mayor compromiso.
Conozco muchos trabajadores que
lucharon hasta que se acabó su empresa y hoy deambulan por las calles sin empleo,
sin futuro y mascullando un pasado glorioso que no volverá. Considero que hay
que fortalecer el sindicalismo, pero de nuevo tipo, de entendimiento,
productividad y humanismo. Esto es válido para patrones y trabajadores.