Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Un ex senador, después de pasar
varios años en la cárcel, al recuperar la libertad se fue a pasar larga
temporada fuera del país. Es posible que allí, sintió la angustia y la orfandad
que sufren la mayoría de los que ya no disfrutan del poder. Y urdió una
estratagema para retornar a él.
Me imagino que se miró muchas
veces al espejo y se dijo: yo soy el salvador del Tolima. Y qué mejor que ser
elegido gobernador para hacer de este departamento el sueño que seguramente en
sus amargos meses de reclusión pudo crear. Y se puso a la tarea. Experiencia en
el asunto tiene. Tanta que la madre de un ex senador recientemente fallecido lo
describió con aguda certeza: es un electorero bravo, que conoce a fondo la
mecánica de los votos.
Lo primero que había que hacer
era tratar de demostrarse a sí mismo que no era un cadáver político. Que podía
renacer de sus propias cenizas. Para eso necesitaba un cuento creíble. Y se
inventó la idea de la revocatoria del mandato. Para él es claro que los tiempos
no le alcanzan, que es una empresa fallida, pero lo que quiere es otra cosa.
Necesita promocionar su nombre. Necesita que lo vuelvan a escuchar y armar todo
tipo de alborotos posando de conocedor de todos los temas y padre de todas las
éticas.
Para mimetizar sus verdaderos
intereses dice no atacar a nadie, sino defender los más sagrados valores
populares. Y si toca mentir, pues será un pequeño daño colateral, como el que
ocasionaban los paramilitares cuando para ensanchar fincas y engordar
chequeras, desplazaban campesinos y aterrorizaban moradores rurales. El
discurso debía ser muy contundente. Qué mejor que ver vigas en el ojo ajeno.
Que el gobierno municipal es corrupto, que no está cumpliendo el plan de
desarrollo, que todo está mal y que nada le gusta ni tiene futuro.
Prometió casi un centenar de
razones para justificar su campaña de revocatoria y poder recorrer los barrios
haciendo su proselitismo político. Seguramente cuando constató temas descubrió
que el plan de desarrollo se va cumpliendo a cabalidad. Entonces, inscribió la
tercera parte de lo prometido y solo de insatisfacción con el mandatario local.
Sus aliados son los pocos enemigos de la administración. Los contratistas a los
que no les han dado contratos amañados y salen a reclamar señalando que los que
se ganan otros si lo son. Otros que si tenían contratos y que los deseaban
mantener pero a los que no se los renovaron. Y otros que chantajean con su
supuesta imparcialidad y honradez para que les den pauta y contratos.
La ciudad está en un proceso
interesante de avance y progreso. Lo reafirman los gremios económicos, los
jefes políticos, los rectores de las universidades, los comerciantes,
industriales, docentes y ciudadanos del común. Poner en peligro este ritmo de
desarrollo para satisfacer vanidades e intereses personales, es indigno con la
ciudad. ¿Si tiene tantas buenas ideas por qué no las expone y exige que se
hagan realidad? Como alguien decía, ama tanto la moral que tiene dos.