PERIÓDICO EL PÚBLICO
ALBERTO BEJARANO AVILA
  Las personas informadas, coherentes y firmes en sus ideas políticas tendrán que coincidir en que la elección congresal del 9M fue vacía y viciada y que cada lunar del politiqueo se hizo más virulento. Vean ustedes: la metamorfosis del sentido político en delirio narcisista se hizo epidemia; entró en apogeo el insano entreguismo de traidores de región a caciques foráneos; argucias y compra de votos “engalanan” el paisaje electoral; la ausencia de ideas y propuestas serias y sustentables es palmaria; no hay clima favorable para que emerja un proyecto político de región; mudez y abulia de las fuerzas vivas son elocuentes. De este nebuloso cuadro solo se puede inferir que vamos de mal en peor, que la legitimidad de casi todo elegido está en entredicho y que solo la abstención y el voto blanco parecen adquirir sentido y ganar su razón de ser.


Esta ilación, agravada por una opaca cultura política, también se puede leer así: del millón (redondeo) de potenciales votantes del Tolima, el 55% se abstuvo, el 5% votó blanco y sólo el 38% fueron votos válidos y, es de creer, buena parte de estos provinieron del engaños o la paga; eso lo sabremos “el día de San Blando” por efecto de exhaustivas investigaciones sobre fraude y demás delitos electorales. Pero hay más para sumarle a este minuendo cualitativo y ético: quien obtuvo mayor votación apenas logró el 3% del potencial de votos y otros escaso 1% o menos, es decir, así sus campañas hayan sido probas, cosa rara pero posible, los elegidos no tendrían liderato ni poder de convocatoria y por ende mal harían ahora en creerse los Simón Bolívar del País Pijao o iniciarse en las artes del oportunismo usando la decepción ciudadana para proponer revocatorias y otros revanchismos cuando lo correcto y deseado por la comunidad, es que el político corrija actitudes y concite rigurosos procesos de postulación para no caer más en recurrentes errores electivos.

Lo que ahora se dirá no quebranta nuestro irrefutable respeto por las personas y sus ideas. Cuando “malezas y bichos” invaden una morada sus dueños y convivientes auscultan la anomalía y la corrigen con prontitud. Igual, para bien del futuro, la sociedad regional, so riesgo de cumplir un rol connivente con la decadencia moral, política y física y escamotearle a sus descendientes una historia digna, debe propiciar un agudo análisis colectivo y proponerse la construcción de la nueva cultura político tolimensista que con informadas y caracterizadas razones obligue de todo actor político legitimidad, autoridad y seriedad, pues sólo así garantiza un ejercicio democrático basado en auténticos proyectos de región. No es histórico ni solidario situarse en zona de confort personal o grupal ni útil definirse como apolítico por querer ser apolitiquero, eficaz sería que los ciudadanos aplicaran “herbicida” a la politiquería para permitir que florezca la verdadera política.


El elegido con votos sanos debe reflexionar (igual el inmolado en la pira electoral)  y, para auxiliar su meditación, fraternalmente le aconsejamos, como vía a seguir, someterse a trepanación craneal para reconstruir su talante, su ideología y sus actitudes de cara al 2015 y 2018. La nueva política tolimensista requerirá de neopolíticos regionalistas y los viejos políticos, muchos de ellos, aunque equivocados, pueden estrenar ideas, voluntad participativa y respeto por su sociedad y así cooperar para que en el Tolima brote nuevo espíritu de región. Políticos buenos (?), apolitiqueros, apáticos, dirigentes privados, sociedad civil, aparato mediático, intelectuales, académicos, todos nosotros, con inalterable respeto a las ideas ajenas y sin maniqueísmo, debemos reconocer que se nos hizo tarde para imaginar y “confeccionar” una nueva actitud política que pueda fundir valores democráticos con valores regionales para develar horizontes de nueva historia para las nuevas generaciones y desterrar las anacrónicas y censurables artimañas democrateras o politiqueras.