PERIÓDICO EL PÚBLICO

Por Luis Eduardo Chamorro Rodríguez
La deserción escolar intraanual ha sido suficientemente estudiada en el Colombia, por tratarse de un fenómeno educativo de ineficiencia interna que tiende a disminuir pero que sigue siendo cuantitativamente alta. En el Tolima, en el año 2011, del cual se tiene información estadística, fueron 13 mil 936 los estudiantes de Educación Básica y Media los que abandonaron las aulas entre el momento de la matricula y la terminación del año escolar correspondiente. Ahora la reprobación o “pérdida del año”  es superior que la deserción, sin embargo ésta última equivale al 5.5% de los estudiantes matriculados en las instituciones educativas oficiales. El número de desertores ha sido mayor en años anteriores y está el caso del año 2006 cuando fueron 28 mil 722 o en el 2010 cuando fueron 25 mil 123 los desertores.

Por: Carlos Orlando Pardo
El festival de arte Ángela Morales que cumple 25 gloriosos y fecundos años de estar celebrándose en Barranquilla, ahora tiene proyección nacional y el Tolima, tierra de su organizador, no podría quedarse atrás. Se trata de Hugo Morales, uno de los personajes maravillosos que hemos tenido el privilegio de conocer desde la época dorada de la infancia. Pocos seres conozco con su luz y su optimismo, su persistencia terca en cumplir los sueños y su coherencia al mantenerlos por encima de los tiempos tristes. Porta la palabra oportuna, el conocimiento alejado de fraseología seudointelectual, el proyecto que entusiasma por ser benéfico para todo el sector estudiantil, la experiencia de un guerrero de la cultura que no espera valores bursátiles, encarnando al apóstol verdadero. Cuántos de estos requiere con urgencia el país para ser mejor. Hugo Morales, quien es parte del consejo Iberoamericano por una educación de calidad, teatrero con un recorrido de más de 40 años desde cuando hiciera parte del grupo de Santiago García en Bogotá, es el mayor símbolo y activista de la cultura popular en Barranquilla, donde se le tiene tal respeto que organizó durante tres lustros el carnaval de esta ciudad desde los niños. Trabaja para los sectores marginados convirtiendo por sus enseñanzas, seminarios, diplomados y formación de líderes, el arte como parte esencial e integradora de sus vidas. La danza, el teatro y la música es el trío que despliega para su espectáculo. La educación es una parte de la cultura entendiéndola como toda acción del hombre para mejorar y no como se hace en tantas partes donde las secretarías se llaman de educación, deporte y finalmente cultura. No es la de adorno como la asumen muchos ni la ejercida por mechudos marihuaneros y loquitos desocupados. No. Es la esencia del espíritu y la escuela de los valores. Morales es el creador de Fundar, fundación para el fomento y promoción de arte y la cultura. El  Festival de arte estudiantil, realizado ininterrumpidamente en Barranquilla desde 1989 y denominado Ángela Morales desde  el año 2000 en homenaje a quien fuera, en vida, su más ferviente y dinámica impulsora y quien falleció trágicamente el 18 de Marzo de ese año, es un  proyecto que involucra los niños y los jóvenes en el disfrute y goce del hacer y apreciar el arte en las modalidades de: Teatro, Danza y Música, en la ciudad de Barranquilla  y otros municipios del Departamento del Atlántico y el Caribe como parte global de la dinámica de comprensión de la importancia del arte en el proceso de formación integral del ser humano por su innegable capacidad de potenciar la creatividad y la imaginación de los nuevos líderes que precisa el país.

Hace parte del plan que dinamizará el proceso cuyo objetivo fundamental es la reconstrucción cultural desde la primera infancia, tomando como punto de partida la inagotable cantera que la niñez y juventud representan en estos momentos en que  la violencia, la drogadicción y la  inversión de valores han mimetizado el valor de la vida, apuntalándose además con la sensibilización, capacitación y compromiso  de  los docentes  interesados en la  materialización de  los objetivos  de dicho  proceso.

Qué bueno que despertar conciencia, en el sector educativo en particular y en la comunidad en general, de la importancia del arte en el proceso de formación integral del ser humano a partir de la primera infancia y los jóvenes, germen de una sociedad creativa que genere, en el país, una corriente capaz de propiciar un cambio cultural que lleve al redescubrimiento de la dignidad humana y del valor de la vida, presupuesto indispensable en la búsqueda de una paz real y duradera, basada en el incremento de la educación de calidad  y el nivel de vida en las nuevas generaciones.

Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA
Desde hace tiempo se viene haciendo evidente lo que algunos denominan “la puerta giratoria”. Se trata de funcionarios públicos, generalmente de alto rango, que reciben toda la capacitación y formación que el estado ofrece para el desempeño adecuado de sus cargos, conociendo entonces, todos los asuntos de su puesto, incluidas las debilidades y falencias. Si el trabajo es, por ejemplo en un organismo de vigilancia y control, se percatan de aprender todos los vacíos y posibles hendiduras en el andamiaje institucional. Después estos personajes, al retirarse de sus cargos, buscan a los vigilados para ofrecer sus servicios, que generalmente consisten en como burlar los controles y pasarse por la faja la ley.
Así se conocen personas que, por ejemplo, trabajaron como cobradores en la DIAN y luego venden su conocimiento para que sus nuevos patrones esquilmen al estado. Igual ocurre con ministros del medio ambiente que luego trabajan para empresas que ellos vigilaron y que se dedican a explotar sin cuidar el ambiente. Como conocen al dedillo la norma, aprovechan para meter por las rendijas que deja la ley, todo lo que favorece a sus contratantes y a sus bolsillos, sin importar el daño al país y a sus habitantes. Al revés también funciona. Hay personas que vienen del sector privado y al entrar en el estado se constituyen en puntas de lanza de intereses particulares, en infiltrados al servicio de intereses distintos a los colectivos.

Por: Hugo Neira Sánchez.
El canal de Mirolindo, es un canal de aproximadamente 6 kilómetros que atraviesa una parte de la ciudad de Ibagué, llevando aguas residuales del Río Combeima, a una pequeña planta hidroeléctrica frente a la estación de gasolina de Mirolindo, que genera una cantidad de energía a un ente particular, tan pequeña, que no vale la pena para Ibagué siga soportando que este canal  todavía siga causando problemas a la comunidad, como lo hace con barrios residenciales de Casa Club, Metaima, etc.
El canal de Mirolindo fue construido en la década de los años cincuenta del siglo XX, por el municipio de Ibagué, para suministrar agua a la segunda planta hidroeléctrica que construyo el municipio después de “Pastales”, para suministrarle energía a Ibagué. Paso luego como aporte en el año 58 accionario a la nueva empresa que se constituyó departamental la Electrificadora del Tolima. Al principio no hubo  problema con el canal, ya que este canal atravesaba zonas despobladas, que fueron comenzaron lentamente a poblarse  como lo fue el barrio de “Santa Helena”, que se consideraba un barrio alejado y lejos del centro de la ciudad. Cuando se aumentó esta población comenzaron los problemas con el canal, pues se necesitaba drenar y limpiar, y muchas veces fue usado como alcantarilla de los barrios y del hospital Federico Lleras. El área del canal era bastante amplia aproximadamente unos 50 metros a cada lado, pero fue invadido por urbanistas inescrupulosos y políticos especialmente Concejales de Ibagué que empujaban para hacerlo.
Carlos Orlando Pardo
Tres años después de su muerte, este ibaguereño que nació en 1931, vuelve a estar de moda. Sus fotografías desplegadas en el reportaje a Mercedes Barcha, a quien algunos llaman la Gaba por ser la esposa de nuestro premio Nobel,  resurgen como un testimonio parlante de su maestría. Su nombre como el de tantos otros tolimenses destacados se ignora en esta tierra y sería un honor y un justo reconocimiento que nuestro Museo de Arte convocara su concurso nacional bajo su nombre. Lo conocí hace cuatro décadas presentado por Germán Santamaría y desde entonces cumplí gustoso el seguimiento a su trabajo que duró hasta poco antes de su muerte debido a una enfermedad pulmonar cuando tenía 78 años. Perteneció a esa generación que brillara en la década de los años 50 y que tuvo entre otros a Fernando Botero, Alejandro Obregón, Enrique Grau y Edgar Negret, precisamente los artistas que formaron parte de su primer libro Seis artistas contemporáneos colombianos y que publicó en colaboración con Marta Traba en 1963.
Dice la revista Bocas del diario El Tiempo que dejó un vacío difícil de llenar y que fue, junto a Leo Matiz, el fotógrafo más representativo del país en el siglo pasado. Nos recuerdan allí cómo sus trabajos se publicaron en las revistas Life y Time y las principales medios de Colombia, enfrentando su lente a las grandes personalidades de su tiempo, tales como Rogelio Salmona, Julio Mario Santo Domingo y varios expresidentes, sin que faltaran en su galería escritores como Gabriel García Márquez. Satisfactorio es recorrer sus obras como Pérsides, sobre Cartagena, Alejandro Obregón al lado de su pintura Violencia, su serie de Fernando Botero, La última cena o Camilo Torres, el extraño jinete y los estudios cumplidos para El ahogado más hermoso del mundo de García Márquez en 1995.  Varios son los libros que sobre su trabajo se han cumplido, entre ellos la maravillosa recopilación de sus fotografías entre 1957 y 2009, hecha por el Museo de Arte Moderno de Bogotá, un año después de su muerte en homenaje póstumo.  Se fue temprano de Colombia cuando apenas cumplía 23 años a estudiar en Estados Unidos, dedicándose con pasión a su estudio en Westport en Connecticut  en la escuela de fotografía y era un honor que libros y revistas tuvieran sus trabajos en toda América Latina y Estados Unidos. Es inolvidable su sesión Encuentro con Hernán Díaz, la que semanalmente aparecía en la revista Cromos y las que surgieron para Credencial, Semana y Diners. No faltaron sus exposiciones permanentes, sus recopilaciones, sus retratos y libros con cada uno, sin que en la tierra de su nacimiento y sus primeros años de estudio se haya hecho nada para recordarlo. Triste destino el nuestro dedicado a exaltar figuroncitos de cartón desechable y de circunstancia, sin otro mérito que el de ser burócratas ocasionales o políticos de quinta. El subdesarrollo es primero mental por desconocimiento, el que nos lleva a veces a ver gente con mucho dinero y posición, pero de estrato mental uno.
 LOS TOLIMENSES Y EL CINE
Por: Carlos Orlando Pardo

Aunque en su tierra poco los conocen, varios nombres por los cuales el país cultural tiene respeto debido a su trayectoria y talento, han cumplido este año trabajos notorios y premiados en el terreno del cine y los documentales. Son ellos, oriundos de Ibagué, la ya hace rato famosa Alexandra Cardona, cuya trayectoria figura en mi libro Protagonistas del Tolima Siglo XX; Roberto Triana, a quien conocí hace más de 40 años en Bogotá y la nueva voz poética Luz Ángela Caldas publicada por Caza de Libros, la editorial de mi hermano Pablo Pardo. Triana y Caldas estrenaron en la sala Teresa Cuervo este sábado 16 de marzo los documentales Dora Castellanos o un modo de perdurar y Maruja Vieira vivir en  las palabras, dirigidos ambos por Roberto Triana con concepto y producción de Luz Ángela Caldas, hija del escritor y empresario tolimense fundador de Legis, Tito Livio Caldas, cuyo amplio perfil también nos lo ofreció para Protagonistas del Tolima Siglo XX.  Pero Roberto Triana, igualmente, presentó otro documental sobre Juan Gustavo Cobo Borda, su vida y sus libros en la cinemateca distrital el pasado jueves 14 de marzo. Los primeros pertenecen a la serie Poetas colombianas, cuyo propósito es rendir un homenaje a la voz femenina y recopilar una muestra fundamental de la poesía  colombiana escrita por mujeres. Bello trabajo este de poner en primer plano la importante trayectoria de quienes en Colombia se han dedicado a lo largo de toda su vida al ejercicio literario para enaltecerlo.
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 El reciente trabajo de Alexandra Cardona, Retratos de familia, premiado en el pasado festival de cine de Cartagena, es el testimonio de las madres de Soacha sobre los falsos positivos cuando se diera aquella masacre de jóvenes de esta localidad a quienes en el afán de mostrar acciones hicieron pasar por guerrilleros. Triste episodio de la vida nacional que tiene aquí su testimonio conmovedor. No pocas columnas en diarios nacionales como la de Osar Collazos en El Tiempo, han dedicado su espacio a comentar este hecho que fuera inicialmente denunciado por el personero de este municipio. Estas mujeres, dice Collazos, le vienen diciendo al mundo que viven el deseo de difundir la verdad y evitar que caigan más jóvenes en la trama de desapariciones y asesinatos. No es la primera vez que Alexandra Cardona incursiona en estos temas, como el cumplido con las crónicas de la dignidad de los rostros del conflicto, donde con rigor y lenguaje eficaz, los personajes retratan igualmente el drama de las familias tocadas por la violencia, esta vez por los secuestros de los guerrilleros cuyas víctimas mueren en cautiverio o son sometidos a torturas.  La autora declaró en su momento “que la historia de los desplazados fue la más difícil de escribir, por lo delicado de las denuncias, el proceso de investigación y la consecución de pruebas. “Se manejaron muchos documentos y era complicado volverlos atractivos para el lector”, dice Alexandra, y agrega: “Me sorprendió llegar a Ibagué y encontrarme en el centro del país con un pueblo costeño, que habían conformado los desplazados. Entendí que les habían podido quitar todo, excepto su cultura”.
Extenso sería recorrer la trayectoria de nuestra escritora, puesto que sólo quiero dejar la información y la inquietud de quienes hacen cine y documentales, libros y trabajos que van desde lo poético a lo terrible de nuestra violencia con valentía y profesionalismo.