Por: Alberto Bejarano Ávila
En Ibagué (el contexto) el recurso
financiero resulta vital para apalancar emprendimientos que a su vez generen
más recurso financiero y así hacer sostenibles las dinámicas del progreso y el bienestar
social. Hasta aquí la obviedad hace tonto cualquier choque de ideas. Ahora, si
el capital financiero en operación fuese público (municipio rico), cooperativo
o, aun, si fuese patrimonio de una clase media o de una burguesía local
ciertamente industriosa, solidaria y comprometida con el progreso, sin duda,
las discrepancias políticas serían transables. Tristemente así no es la cosa.
Diferenciar capitalismo salvaje de
capitalismo moderado y ético o democracia económica no es fácil ya que todo
ignaro o ávido de coima aduce, con descaro o alquiladiza forma de pensar, que
el capital externo es motor de desarrollo y este de equidad social, una sofística
y fullera tesis que oculta cómo el inversor externo, arguyendo financiar el
desarrollo, termina quedándose con la ganancia, enviándola a países ricos o
centros de poder y condenándonos a pobreza endémica.