PERIÓDICO EL PÚBLICO

Aunque fuera algo esperado lo cierto es que la derrota de Sarkozy supone un cambio radical en el panorama político europeo. Se rompe el eje francoalemán que tan beneficioso fue en los 80 y 90 y tan pernicioso estaba siendo en los últimos años. El empecinamiento de Merkel y Sarkozy en un recorte presupuestario sin precedentes estaba llevando a Europa a un callejón sin salida.

Sobre lo que va a ocurrir ahora no hay demasiadas pistas, parece claro que el programa de Hollande es difícil que se pueda a llevar a cabo en su totalidad  (vuelta al keynesianismo y una subida fiscal a las rentas altas espectacular), pero tampoco Merkel va a poder conseguir la unanimidad que hasta hace bien poco conseguía.
Tendremos una Europa, como siempre, con voces variadas y a veces disidentes, lo que siempre en la historia de la construcción europea ha sido positivo.
Otro tema es el resultado de las elecciones griegas, hoy los euroburócratas se mesan los cabellos y se preguntan cómo es posible un desastre así, no tienen más que recordar todas las cosas que han ido llamando y pidiendo al pueblo griego que simplemente ha votado contra todo aquello que le recordara el sufrimiento de los dos últimos años.
Con este resultado una salida griega del euro es posible, aunque no probable, esto no sería el final del euro, sería un nuevo comienzo y probablemente el momento para que algunos países se planteen cosas nuevas en su relación con Europa.
En suma, una Europa menos fuerte, con más disidencia y al mismo tiempo más capaz de tomar decisiones sobre los asuntos que preocupan a los europeos, y que mayoritariamente se centran en cómo recuperar la senda del crecimiento.
Lo malo, esta Europa ve una subida cada vez más imposible de disimular de la peor xenofobia posible, tanto la señora Lepen, como Amanecer Dorado son claros ejemplos de que por la vía de Merkel y Sarkozy mucha gente está tan desesperada que le da igual votar a alguien tan deleznable, simplemente quieren votar contra lo que les recuerde a Europa.