Homenaje nacional a Alfonso Jaramillo e Hilda Martínez en Ibagué
Por: Carlos Orlando Pardo
Es más que justo el homenaje nacional que el Congreso de la
República en pleno hará a Alfonso Jaramillo Salazar y a su esposa, dos
combatientes legendarios de las luchas liberales y coautores de la pelea contra
el atraso del Tolima en todos sus frentes. Para el seis de julio próximo, se
reunirá la plana mayor del país, incluido el Presidente de la República, a
tributar el reconocimiento a este matrimonio de servidores públicos que dieron
siempre fe de vigor incansable en sus tareas, de carácter y transparencia en
cada uno de sus actos. Los conocí de niño y tuve el privilegio de ser cercano a
su familia y seguidor entusiasta y convencido de su política a lo largo de toda
mi vida pública. Cada uno de sus actos que seguí como testigo de excepción, me
llevan siempre al convencimiento de su valerosa tarea en la política de la
región y de cómo se convirtieron en figuras nacionales del partido liberal. Sobre
Alfonso Jaramillo Salazar, Carlos Lleras Restrepo en su revista Nueva Frontera,
al calificar el gabinete de Turbay, dijo de su equivocación designando a un
médico de pueblo, a “un médico rural” en tan alta responsabilidad, para después
de su ejemplar desempeño admitir que se había equivocado y se trataba de su
ministro estrella, como en efecto lo fue, en una luminosa tarea todavía sin par
en Colombia, trascurridos 34 años. Cuando fuera gobernador del Tolima entre
1962 y 1963, rompió con la conducta del dejar hacer y dejar pasar para
enfrentarse con decidido carácter a buscar la paz, la que en su administración
se alcanza de manera concreta cuando se da de baja a los principales bandoleros
que azotaban la región con secuestros y matanzas. Al mismo tiempo, cumplía con
un dinámico desarrollo de la educación, la salud, el trabajo, las obras
públicas, sin olvidar las vías veredales y ofrece por vez primera en el Tolima
la participación de la mujer en el gabinete. Como parlamentario y embajador,
como Jefe de su partido, como médico excelente al servicio de la gente humilde,
Jaramillo ofreció una vida pública sin tacha que sigue siendo ejemplo para el
país, lo mismo que su esposa, Hilda Martínez, valerosa dirigente que logró
participación notable como parlamentaria y como vocera de los intereses
populares tanto en el departamento como en Bogotá, donde logró sobresalir como concejal.
Sus actuaciones la llevaron a encarnar un modelo de mujer participante y con
beligerancia en los asuntos del gobierno y el Estado, en las obras educativas
de la cual por ejemplo el Técnico femenino, hoy Sagrada Familia ubicado en el
barrio Jordán, fue fundado por ella como un prototipo para educar a hijas de
desplazados por la violencia que tanto tiñó de sangre el suelo colombiano. Todo
un largo volumen se haría necesario para resaltar las acciones de los esposos
Jaramillo Martínez, de cuyo matrimonio y ejemplo salieron Guillermo Alfonso y
Mauricio, dos exparlamentarios igualmente beligerantes porque no tragan entero,
al estilo de la escuela de Palacio Rudas, y cada uno en su campo sigue
cumpliendo con una acción sobresaliente, manteniendo la honestidad como
principio, la batalla por sus ideas como razón de ser y el deseo de ayudar a
construir un mejor país. Estaremos atentos a este reconocimiento porque siempre
serán pocos los aplausos para los viejos, la admiración por su vida y su
trayectoria y la gratitud por haber podido, desde nuestro padre, estar al lado
de las causas justas que abanderaron siempre con gallardía.