El pianista que llegó de Hamburgo
Por: Cecilia Caicedo Jurado de Cajigas
Acercarse a la obra de un autor que
regularmente hemos leído porque su pluma nos gusta, es una tarea placentera
pero complicada al mismo tiempo, en atención a la asociación que registramos
con el corpus anteriormente publicado. Lo primero es ver las diferencias y los
encuentros por aquello de la unicidad de la voz, pero también porque de obra a
obra afloran las rupturas.
Transcurridos varios años sin que
Pardo nos beneficie con otra obra, la lectura del Pianista despierta atención
mayor. En efecto lo último que le leí y me gustó fue “Los sin nombre”, premio
nacional de cuento. Las diferencias de pluma no existen, Jorge Eliécer continúa
manejando su frase rápida y vibrante que viene de sus obras anteriores.
Sin embargo el narrador en esta
novela extensa, que es parte de un entramado mayor, quinteto en escritura, se
mueve con otra propiedad y otra intención. Desplazamiento de la voz narrativa,
desde un focalizador que cuenta el anecdotario pero que tiene la virtud de
ceder el ejercicio de contar su propia historia a cada uno de los personajes
que al interior de la diégesis se mueven. Y en este manejo avanza Pardo, porque
sin duda el narrador totalizador, que nunca permite el juego peligroso del
fíctivo autoral, es respetuoso de las instancias intermedias, posibilitando que
cada quien magnifique su dolor.
Y señalo lo relativo al dolor, que
no es físico sino interior, hecho de profundas reflexiones sobre el difícil
camino de vivir simplemente, se mide desde varios escenarios:
-a) político aprehendido desde la guerrilla
liberal del Llano y su desmovilización con el gradante de la traición oficial
de los partidos tradicionales, en especial el rojo emblemático que había
propiciado su accionar político. De ello da cuenta cuando narra un narrador
externo la desmovilización de 3540 milicianos del Llano, y ahí con la figura
icónica de ese proceso de la historia política Guadalupe Salcedo que tres años
después de la entrega de armas, el Centauro del Llano, caía asesinado en
Bogotá, p. 87. Doloroso testimonio
histórico es el que vuelve a poner en escena Pardo: “Recalcó que a cambio de
las armas a muchos les entregaron en un taleguito de papel, una libra de
frijol, una camisa, un pantalón; a otros les dieron sobrero de paja enrollados,
unos zapatos ordinarios, una caja de fósforos, un paquete de cigarrillos, una
libra de azúcar, unos palillos; tanta lucha por tan poco” p 81.Cita a la que sobra cualquier comentario, porque no es
una humorada sino testimonio ¿de la cotidianidad “trascendental” de la guerra
colombiana?
De otro lado está la presencia de Hitler y Eva
atormentándolo en sus sueños pesadilla porque Hendrick sale de Hamburgo bajo un
bombardeo en un julio en que pierde su familia europea y será un Abril en que pierde su familia en
la Bogotá incendiada el día 9 del 48. En la primera mitad del siglo xx se
producen los avatares de las guerras allá y acá, siendo los dos fenómenos
sangrientos los modificadores de la relación con el mundo de un hombre sensible
al arte, particularmente la música, específicamente el piano y las partituras
de Bach Mozart y los clásicos que dominaban
la Europa de mitad de siglo, teniendo como fondo el escenario de
persecución y angustia.
-b) el dolor igual se mide desde el
plano socio cultural, cuando el fenómeno del desplazamiento obliga a un alemán
Hendrick, casado con una italiana Magdalena Mossi, a dejar la Europa hitleriana
y aventurarse a un infierno nuevo, el de la violencia colombiana.
-c) pero igual el dolor transcribe
relaciones mucho más íntimas: como la locura final, el abandono del alemán que
se instala en Colombia, en función de huida y búsqueda ( diáspora entre Europa y
América).
Este último numeral que exige para
su existencia la premisa de los anteriores se convierte en el eje temático de
EL PIANISTA QUE LLEGO DE HAMBURGO. No es
una novela de amor o desamor, este sentimiento relacionante de importancia en
esta obra, funciona solo como intermediario para mostrar dos niveles: guerra –
música. Los dos niveles de la historia sucitan a su turno la relación
sémica: huída - refugio. Que en el sustrato
narrativo se expresan como: miedo- satisfacción.
Y la dualidad se va desarrollando
hasta llegar a los niveles íntimos: “parecemos vampiros, sólo felices en la
penumbra” p 176. Y ahí está la clave de esta novela, que lee el escenario
político pero fundamentalmente como la guerra modifica al ser humano,
individual, íntimo, solitario y sin amparo. La guerra o cualquier tipo de
confrontación en las novelas no se ameritan simplemente por ser contados, así
la recontextualización logre sus propios objetivos. La novela tiene la virtud
de testificar pero especialmente de revelar. Y eso hace Jorge Eliécer Pardo,
revela el dolor íntimo, el peso de lo público que apabulla al sujeto individual.
Y en esto tiene tradición la narrativa de Pardo.
Otro nivel de acercamiento, entre
tantos como pueden ser encontrados, está en relación con la intrahistoria
familiar. Hace muy pocos días recibí la novela de Carlos Orlando, su hermano
que lo introdujo al oficio escritural, según confesión del propio autor.
“Verónica resucitada” novela bien escrita, deliciosa lectura del mundo
familiar. Sobre ella se me ocurrió pensar en la dificultad de reescribir las
historias íntimas, pero como es de sabiduría conocida los escritores recogemos
de nuestro ciclo vital tantas cosas que consciente o inconscientemente fluyen
en las obras, así ese no sea el objetivo. Pero Carlos Orlando priorizó el
recuerdo familiar, el de los lazos profundos, el formador en todos los términos
de la educación sentimental. Y ese tema vuelve a aparecer en la obra de Jorge
Eliécer, señalando un claro cruce temático. Hablando de un teatro emblemático
de Bogotá del siglo XX, El Faenza, recuerda “El pianista que llegó de Hamburgo”
: En esas mismas butacas había estado Carlos Arturo Aguirre – el padre de
Matilde- buscando en las películas algún anuncio de su prófuga María Verónica.
Allí había llorado su abandono y desamor. Con la cara dulce de Sofía Alvarez,
la actriz que creía suplantaba a María Verónica, se consolaba volviendo a la
casa de Egipto a abrazar a sus hijas Sofía y Matilde, también abandonadas”.
Interesante interelación narrativa
en la obra de los hermanos escritores. Sucesos de la infancia y necesaria
reinstalación de los recuerdos asaltan las dos recientes novelas de los Pardo
Rodríguez .
Finalmente habría que señalar la
impronta que la violencia colombiana tiene en la obra de Jorge Eliécer, cuyo
momento culminante lo logra por el manejo simbólico y por la condensación de lo
narrado en el cuento sobre “Los sin nombre” pero que en el pianista tiene la
virtud de mostrar una faceta interesante sobre desplazamiento y viaje, a la
cual, a mi juicio, y este es personal, le sobran unos diálogos amatorios que
desdibujan el tono narrativo, ciertamente alcanzado por la escritura de Jorge
Eliécer Pardo.
Pereira, 19 de julio de 2013